Para arreglar las puertas de la iglesia orotavense de San
Agustín –unos nueve mil euros, según leo– se ha debido firmar el pertinente
convenio de colaboración, por el que el ayuntamiento asume en su totalidad el
presupuesto de la obra. Y no es que la cantidad sea desorbitada, pero, a tenor
de los personajes que contemplamos en la foto, diríase que estamos ante la
culminación de todos los conflictos bélicos que asolan este mundo. Nos
apuntamos con facilidad pasmosa al retrato y nadie se priva a la posibilidad de
quedar inmortalizado. Otra cuestión, en la que hoy no voy a entrar, es en si
corresponde a las instituciones públicas correr con los gastos de una creencia
religiosa. Porque sentar precedentes en un estado aconfesional puede derivar en
muchas más solicitudes, que no sé si Linares está dispuesto a asumir. Máxime
cuando con la excusa de la crisis se cargó el Festival Internacional de
Folclore Arautápala. Algo que me sigue doliendo, pero que los grupos implicados
en su organización tampoco parecen estar demasiado reivindicativos. Vamos con
la décima:
Fíjate bien en la foto,
pues más parece el sellado
de un importante tratado
que del arreglo de un roto.
Nos quieren vender la moto
de un asunto de
postín
y es un mero arreglín
para adornar las entradas,
un tanto deterioradas,
del templo San Agustín.
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