lunes, 30 de diciembre de 2019

Y sin gobierno

Da los últimos coletazos este 2019. Y seguimos sin gobierno. Me da que los políticos continúan haciendo todo lo posible por desprestigiar la cosa pública hasta extremos insospechados. Pretenden que en cada encuesta o sondeo el grado de insatisfacción aumente. Cuando ocupe el primer puesto en el ranking del desapego, habremos alcanzado el summum de la incapacidad, cuando no de la idiotez. La inocentada de mi fichaje por el PP realejero es mera anécdota, a pesar de los centenares de visitas al blog, al lado de tamaño problema. Aunque también en este supuesto más doméstico se observa, asimismo, la enorme capacidad interpretativa de sesudos analistas.

Desde la lejanía de este territorio se vislumbra una lucha titánica entre ERC y JxCAT por la disputa de la catalanidad. O en ver quién la tiene más grande, en sentido más coloquial. Yo me refería a la lengua, porque me da que tú pensaste otra cosa. Y así, por una simple tontería, se empieza con los tiras y aflojas. ¿O no?

Son tantas las cosas que no entiendo, que añadir la extrañeza de contemplar cómo se va de la mano con los herederos del sisador Pujol, ya no supone esfuerzo añadido. Lo curan a uno contra el susto sin necesidad de medicamento alguno. ¿Los millones andorranos y el fraude estratosférico? Corramos tupido velo, parecen sostener los que deberían estar en las antípodas.

Y mientras los unos se hallan entretenidos en estirar la cuerda todo lo que puedan –cuánta elasticidad posee la susodicha–, los otros obtienen pingües beneficios en este río revuelto. Con la complicidad de un periodismo vendido al mejor postor y cuya ética brilla por su ausencia. Porque los códigos deontológicos y los principios constitucionales en torno a la información ha  pasado a mejor vida. Baste, como simple botón de muestra, examinar los debates en cualquier cadena televisiva.

Causa estupor, cuando no vergüenza ajena, reparar en la defensa a ultranza que hacen (in)ciertos cuartos audiovisuales de ese dios todopoderoso y justo, que guía los pasos de los que cabalgan en caballo blanco, cual un Santiago justiciero cualquiera, escudándose en tal sarta de improperios y desmanes, que uno llega a pensar si ese altísimo ser es idiota de nacimiento o ciego sobrevenido.

Porque son ellos, los advenedizos, los auténticos beneficiados de una situación que ya sobrepasa cualquier límite de la normalidad. Y del cúmulo de los despropósitos se vienen ordeñando réditos que ni en los tiempos de cuando así se las ponían a Felipe II (¿o era a Fernando VII?).

Me da, no sé, que falta alturas de miras, cuando no capacidad de liderazgo, en la dirigencia política actual. Hay determinados momentos en que se comportan como alumnos en el patio de recreo. En estos días en que se ha echado la vista atrás, en los que hemos retrocedido esos cuarenta años del arranque de la andadura democrática, afloran sentimientos contrapuestos. Debe ser que ganas e ilusión se ahogaron con inyecciones económicas. Porque si con penurias se logró tanto, ¿cómo es posible esta peligrosa deriva?

Se acaba el año y ni los buenos deseos navideños causaron mella. Una prueba más de la falsedad que nos invade. Y que me ha hecho recordar cierta melodía que por estas fechas siempre me viene a la cabeza. Pero ese es otro cantar que dejo para mañana.

El colmo sería que por días cercanos a Reyes se alcanzara un acuerdo con los republicanos para que la investidura se produzca. Aunque poca capacidad de sorpresa nos queda ya. Lo único cierto es que el crédito se agota. Y ese alejamiento sí que es peligroso.

¿Mañana? Más. ¿El fichaje por el PP? Manolo me tiene vetado porque se enteró de que ya tengo pagadas las cuotas del PSOE hasta junio de 2020. Y me alegra de que algunos se lo crean todo. La ingenuidad al poder.

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