Cuando se tienen varios posibles temas para tratar en tu
comentario, te asalta la duda de si acabas por elegir aquel que pueda despertar
más interés en los potenciales lectores del blog. Que son unos cientos diarios
y merecen un respetito. Salvo cuando incursiono en asuntos locales de rabiosa
actualidad. Las desapariciones, más que ausencias, del señor alcalde, por
ejemplo, sin que haya sido capaz de renunciar a la parte proporcional del sueldo
en consonancia con los días, más que horas, que se encuentra missing; jolines, cómo progreso y sin
haber estudiado en Wyoming. Momentos en los que el contador de visitas se
disparata hasta los cuatro dígitos, lo que me hace pensar que cada vez somos
más los realejeros que no comulgamos con las campañas del bien quedar.
Cuando hoy lunes pude haber aprovechado por los recursos fáciles
de la derrota del Tenerife o el frenazo bilbaíno a las aspiraciones del Madrid,
amén del súbito desalojo de dos decenas de vecinos de la calle Tegueste (Punta
Brava), te habrás percatado, por la fotografía de Diario de Avisos, que me he
decantado por el disfraz estival.
Uno hizo sus pinitos, allá en los años mozos, y participó
activamente en varias facetas ‘carnavaleras’ (adjetivo que no recoge el DRAE,
pero que yo reivindico; así que amigo Humberto, ya sabes). Pero con el paso de
los años, bien sea por el peso o por cualquier otro efecto colateral añadido,
las presencias en los jolgorios de las carnestolendas han pasado a formar parte
del baúl de los recuerdos. Puede que sea por ello el que no acabe de entender
este trasvase de los otroras Fiestas de Invierno a fechas en las que no se
destaca Puerto de la Cruz por tener alojados en sus hoteles al turismo que
supuso el renombre universal de la ciudad.
Leo algunas informaciones en varios periódicos y ninguno
menciona que haya sido un éxito rotundo (una victoria sin paliativos, que se
diría en el argot deportivo) la cita de este fin de semana próximo pasado. En
la reedición del Mascarita, ponte tacón, verbigracia, una mínima expresión de
la versión original. A saber, un reducido número de participantes, ante una
concurrencia, congregada en los entornos de la Avenida de Colón, Paseo San Telmo
y plaza de Europa, que no ha venido a significar el tan deseado despegue de una
ciudad que, a mi modesto entender, requiere otros revulsivos.
No acabo de comprender esta manía de repetir actos fuera de
lugar. Puede que a los dirigentes se les hayan cortocircuitado las ideas. Y
actúen con dinámicas del dejarse llevar. Quizás pretendan emular a Rambos,
Tiburones, Harry Potter, Piratas del Caribe, Star Wars, el Señor de los Anillos
o Iron Man. Pero me da, y a los hechos me remito, que no carbura el invento. E intuyo
que las gentes no están por ensayos del tres al cuarto.
Puede que sea bueno el que los cargos públicos marginaran
procederes atávicos –y más en la añorada Ciudad Turística, donde si lo hizo el
otro, ajo y agua– y se dedicaran a estudiar la posibilidad de rescatar
actuaciones (eventos) que dieron lustre en un pasado no tan lejano. Menos mal
que el Mueca pudo ser redimido, porque a puntito estuvo de colgarse el lazo
negro.
Aquellos que paseamos por calles sumidas en total abandono,
que observamos cómo la vegetación se ha adueñado de aceras, que olemos
situaciones nada gratificantes en rincones emblemáticos, nos preguntamos si los
cargos públicos liberados hacen lo mismo que nosotros o circulan en coches
oficiales con cristales tintados y con el climatizador a tope.
Puerto de la Cruz requiere mentes despiertas y abiertas. Y
la cerrazón de los dirigentes actuales no hace vislumbrar un futuro optimista.
Por ello, itero, no acabo de captar a quiénes se dirigen estas iniciativas monótonas
y machaconas. ¿Se ha notado un incremento de turistas y se ha constatado un
aumento significativo en los alojamientos hoteleros, como antaño ocurría en las
épocas de esplendor carnavalero, aunque en el periodo pertinente?
Menos mal que sigue intacta la adicción del visitante.
Afortunadamente, y que siga durante unos siglos más, Puerto de la Cruz está muy
por arriba de vaivenes políticos. Y sus atractivos naturales e históricos pesan
mucho más que las ilustres posaderas de quienes se sientan en El Penitente.
Pero no estaría mal que una luz, divina o no, los alumbrara un fisquito para
que establecieran una programación de ocio digna. Tanto liberado, tanto asesor
y así nos va. Reúnan a los colectivos y planifiquen en conjunto. Pero cuando se
prioriza, como en mi pueblo, el cargo orgánico al otro que te paga los cuartos,
malo. Y cuando los siguientes están más pendientes de chanchullos y componendas
varias, peor. Y cuando los socios se apuñalan entre ellos y sacan a relucir
todos los trapos sucios, execrable. Así está Puerto de la Cruz, el Puerto de
toda la vida. El de los festivales del Atlántico y de Cine Ecológico y de la
Naturaleza. Qué pena. Menos mal que nos queda el Carnaval de Verano.
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