jueves, 29 de junio de 2017

75%

Esta noche (redacto estas líneas en la tarde del miércoles) no pienso pegar ojo. Tanto me han vendido el descuento para viajar entre islas, que de aquí en adelante poco voy a parar en casa. Me pondré al acecho de los billetes baratos. Que deberán ser todos, a tenor de lo escuchado durante estos últimos días. Mi iré a comer cada tres por dos a Casa Sonia, arriba en Chipude, la capital, y descansaré en La Laguna Grande, para regresar por la tarde más sosegado y tranquilo.  Y cada dos por tres, otro tanto para Las Palmas. Así que no les extrañe que deba abandonar estos entretenimientos de escribano y dedique mucho más tiempo a la vida contemplativa. Para general regocijo de la mayoría y para disgusto de los cuatro –qué digo, dos a lo sumo– incondicionales que a bien han tenido seguir mis peripecias desde hace años.
Todos aquellos que reservaron los suyos para estar en El Hierro este sábado con motivo de la Bajada, deberán estarse tirando de los pelos si los adquirieron sin posibilidad de devolución. Y los que planificaron las vacaciones desde meses atrás, tres cuartos de lo mismo. No se preocupen, yo también, casi siempre, llego tarde a lo bueno.
Se presagian avalanchas, sostienen los medios de comunicación. No lo tengo tan claro. Y como a todos nos dé por ir a la misma isla, piensa este ingenuo, los colapsos de tráfico y los encontronazos en las aceras (me imagino, verbigracia, Las Canteras) van a ser de campeonato. En vez de saludarnos en la plaza de Viera y Clavijo, lo haremos en La Cícer. Nadie alude a que los auténticos beneficiarios de esta disposición serán los empresarios de las compañías operadoras. Se llevarán bien fresca la subvención y allá cuando se les antoje subirán la tarifa alegando cualquier pretexto. Porque los gobiernos en vez de regular precios, recurren a los presupuestos que se nutren de nuestros impuestos. Con lo que, de una u otra manera, siempre pagamos los mismos.
Menos mal que esta importante rebaja solo afecta a los residentes canarios y los trasvases tendrán lugar entre estos peñascos. Imagínense ustedes que se hubiese abierto la mano para facilitar, por ejemplo, el transporte a Canarias desde el resto del territorio patrio. De haber sido así, las islas se nos hunden. Con lo que el problema añadido habría echado por tierra el éxito conseguido en la negociación presupuestaria. Que ahora todos se arrogan, por cierto. Y siguen olvidando a los canarios que han tenido que emigrar en busca de los garbanzos y que no pueden venir a saludar a sus familiares porque los pasajes les salen por un ojo de la cara, y parte del otro.
Entraríamos, entonces, en otra dinámica. La de alcanzar el punto medio entre las ventajas que el turismo nos brinda (en este supuesto, el interior) y el límite de carga de unos espacios frágiles. Porque el futuro de este archipiélago no puede pasar por elevar cada año los porcentajes de visitantes, sin más. He sostenido en artículos anteriores que La Graciosa –quizás el paradigma de la masificación– se halla en un límite bastante peligroso. Y no con ello pretendo que a los gracioseros no se les brinde la oportunidad de explotar racionalmente sus potencialidades. Pero es que la obsesión de batir récords no constituye, per se, la panacea. Si todo pintara de color rosa, habríamos alcanzado el extremo de que en esta nacionalidad no existiría el paro.
Me alegro de la noticia, por supuesto. Y sobre todo por aquellos que deben desplazarse por motivos laborales. Que son muchos. Las medidas positivas, y esta, indudablemente, lo es, siempre acercan a los canarios. El mar que nos baña no debe ser jamás un impedimento, una barrera; al contrario, debe ser el nexo de unión entre los habitantes de esta Comunidad. Caminos tiene la mar, escribí tiempo atrás. Queden expeditos, pues.
A los condenados por el denominado Caso El Trompo les han aplicado, asimismo, el 75% de descuento. Tanta suerte para algunos mientras otros debemos cumplir con las normas urbanísticas para el cuarto de lavar. Ignoro si existen diferentes raseros, pero da para pensar largo y tendido. Cosas veredes, amigo Sancho.
Por lo pronto, hasta mañana. Luego, ya se verá. Si desaparezco… es que estaré de viaje.

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