No me refiero a las de las plataneras. Porque estas plantas
no son árboles. Como las encinas que han adoptado los populares para su
Convención Nacional a celebrar en Sevilla el primer fin de semana del próximo mes
de abril. A la vuelta de la esquina, pues.
Recordamos todos aquel desencuentro cuando se descubrió que
la gaviota no era tal. Y se convirtió en charrán. Pero que, muy a nuestro
pesar, la siguen cagando (con mis excusas) ambos
dos. Ahora, no contentos con los vuelos, nos sorprende el señor Martínez-Maíllo
(en la foto) con otro logo. Sí, han elegido la encina con “un tronco muy
potente”. Porque el PP, alega el susodicho, cuenta con “raíces muy profundas,
principios y valores”. Lo de las raíces puedo entenderlo, aunque no sepa bien
por qué vericuetos se introducen. Puesto que cada día se descubren nuevos
agujeros por los que sale demasiada porquería. Tanta que ya los malos olores se
propagan por los juzgados.
Ahora bien, eso de principios y valores no sé con exactitud
si guarda algún tipo de relación con los muchos casos abiertos; con los personajes
que fueron, pero que en la actualidad son esos señores de los que usted me
habla; o con ese tronco muy potente. Porque uno se siente en la obligación de
comparar esa parte de la planta que la sostiene con quien dirige el cotarro de la
organización. Y en esa competencia, o pique “troncal”, tengo mis dudas. ¿Ponemos
vídeos? ¿Para qué?
Por los encinares del suelo español transitan los cerdos en
busca de su alimento preferido: las bellotas. Primer e importante paso para
elaborar buenos jamones. Desconozco la capacidad del publicista para elegir
este nuevo símbolo gráfico. No deberá ignorar que los españoles somos muy dados
a establecer comparaciones. Y bellotas, cerdos, jamones, incluso chorizos, se
prestan al juego y al vacilón. Y más en los parajes sureños, donde la guasa se
encuentra en la etiqueta genética del pueblo.
Ellos sabrán, pero aquí en Canarias, sobre todo aquellos que
vivimos muchos años metidos en esas plantaciones, el denominar bellota a
alguien no estaba muy bien visto. Pero en política, ya se sabe, casi todo es
imprevisible. E impredecible. Y ya que estoy, lo digo, mejor, lo escribo:
A cuento de qué tanta sorpresa por la decisión del Tribunal
Constitucional en el fallo ante el recurso planteado a la LOMCE, esa ley
educativa del ministro Wert. Casi siempre cae la casualidad de que la
renovación de tan alto órgano se corresponde con un periodo de mayorías
absolutas en el Parlamento. Por lo que se convierte, ipso facto, en la
institución más politizada del país. Y como ha de dirimir con aspectos
trascendentales de nuestra convivencia, siempre estaremos al albur del gobierno
de turno.
No seas mal pensado, que los magistrados son imparciales y
se olvidan, en el ejercicio de su sagrada misión, de quién los colocó en la
alta instancia. En este último fallo, se nota un montón. Vamos a ver su
composición:
Un docena de magistrados que son propuestos de la siguiente
manera: cuatro por el Congreso, cuatro por el Senado, dos por el Gobierno y
otros dos por el Consejo General de Poder Judicial. Hombre, menos mal, que
escaparían estos últimos de la quema de la posible parcialidad. ¿Sabes como se
eligen los veinte miembros del mencionado Consejo? Muy sencillo; la mitad
(diez) son propuestos por el Congreso y la otra (los otros diez) por el Senado.
Te das cuenta del porqué ningún aforado quiere soltar tal
privilegio. No es lo mismo que me juzgue una instancia sin contaminar que otra en
la que ya yo de antemano sé de qué pata cojea cada cual. Suposiciones sin maldad
alguna.
Lo dicho, sigamos comiendo bellotas. Y millones de gracias
por las visitas a la entrada de ayer. El día que consiga que los viejitos
(mejor, viejitas) del pueblo me lean en su móvil en vez de recrearse en las
fotos trucadas (con mensajes equívocos) con las que son embobecidos desde instancias
oficiales, tiemblen figurines de porcelana. Y a ustedes que sí me leen: Me
quieren hacer el favor de explicarles a los abuelos de cómo se pueden poner en
contacto con mis locuras.
Mañana más. ¡Ah!, contigo crece España; con ellos, lo dudo.
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