martes, 24 de diciembre de 2019

La lotería

Advertencia previa por si se te ocurre leer completo el artículo o comentario de hoy en Desde La Corona. No es 28 de diciembre, sino 24. Y esta noche hay celebración familiar. Nos reuniremos, charlaremos, intercambiaremos pareceres, expresaremos buenos deseos y, sobre todo, comeremos en abundancia. ¿El régimen? Mucho después de Reyes, cuando ya se hayan agotado las existencias de turrones. Y digo lo del Día de los Inocentes por si llegaras a pensar que cuento una broma en los párrafos siguientes. Nada de eso. Es tan serio como la vida misma. Lo malo es que uno se  ha creado cierta fama de irónico y la gente entiende que siempre voy de farol. Nada más lejos de la realidad.

Estuvimos entretenidos este pasado domingo con el sonsonete de la lotería. Y como dispongo de mis canales informativos directos, estoy en condiciones de afirmar que hubo tongo en el sorteo. La famosa bola despistada, e introducida subrepticiamente en el bombo, se correspondía con un número vendido casi exclusivamente en Cataluña. En la sede de Esquerra, por ejemplo, unas 50 series. Y como pesaba unas milésimas de miligramos más que las otras, en cada volteo descendía unos milímetros. Y ocurrió lo que tenía que suceder: salió.

Pero no queda ahí todo. En el otro, en el de los premios, la correspondiente a ese gordo fofo y grasiento que nadie quiere durante todo el año, salvo el 22 de diciembre, también estaba trucada. Pesaba exactamente diez nanogramos más que el resto. El resto ya te lo puedes imaginar. Hacerlas coincidir en los receptáculos de salida fue de una complejidad informática tal que me perdería en detalles. Así que vamos a lo importante.

Con lo que Pedro Sánchez pudo respirar más tranquilo. El laberinto político en el que nos hallamos sumergidos se iba a ver próximamente despejado. El marasmo de bastantes meses quedaba zanjado con esta jugada matemática. El amaño, a pesar de algún atrevido comentario en las redes sociales, surtió efecto. El ingeniero okupa de La Moncloa verá cumplidos sus sueños en un futuro inminente. Y los tertulianos de enjundia –gentes de radio– gozarán de la coartada perfecta para elucubrar a mansalva.

Cuando redacto estas líneas, el Congreso ya ha habilitado los últimos días del año. Y no va a ser para que sus señorías dejen limpios sus despachos y bien acicalados los sillones para cuando vuelvan tras las fiestas. Para tales menesteres no están los señores diputados y señoras diputadas. Lo de ellos es cobrar. Llevan así desde ni me acuerdo. Con varias pagas extras por el camino. Y se les ve tan felices que hasta disgusto te da el criticarlos. Y ya que estoy, otro consejo. Se ha constituido un grupo mixto tan numeroso que miedo me da el que Ana Oramas se pierda entre tanta gente. Espero, por causas obvias, que sus compañeros de viaje (por razones operativas, que no ideológicas: tradúcelo en la mamandurria de prebendas económicas) miren bien a todos lados antes de moverse o sentarse.

Ya que con lotería andamos, alegar que el Gordo ese pasó de largo por Canarias. Así lo escucho y así lo escribo. Al tiempo que sostengo que tan gordo no debe estar entonces para tanta ligereza. Mientras, la competencia aumenta. A la gasolinera de Granadilla le ha salido una competidora en Arico. Creo que José María, el de El Gato Negro, está pensando en trasladarse a El Mirador. Para no salir del Realejo y no ponérselo difícil a los músicos del concierto, entre los que el tocayo Agomar lleva la voz cantante y debe dar, a buen seguro, el do de pecho, aunque lo haga sin mi, pasando directamente de re a fa.

Con otras dos pinceladas acabo. Los pasteles de mi pueblo llevarán este próximo año (veinte veinte) el retrato de Manolo. Así lo propondrá en próxima sesión plenaria y tras enterarse de que los dulces típicos realejeros han entrado en un concurso de carácter nacional organizado por la SER.

Con la última, felicitar al grupo Tigaray por ese espectáculo (Ahora es nada), que tan excelentes críticas ha suscitado, y que pretende crear conciencia para que al cambio climático deje de ser una preocupación. Una lástima que por motivos laborales (para un jubilado lo son los viajes) no haya tenido la ocasión de poder disfrutarlo. Como el grupo de gobierno municipal se ha subido al carro inmediatamente, me surge la duda de si no tendría que poner coto a los desmanes que en contra (sostiene que eso del cambio climático es una pantomima y una solemne tontería, al más puro estilo Trump) mantiene uno de los trabajadores de las empresas públicas que por su visibilidad podría entrañar alguna disfunción.

Lo dicho, Feliz Navidad y cuidado con los excesos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario