Enfrascados en ameno debate acerca de si se aprueban o no
los Presupuestos Generales del Estado, arden las redes sociales con las
estupideces de turno. Sobre todo las de aquellos que sin saber de qué va la
película, cuentan, cual sesudos investigadores, los intríngulis económicos con
una solvencia digna de… dos buenos cachetones. Leí que las redes sociales han
venido como anillo al dedo para blanquear estupideces. Y cuánta razón. Algunos
escuchan repicar campanas en lontananza y se lanzan al ruedo de la dialéctica
con una facilidad pasmosa. Y cuando uno pediría sosiego en ese conglomerado que
se ampara bajo el paraguas de la política, viene a resultar que a peor la
mejoría. Con estos mimbres y con estos bueyes, vamos hoy con dos décimas, sin
que sirva de precedente. La primera, pensando en los llorones y pedigüeños de
esta Comunidad. Hasta vergüenza siento cuando piso tierra peninsular. La
segunda, para los que dependemos de un sueldo, pero preferimos que rescaten a
los bancos, por ejemplo, antes que dinamizar la economía potenciando que
circulen los euros.
Los presupuestos sociales
parecen no interesar,
importa más empichar
cantidades industriales.
Son los únicos avales
que esgrimen los dirigentes,
aquellos que están ausentes
a la hora de primar
el grado de bienestar
de nuestros contribuyentes.
¿Marcado acento social?
¿Y el rescate bancario?
¿Piensa, acaso, el visionario
que el país acabe mal?
Ya nos parece fatal
la subida de pensiones,
mejorar las condiciones
después de tanto recorte
y que alguien nos aporte
consuelo a las agresiones.
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