Se me creó ayer tarde un nuevo dilema. Tenía anotados en
una cuartilla tantos asuntos que podían ser objeto del comentario de hoy (manía
inveterada de cuando voy leyendo los digitales de turno) que, llegado el
momento de elegir uno de ellos, no fui capaz. Porque veo ya tan manido el
particular de Podemos (la carta de Kichi, el llamado perverso ─puede que conminar,
mejor─ a la participación sin marcar tope alguno de lo que sería un porcentaje
representativo…), ese conjunto de “personas de las que usted me habla” ─muy
populares todas ellas─ que se incrementa hasta niveles de escándalo internacional,
la búsqueda desesperada de un administrador único para la radiotelevisión
canaria, el que mi coche pasó ayer la ITV y no me percaté de los supuestos cambios
que iban a tener lugar, de cómo podría ser un servidor un candidato perfecto
para formar parte de esa lista regional que será novedad en la futura ley
electoral (¿tú no has visto la cantidad de fotos ‘canarias’ que cuelgo en
Facebook?) y tres o cuatro etcéteras, que voy a echar mano de un artículo
publicado el 30 de mayo de 1993 en el periódico El Día, bajo el mismo lema que
ahora utilizo en este blog: Desde La Corona. Me da que 25 años después no hemos
adelantado gran cosa. Y menos mal que dejo de lado el asunto de los denominados
bailes de mago, en los que se ha trazado casi como única meta el batir récords
de asistencia y acumular toneladas de basura en las calles, sin que se hayan
sentado bases de objetivos y contenidos. Allá va:
Hablar ahora de las dos etapas del folklore de nuestra
tierra, antes y después de Los Sabandeños, sería llover sobre mojado. Estudiosos
del tema lo han hecho y han dejado claro la revolución que supuso la aparición del citado colectivo,
que motivó la creación de infinidad de grupos diseminados por la geografía de
nuestras Islas. Es raro el núcleo poblacional de todos y
cada uno de los pueblos de Canarias que no se precie por tener una embajada
musical. Se ha conseguido con ello que se haya podido recuperar una parte
importante de nuestro acervo cultural que se encontraba en peligro de
desaparición. Gracias a una paciente labor de rescate, se ha logrado sacar a la
luz temas, vestuarios, instrumentos... que, de no ser así, estaban condenados
a dormir el sueño de los justos.
Afortunadamente,
podemos considerar como
normal el que en todos los festejos se celebren festivales folklóricos. Y que
se realicen encuentros en los que se da a conocer el quehacer de intensas jornadas
de trabajo. Estimando que el folklore está sujeto al
progreso que la propia dinámica vital impone, se puede observar la mejora
sustancial que se viene produciendo en este campo, tanto en el aspecto musical
como en el de voces, sin querer con ello justificar las corales que algunos
pretenden realizar.
No
obstante, y algo hemos referenciado en anteriores comentarios, se sigue dando
una falsa imagen a los numerosos visitantes que tienen a bien acudir por estos
peñascos, ya que lo que se les ofrece en gran cantidad de establecimientos
turísticos no es, ni por asomo, una muestra de nuestro verdadero, rico y
variado folklore. No es de recibo que cuatro o cinco amigos se reúnan y formen
un grupo que recorre media ciudad en un par de horas. Y, al final, ni están
cansados. A veces, incluso se acompañan con un cuerpo
de baile formado por... ¡una o dos parejas! Asombroso.
Tal vez, toda la culpa no sea de ellos. Quizás se hayan
visto obligados a recurrir a tales menesteres porque el mercado se lo
demandaba. Las cuatro perras que se están ofertando conducen a brindar estas
lamentables imágenes. Para
mayor desgracia, en muchas ocasiones, la vestimenta deja mucho que desear.
Ello nos lleva, indefectiblemente, al choteo de algo que debe constituir una
bandera para el pueblo canario.
El
folklore, por lo tanto, es algo mucho más serio que lo que se oferta al turista
en gran parte de barbacoas y otras fiestas que para ellos se organizan. Hay que ir mentalizándose en que con esas ridículas
cantidades de dinero no se puede premiar labores de meses y meses de
sacrificio en los que grupos de treinta o cuarenta personas se han volcado con
toda la ilusión del mundo. Y un grupo con esta cantidad de componentes, que
dedican dos y tres días a la semana para preparar su repertorio, que han hecho
grandes esfuerzos para dotarse de trajes e instrumentos, no se puede movilizar
por un par de duros. Cuando tanto hay para otras cosas, bien valdría que
alguien rompiera una lanza en favor de quienes intentan ofrecer la verdadera
identidad de nuestro pueblo. Para ello habrá que ir modificando viejos esquemas
y efectuar planificaciones diferentes, porque hasta los locales en los que se
realizan esas demostraciones son tan cortos que en el espacio destinado a
escenario, si suben más de diez tienen que dejar los instrumentos en casa. Y el
espacio que se destina al baile justifica la ausencia de parejas.
De seguir así, corremos el peligro de concluir dando el
folklore enlatado. Y es que para lo que se está ofertando en infinidad de ocasiones,
véndaseles una película de vídeo de quince minutos de duración, y si ésta está
bien grabada, y el grupo es decente, algo más positivo habremos sacado.
No
desprestigiemos, en conclusión, lo que debe conformar nuestras señas de
identidad. El esfuerzo de tantas y tantas gentes que han
colaborado en que nuestro folklore alcance el prestigio que se merece, no puede
ser pisoteado impunemente. Le estaríamos haciendo, desde luego, un flaco
favor.
Como no me apetece ilustrar este post con cualquiera de
los múltiples ejemplos que se dejan reflejados en el artículo transcrito, va
una foto de la Agrupación Folclórica de Higa (La Perdoma), que, junto a otros prestigiosos
grupos, no se desvía un ápice de su buen hacer cuando son requeridos sus
servicios por cualquier establecimiento hotelero. Porque el quehacer, inmenso y
laborioso, no se moldea en función del escenario. Seriedad ante todo y respeto
a nuestra cultura. Y como es de bien nacido ser agradecido, y dado que en su
seno estuve unos cuantos años, vayan mi reconocimiento y afecto. Y a su nuevo
director, Juan Pablo Pérez López, toda clase de éxitos en esta nueva singladura.
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