Acaba de presentar el ayuntamiento portuense la implantación
de la denominada ‘línea verde’. Se trata de una herramienta (una aplicación
informática de participación ciudadana) que permitirá a los usuarios poner en
conocimiento del Consistorio cualquier anomalía con la que tropiece por la
calle. Como es ya el móvil nuestro principal apéndice, basta seguir unas
simples instrucciones y al instante el concejal delegado correspondiente contará con toda la información al respecto.
Ya el ayuntamiento realejero disponía de un apartado
especial en su página web. Como no he usado tal servicio jamás –saben de mi
negativa a caer en las redes de las operadoras– vaya mi completa ignorancia
acerca de si ha sido efectivo. Me imagino que sí, porque el señor alcalde es
muy amigo de las redes sociales y mientras no se le cuestione su desmedido afán
de protagonismo, envía normalmente a sus operarios (el sentido de la propiedad
es algo innato al cargo) para resolver la cuestión denunciada. Tras la
comprobación pertinente, pues saben que no es muy dado el señor Domínguez a
reconocer fallos. De todas maneras, solventada la misma, irá él con una
concejala (por lo de la paridad e igualdad) a sacarse la foto.
Son, eso leo, más de 400 los ayuntamientos que disponen en
España de la mencionada línea verde. Y en el acto celebrado en Puerto de la
Cruz para dar a conocer su funcionamiento, se vino a englobar en el “ambicioso
proceso de modernización, optimización y mejora de los servicios públicos”. Y,
lo más importante para un servidor, que habrá un “ahorro de costes y tiempo”.
Ahí quería yo llegar. Y me explico:
Sabido es que en toda corporación que se precie, el primer
paso a ejecutar una vez constituida es liberar a todo el equipo de gobierno, al
que se le dota, además, de un generoso grupo de colaboradores para que lo asesore.
Conocido es, asimismo, que en bastantes municipios existen servicios
privatizados, cuando no empresas públicas con organigrama propio, donde no
puede dejar de figurar un gerente, amén de unos encargados de las diferentes
áreas.
Por si todo ello fuera poco, y merced a los adelantos
tecnológicos, ahora se nos pide que les echemos una mano. Y cuando observemos
un bache, basura en lugares inapropiados, farolas fundidas, fugas de agua,
contenedores quemados, pintadas en edificios, aceras en mal estado, plantas que
invaden los espacios públicos y un etcétera más grande que el montante
económico de lo que cobran los que dicen dedicarse las 24 horas del día a
resolver nuestros problemas, entras en la aplicación, escribes con el máximo
detalle posible el motivo de tu queja, adjuntas la foto de rigor y… a final de
mes siguen cobrando los mismos de siempre, pero ahora sin molestarse demasiado.
Porque el trabajo se lo resolvemos los que pagamos. El mundo al revés.
Bienvenidos sean los adelantos. Aplausos para cualquier
iniciativa que facilite el contacto con la administración. Pero es que las
actuaciones encaminadas a tales fines parece que solo favorecen a los que deben
dar el callo y demostrar al ciudadano que merecen el sueldo asignado. Lícito
sería pensar que a este paso, y es algo que vengo sosteniendo desde hace mucho
tiempo, sería conveniente modificar los esquemas organizativos. Porque sobran
ediles con dedicación exclusiva o parcial. En la inmensa mayoría de municipios.
Se han dedicado, todos, a desmembrar las competencias que años atrás llevaba un
solo concejal para buscar acomodo a toda la tropa, y han creado tal maraña de
encajes artificiosos que dificultan la labor del funcionario, al tiempo que
complican la gestión con el único objetivo de percibir la soldada convenida. Y
yo distribuyo en tres grandes áreas (cuatro, a lo sumo) las atribuciones de cualquier
municipio (características de los del Valle, por ejemplo) y funciona con menos
tropiezos que ahora. También por la noche, porque con lo que ahorramos, se producirá
una mejoría sobresaliente en el alumbrado público.
No es que sea escéptico. Pretendo ser práctico. Hemos
obviado el sentido común en aras de supuestas mejoras. Y estas siempre se
decantan del lado que no debería. Los servicios más elementales para el mantenimiento
de Puerto de la Cruz no brillan en la actualidad, a pesar de ese “ambicioso
proceso” que se aludió. Basta con darse una vuelta. Y las redes sociales, tan
denostadas a conveniencia, son fiel reflejo de la problemática y constituyen un
termómetro excelente. Los únicos que parecen no ver la realidad son aquellos a
los que compete buscar soluciones. Me temo que con la línea verde se limiten a
esperar sentados en sus cómodos despachos a que les lleguen los listados con
los desperfectos. No sufrirán, a partir de ahora, el más mínimo peligro de
herniarse. Y tristes precedentes de presentaciones frustradas constan.
Y si la App (qué modernidades) funciona correctamente, que
el concejal del ramo se vaya buscando otro trabajo. En la empresa privada. Ni
mejor ni peor, solo por variar. Con sueldo a convenir según valía. A ver.
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