Uno nació, se crio y vivió buena parte de la existencia en
el entorno de La Gorvorana. Por lo tanto, algo conoce de aquel lugar realejero.
Y este pasado sábado, al reclamo de un cura implicado en el devenir de este importante
núcleo poblacional, estuve un par de horas en El Bosque. Y aproveché para
recorrer aquellos paseos entre las dos casas de medianeros. Pude comprobar cómo
se han robado la piedra natural que formaba los escalones que salvaban el
desnivel entre ambas. También pensé qué habrá sido de la mesa de aquel elegante
conjunto que existía en la mitad del espacio arbolado. ¿Árboles? No lloré, Manolo,
pero estuve a punto. ¿Por qué no bajaste a inmortalizar el momento en formato
digital como tanto gustas? ¿Por qué no enviaste a Sandra, que no se pierde una
con los viejos del barrio? Hago mía la expresión de uno de tus incondicionales
en determinada red social: “La cuenta atrás, Manuel Domínguez, ha llegado”. Él
se refería al cumpleaños, pero un servidor lo hace con la hora de que el
despertador funcione de verdad en este pueblo. Qué ganas tengo de que en la
Villa de Viera (ahora todos se acuerdan de él) exista un grupo de gobierno que
sea capaz de programar una línea de actuación consecuente y no vivir del cuento
y a salto de mata.
Yo me fui a La Gorvorana,
a El Bosque, concretamente,
donde un grupito de gente
trabajó de buena gana.
Se dedicó la mañana
a limpiar aquel paraje,
sometido a tal ultraje
por parte del Consistorio,
que el deterioro es notorio
y abandonado al pillaje.
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