Es lo que venimos escuchando estos últimos días en las
reiteradas declaraciones del presidente regional del PP. Asier Antona está que
se sale. A pesar de sus escasas presencias, o estancias, en La Palma, aquella
isla le ha imprimido carácter. Por algo, arriba en el Norte, existe un núcleo
denominado Gallegos. Está y no está, entra y se queda en la puerta, apoya y se
retira prudentemente, va y viene, sube y baja, blanco y negro. De tener idéntica
disposición el que por ahora tiene la sartén por el mango, y miren todos para La Gomera, no se hallarían
nacionalistas (es un decir) y populares en condiciones de marear la perdiz. Aunque
lo mismo cuando estas líneas vean la luz en el minuto uno del 13 de junio, San
Antonio de Padua, ya hubo fumata blanca. Porque este paripé, atado desde que a
los socialistas les dieron una patada en el culo en las postrimerías del pasado
año, solo le falta el reparto de sillas, sillones o carteras.
Escuché esta mañana (ayer, para ti que me lees) unas
declaraciones de Carlos Alonso en las que se mostraba partidario de apoyos
externos. Y puso el símil de su diputada en Madrid. Como si la
situación fuera equiparable y estuviera la solitaria Ana Oramas en condiciones
de exigirle algo a Rajoy. Muy dado se halla últimamente a la escandalera el presidente
del cabildo tinerfeño. Su reiterada presencia en las redes sociales puede deberse
al nerviosismo que le provoca la posibilidad de que Manuel Domínguez pase a
ocupar cualquier consejería. O que de rebote se traslade a la institución insular
el nuevo pacto y el realejero acceda a la vicepresidencia.
Mientras, los escarceos, o técnicas del despiste, continúan.
No ha tanto que el alcalde de mi pueblo (en sus ratos libres, cada vez menos,
con lo que Noelia y Adolfo, fifty-fifty,
otro dilema para la sustitución, se reparten la tarta municipal) reprochaba a
Alonso el numerito de la visita nocturna a las obras de reasfaltado del TF-1.
Fue a hacerse la foto, sentenció. Y se quedó espatarrado. Mira tú qué ejemplo
fue a poner. Quita pa´llá que me tiznas, díjole el sartén a la olla. Numeritos,
en fin, de los unos y los otros, o de las otras y de las unas, antes de darse
el beso de tornillo.
Chocan las digresiones del presidente insular popular con
las alabanzas del coordinador regional. Quien envidioso de las excursiones del
vecino del poniente, se ha vuelto, asimismo, de un novelero perdido. Y se han
acostumbrado ambos a manifestar fuera lo contrario de lo que se realiza dentro.
Como el ayuntamiento portuense adolece de reiterados déficits, ha encontrado
Lope un salvador en el amigo Carlos. De quien canta maravillas por la
implicación en la remodelación de las infraestructuras portuenses. Desde luego,
no sé si a ustedes les ocurre lo mismo, el Puerto que yo visito nada se parece
al que ellos me pintan. En veinte años, no sé, pero ahora debe ser que yo cojo
por otra carretera y recalo en otro lugar pensando que estoy en la Plaza del
Charco.
Al tiempo, o a la sazón, por la Villa de Viera nos jactamos
de superávit, como si el ayuntamiento fuera una empresa privada que se rige por
beneficios, y no se les cae la cara de vergüenza cuando declaran que no existen
medios para comprar el Cine Viera, que luce el elegante cartel de se vende. Debe
ser culpa de Alonso también.
Uno creía que en el PP existía un código único por el que se
movían los discursos. Pero estas disfunciones me llevan a sospechar que el
monolitismo (en el Realejo se torna en manolitismo)
se resquebraja. Puede que los muchos casos de corrupción comiencen a causar
mella en los pilares y la amenaza de la aluminosis pende cual espada de
Damocles sobre las cabezas de los que ocupan el edificio.
Pecan mucho los personajes de la foto. El uno, Lope, por
defecto. El otro, Manolo, por exceso. Quizás sean complementarios. O
suplementarios. Pero son el paradigma de los mensajes contradictorios. Y a los
dos les asiste la razón con argumentos opuestos. Son, o deben ser, los milagros
de la política. Ni aquel de los panes y los peces supera estos prodigios.
Cómo van a haber, pues, líneas rojas. Ni de cualquier otro
color. Todo es rosa. ¿O era azul? En Los Realejos, con muchos millones
sobrantes, carecemos de instalaciones polivalentes (disponemos de dos edificios
de aparcamientos, construidos por el Espíritu Santo, que van a ser subastados
por euro y medio) capaces de albergar acontecimientos sin depender de la panza
de burro. En Puerto de la Cruz, con muchos millones de deuda, se encuentran una
piscina (sin agua), una estación (sin guaguas), un puerto deportivo y comercial
(sin vergüenza), un parque (sin San Francisco), un callejón de Las Quinteras
(sin alumbrado público y lleno de chiratos), unas urbanizaciones (sin piche en
las calles)…
Claro que me repito. Pero no cambio de discurso cuando
atravieso El Burgado. Es que van a buscar dinero, me espetan los acólitos.
¿Para qué? A los realejeros no nos hace falta. Y los portuenses han transferido
las competencias al Cabildo. No obstante, acudiré con más frecuencia a las
revisiones oftalmológicas, por si acaso.
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