Soy un desastre y merezco dos buenos cachetones. Presumo de
leer la prensa, al menos la digital, y se me pasa por alto un acontecimiento al
que debí prestarle muchísima atención. Porque no siempre un amigo, compañero de
promoción, es protagonista de un hecho de especial trascendencia. Juro
solemnemente que sí era conocedor del tema musical con el que se conmemoraba el
décimo aniversario de la declaración del Parque Nacional del Teide como
Patrimonio de la Humanidad, y que interpreta el tenor tinerfeño Celso Albelo.
Internet –qué adelanto para los viejitos que llegamos tarde a casi todo– me
había brindado el vídeo (que tú puedes reproducir si a bien tienes pinchar en
este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=qVN1KmXxAOk).
Pero se me pasó por alto la letra menuda. Y no hay disculpa
que valga porque por las fechas de la presentación un servidor no estaba de
viaje. Este pasado sábado, durante la comida de nuestra promoción de
Magisterio, el huarachero (primera voz y guitarra) Fernando Estévez lo sacó a
colación. Y aquí estoy en el intento de remendar tremendo desagravio al
compañero. Porque fue él quien compuso el tema (letra y música) que a
continuación te transcribo y que trata de la visión onírica de un Teide que se
enamora de otro paraje natural encantador: Anaga. Y se escapa el gigante al
socaire de la noche para cantarle en alegre parranda.
De la cumbre voy bajando
acariciando retamas,
conversando con los
mirlos,
camino de La Orotava.
Y me abraza el mar de
nubes,
me sonríen las
palmeras,
y en el Puerto de la
Cruz
mi trigueñita me espera.
Ella me aguarda
impaciente
en noche de luna
llena,
para contarle un secreto
que me dijera una estrella:
Que el Teide está
enamorado
perdidamente de Anaga,
que fue anoche de
parranda
y volvió de madrugada,
cantándole muy bajito
a su Anaga enamorada. (bis)
Teide enamorado, Teide
enamorado,
hermosa leyenda que el
tiempo escribió,
Teide enamorado, Teide
enamorado,
romance de lava al son del tambor.
En el vídeo, se acompaña el solista de la Agrupación
Instrumental y Vocal Amigos del Arte de Güímar, para, en feliz conjunción,
realzar los innegables valores de estos dos enclaves señeros de Tenerife.
En las reseñas periodísticas del pasado mes de abril (día
11) hallamos abundantes datos del acontecimiento. Pero yo estoy aquí, no para
hablar a lo Paco Umbral de libro alguno, sino para dar el parabién al amigo
Fernando, quien pariera la idea en el año 2013. Se confiesa enamorado de ambos
parajes y sintió la imperiosa necesidad de cantarle a ese majestuoso que se
realza imponente y que irradia energía por doquier. Y desciende de cumbre a mar
a contarle a su ‘trigueñita’ (cómo evoca el término a la ‘más hermosa trigueña
es’, de Esteban Ramírez, quien elevara casi a la categoría de himno aquel ‘Fúlgida
luna’) el bien guardado secreto. Bello recorrido y hermosa conjunción de
elementos que nos brinda la madre naturaleza. Fernando no solo ha sabido
captarlos, sino que ha sido capaz de unirlos en esa idioma universal que es la
música. Y a fe que lo ha logrado. Para nuestro disfrute y para recuerdo de que
la isla deleita nuestros sentidos con panoramas idílicos. Siempre he sostenido
que es milagroso el hecho de aderezar un texto con notas musicales. Porque con
el aliño de acordes y compases, armonías y cadencias, unos versos, quizás
surgidos en instantes de soledad y recogimiento, adquieren sentida vitalidad. Y
como Jesús escribe algún poemilla de vez en cuando, pero sus conocimientos melódicos brillan por su
ausencia, no es la primera vez que queda extasiado cuando algún director de
grupo folclórico ha creído conveniente añadir unas perras de sonidos a versos
desparramados. Y cómo cambia la situación. Para bien, claro.
Felicidades, Fernando. Cada vez que suba a Las Cañadas a
partir de ahora, miraré El Teide de otra manera, porque mi fuero interno me
estará recordando que allí marcaste impronta. Y si no está, también sabré que
se fue de ronda. Enhorabuena.
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