lunes, 2 de abril de 2018

El infierno

No podía ser verdad. Y el Papa Francisco lo ha querido dejar claro: el infierno no existe. No era posible que ese ser todopoderoso permitiese tamaña barbaridad. Nos viene a decir el heredero de Pedro que el alma tiende a desaparecer si no se arrepiente en el momento que se separa del cuerpo. Eso tampoco lo entiendo, pero no lo discuto. Allá cada cual con sus convicciones religiosas. Como nadie ha regresado a contar las andanzas del más allá, me da que una vez estirada la pata ya queda muy poco que rascar.
Somos algunos los que creemos que ya tenemos bastante averno en este mundo que nos ha tocado vivir. Porque como tal habremos de considerar los atascos y colas que sufrimos cada día en las carreteras de esta isla. Mientras en otras sobra el dinero para comprar piche. Problema  ̶ suerte que tienen algunos, y algunas que no padeció este pasado viernes la canciller (¿o cancillera?) Angela Merkel en el trayecto desde el aeropuerto del Sur hasta el muelle de Los Cristianos. Eso sí que fue un adelantamiento en toda regla. La comitiva no encontró tropiezo alguno y bastaron unas sirenas y unas luces azules para que los dos carriles del tráfico se abrieran en canal y pudiera la alemana llegar al Benchijigua sin mayores contratiempos. Así que dejémonos de carril bus-vao y a comprar todos una ambulancia o un coche patrulla.
Cuando estés leyendo las líneas de este comentario, puede que la senderista se halle mandándose un potaje de berros en El Cedro y untando unos cachos de pan con almogrote. A no ser que Fred Olsen (o Casimiro, en su defecto) la haya invitado a las remozadas instalaciones del restaurante de La Laguna Grande. Donde la convencerán para que hable (conmine, mejor) con Mariano y el próximo año pueda aterrizar directamente en Alajeró, inaugurando la conexión con el país bávaro. De ilusiones también se vive, porque vaya infierno el hecho de que se produzcan más cancelaciones que vuelos en aquel recinto aeroportuario. Deben ser las maldiciones de las navieras.
Qué infierno, también, el que está pasando la diplomacia mundial. Lo que dice muy mucho de cómo van las relaciones internacionales. Con el trasiego existente, es probable que suprimamos de una vez por todas embajadas y consulados y echemos mano de las redes sociales para arreglar los conflictos. Porque estarán conmigo en que Facebook –uno de los posibles ejemplos– es arma suficiente para que la gente se entienda. Cada cual a su manera, pero menos jugo da una piedra. Basta que pongas cualquier parecer en tu perfil para que al cuarto o quinto comentario te sorprenda una perorata que guarda tanta relación con lo que tú plasmaste como la que pueda existir entre un huevo y una castaña.
Menos mal que nos queda el Papa. Al que aludo por segunda vez. No contento con suprimir el infierno de un plumazo, como antes señalé, viene a reconocer que muchas de las mejores personas que han existido no creían en dios (lo escribo en minúscula para no comprometer a ninguno de ellos). Y que, sin embargo, muchos de los más execrables actos de la humanidad han sido cometidos en su nombre. Y yo le señalo a Francisco que no hace falta remontarse tan atrás. Ahora mismo podemos encontrar predicadores que se jactan de creyentes, y lo invocan cada tres por dos, que practican el amor fraterno echando espuma por la boca y escupiendo mala bilis cada vez que ponen en funcionamiento las cuerdas vocales.
Hay más infiernos –perdón, lo que sea– por estos predios del universo. Como el que van a padecer los villeros ante el anuncio de la empresa que gestiona el alumbrado público, al sostener que será el 100% sostenible. Por supuesto, como el de muchas zonas realejeras que utilizan luna y estrellas para los paseos nocturnos, para general regocijo de lechuzas, murciélagos y corujas. Ni diodos emisores de luz ni halógenos de bajo consumo, a oscuras y a tientas; ecología en estado salvaje.
Y como en Adeje hay un barranco que responde a la denominación que venimos anunciando, recuerdo que hace unas décadas, cuando el tristemente famoso boom de la construcción, te tropezabas con exalumnos, que ni siquiera habían obtenido el graduado escolar, que te echaban en cara el que cobraban en un par de semanas en el Sur lo que tú en un par de meses. Todos sabemos la situación cuando la burbuja estalló. Y este fin de semana he revivido el contexto cuando leo que el ‘negocio’ de los narcos en la Línea de la Concepción conduce a problemáticas semejantes, pues allí los mozalbetes también le espetan a sus maestros que en una noche ganan más dinero que él en mucho tiempo. Otro infierno, familiar y social. Los pelos como tachas.
¿Ya cayó la estación china? Lleven el paraguas por si acaso. A ver sin tanto tiempo pensando que el infierno estaba abajo y nos va a sorprender desde lo alto. Claro, la tentación vive arriba.

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