Al echar una ojeada a las conclusiones de otra encuesta –la vete
a saber tú– que venía a poner de manifiesto que casi la mitad de los conductores
canarios habían llevado alguna vez el coche bajo los efectos del alcohol (y
otros cuantos menos con un coloque de alucine), se me ocurrió pensar en que van
como locos. Y nada mejor que ilustrarlo con esta foto que bien podríamos situar
en la década de los veinte del pasado siglo. Época en la que, a lo peor, el güisqui,
también corría alegremente. Seguro que el fotingo tenía las gomas lisas y
patinó en el pavimento mojado. Y la ITV brillaba por su ausencia. De haber
ocurrido el accidente una treintena, o más, de años después y por las fechas en
las que se publicó la segunda fotografía (Sophia Loren y Jayne Mansfield), bien
podríamos, con toda lógica, deducir que el pobre hombre miró hacia lugar
inadecuado y puso la marcha equivocada, o pisó el pedal que no correspondía. Se
trafulló todo. Y soy capaz de entenderlo. Qué atrevimiento. Cuánto adelantamiento
en la enseñanza.
Otro asunto que pudo haber sido objeto de comentario es el
suceso londinense del incendio de las Torres Grenfell. Debido, parece ser, al
tipo de revestimiento utilizado en una reciente reforma de sus exteriores. Porque
estas islas tuvieron protagonismo en el hecho. “Dos canarias sobreviven al
incendio”, vislumbro en un titular periodístico. Y en el desarrollo de la
noticia, esta otra sentencia: “Dos canarias se salvan del fuego”. Uno, en buena
lógica, piensa que estas personas se hallaban en el edificio en el momento de
la catástrofe y que tuvieron la suerte de escapar de aquel infierno. Cierto es
que una señora, de nombre Ana, vivía en el noveno piso del inmueble, pero en
ese instante se hallaba en casa de su hija. Que se ha mudado, nos cuenta. Lo
que significa que ya se había independizado y no vivía con su progenitora. Por
lo que la manía de tender al sensacionalismo en estos aconteceres luctuosos,
cae por su propio peso y deja en evidencia esta manera de contar una realidad
que no concuerda con lo acaecido. Y aquí no valen ópticas porque se ‘juega’ con
sentimientos.
La realización de un taller educativo, “Sin miedo a los
ruidos”, en la isla de Lanzarote, tuvo su alta cuota de posibilidades para ser
el centro del post que fuera despidiendo la primavera. Me recordó la moción, sobre
los fuegos artificiales, de Podemos en el Cabildo de Tenerife. Pues los sujetos
a los que va dirigido el cursillo son los perros conejeros, más concretamente,
los capitalinos. Se les impartirá unas sesiones para que pierdan el miedo a los
ruidos. Y puedan contemplar los remates de las procesiones en franca armonía y
pleno recogimiento con sus dueños. Y, a ser posible, que aplaudan a rabiar
cuando la lluvia de voladores señale el final de la exhibición pirotécnica. En
Arrecife la seguridad ciudadana requiere especial atención, la recogida de
aguas pluviales es un auténtico desastre, el tráfico (de vehículos, aunque
también el otro) es de pena. Y la lista de la casuística se podría incrementar
hasta varios folios. Todo ello puede esperar a mejor ocasión. Ahora hay que
atender cuestiones más perentorias.
No se me pasó por alto el discurso de Pedro Suárez, segundo
en el escalafón popular tinerfeño: “La Tele Canaria es una verdadera porquería
en formación e información”. Aun no estando muy en desacuerdo con su
afirmación, y a opiniones plasmadas en entradas anteriores me remito, no salgo
de mi asombro cuando su jefe inyecta dinero público de los presupuestos realejeros
en un cuarto de comunicación ilegal y que se erige en el paradigma del ‘buen
hacer’. Tanto es su predicamento que ya se extienden el vocabulario soez y la ordinariez
más abyecta por foros tan dispares como puede ser, verbigracia, una estación de
servicios en la que se venden coches de segunda mano. Todo se pega, como los rabodiasnos en la platanera, o los chiratos del Carril.
Y entre zascas, memes, oportunismos, mezquindades, desazones,
encomios a los míos y agravios al que no es de mi cuerda, carencias en los
planteamientos y vacuas argumentaciones, me retiro a mis aposentos, señores diputados
y señoras diputadas, en el convencimiento de que mañana será otro día, saldrá
el sol por el naciente, habrá pleamares y bajamares, y todo eso con medio peso.
El que hoy no haya escrito de nada, no quita para desearles
felicidad. Hace cuarenta años, cuando nos veíamos en blanco y negro, El País publicaba
que el PSOE se consolidaba como el primer partido del país, pues UCD era una
coalición de partidos. Las primeras elecciones de la recién estrenada democracia
se habían celebrado el día anterior. Yo llevaba unos años viviendo en La Orotava
(Barriada de San Antonio), en una de las cuatro casas de la Agrupación Escolar
Mixta. Hoy, con una gama de colores impresionante, son ruina e historia.
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