Sigue Higa (La Perdoma) margullando y lo demostró en una actuación
de empaque y enjundia. Sonó bien y bailó con elegancia. Se atrevieron, incluso,
con unos Aires de Lima de Valleseco (corríjanme en caso de confusión), que pusieron
de manifiesto las desconocidas dotes artísticas de algunos componentes y que bien
agradaron a Manolo Pérez Rodríguez, presentador del acto, quien había
recopilado las coplas de su abuela en la bella población de Gran Canaria.
Teloneros fueron Los Cebolleros de Gáldar, acompañados por
un cuerpo de baile de otro grupo de la ciudad de Telde. No es la primera vez
que me manifiesto en contra de estos arreglos o componendas y me temo que esta
tampoco vaya a ser la última. En el festival de las islas de mi pueblo estamos
también acostumbrados a estos enjuagues. Y lo digo con toda rotundidad: Eso es
un insulto a los grupos, con cuerpo de baile, que se lo curran durante todo el
año y que se ven discriminados con estos hechos. Si este tipo de espectáculos
va dirigido a parrandas con unas características determinadas, no están
abiertos a los que no cumplan con esos requisitos. No parece serio y riguroso
observar cómo grupos compuestos solo por hombres acudan a estos festivales
haciéndose acompañar por cuerpos de baile que se desgajan de sus formaciones
originales. Vamos, que vienen de prestados. No, no y no. Cada uno en lo suyo.
En el transcurso del acto se procedió a la entrega del
galardón instituido por la Asociación Cultural del Pago de Higa: La Cachimba de
Plata. Motivo alusivo a su local social de La Marzagana, un antiguo secadero de
tabaco, remozado con fondos de la agrupación y que hoy constituye un orgullo
para sus componentes y causa sana envidia en todos los que a su sede se
acercan.
En esta quinta edición fue digno acreedor a tal distinción
el amigo Isidro Pérez Brito, quien desde su atalaya de Radio Realejos ha llevado
a cabo una labor encomiable en pro de la difusión de las tradiciones canarias.
Con sentida emoción subió al escenario a recibir de manos del presidente,
Benito Rodríguez, la placa que certifica el acuerdo adoptado. Y en sus
palabras, con voz entrecortada por el recuerdo de su hermano Damián, la defensa
de lo que ha venido haciendo en estos veintitantos largos años y la promesa de
continuar en la brecha para que nuestro acervo no quede relegado a la memoria de
los viejos. De ahí, asimismo, esa interesantísima fonoteca en la que personajes
entrañables dejaron archivados sus pareceres. Una fuente de conocimiento inigualable,
fruto de centenares de programas y que las nuevas tecnologías, junto a una
labor de recopilación sin parangón, han hecho posible que muchos actores de lo cotidiano, y que yo me permito personalizar en la figura de Manolo, el marqués,
permanezcan con todos nosotros. Felicidades, Isidro, y a seguir en la brecha.
Siempre tiene uno la oportunidad de saludar a la gente con
la que compartió alegrías y sinsabores durante una larga época. Y aunque vaya a
cumplirse una década –cómo pasa el tiempo– de que colgué el instrumento –por qué
te ríes–, es motivo de alegría estos encuentros. Porque el cariño permanece por
arriba de cualquier otra circunstancia adversa. Mi apoyo incondicional a esa
maravillosa labor que realizan y la sentida lástima de que la maldita crisis
haya cercenado tantos proyectos y cerrado demasiadas puertas. Cuánta pena
siento de aquel Arautápala. Y qué feliz sería de que se estudie la posibilidad
de recuperar un gran espectáculo, con la inestimable colaboración de Teatruva,
que llevaba por título Navidad viajera. Pero si no se 'mojan' algunos organismos
oficiales –ahora preocupados por promocionar a los de siempre y obsesionados en
dar a conocer himnos que se parieron de culo–, entiendo que un montaje para
apenas quince o veinte días que pueda ser puesto en escena, y en el que se
implican muchísimas personas, es misión imposible si no cuenta con el respaldo
adecuado.
En fin, pa´lante. Qué otra cosa podría desearles este
juntador de letras, nada imparcial en la presente ocasión. Suerte inmensa. Y a
seguir margullando tierra adentro. Me encanta este título. ¿A quién se le habrá
ocurrido?
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