El sentimiento casi generalizado es que constituyen una
tomadura de pelo sin límites y un vano intento de justificación de los
diputados para presentarse ante la opinión pública como unos currantes de armas
tomar. El único provecho conocido es el del incremento salarial –pregúntenselo a
Quevedo y Oramas– en sus nóminas, porque siguen yendo a Madrid los martes por
la mañana y regresan a sus lugares de origen los jueves por la tarde. Es más, las
eternizan a base de marear perdices, y toda la fauna mundial, con tal de incrementar
un par de folios sus conclusiones, que pasarán a engrosar el capítulo de papel
mojado. Y si te he visto, no me acuerdo.
Anteayer, lo de Aznar fue de traca. Que, y hagamos memoria y
salvemos las posibles distancias de comportamiento, apenas difiere de la que en
su día Rajoy nos deleitó ante el tribunal de la Gürtel. Cuya sentencia es
archiconocida, pero que no se la enviaron a José Mari, por lo que en el
Congreso de los Diputados negó todo lo habido y por haber. Y después de
mostrarse como lo que es, un mentiroso compulsivo, sacó a relucir aquellos
aspectos de sus personalidad –chulería, arrogancia, petulancia, jactancia,
pedantería, engreimiento, vanidad, fanfarronería– con tanta eficacia que ya
ayer Casado demostró cómo son capaces de aprenderse las lecciones en el Partido
Popular. Por aquí decimos que todo se pega.
Como al actual presidente –reitero, ayer ungido por, quizás,
el más peligroso del Trío de las Azores– se halla en tela de juicio por la
jueza del caso Máster, cuya exposición razonada deberá ser sometida a consideración
por cuatro magistrados del Supremo (de cinco que conforman la Sala) ascendidos
a tal instancia por vocales del PP en el Consejo General de Poder Judicial,
lejos de amilanarse por hallarse en tal tesitura, se ha transformado en apenas
24 horas que ya imita el “váyase, señor González”, con un arrojo digno del
maestro, personaje currito donde los haya.
En mi pueblo no son ajenos a estas componendas. Y ayer,
asimismo, el señor alcalde daba a conocer la puesta en funcionamiento de otra
comisión: la de sugerencias y reclamaciones vecinales. Pero su carácter
olvidadizo provocó otra de sus amnesias seculares y no dio a conocer que lo que
ahora considera como logro del gobierno municipal (así, por la jeta), partió de
una propuesta del grupo socialista en una sesión plenaria de hace la tira, pero
que por evidentes razones electorales ve la luz cuando ya mayo se aproxima.
Y es que con el doctor Aznar como teólogo
de cabecera, qué otra cosa podría esperarse.
De igual manera que el expresidente niega la existencia de
la caja B (reconocida por la sentencia precitada), el no conocer a un tal Correa
(que casualmente fue invitado a la boda de su hija), mucho menos a otro mentado
como El Bigotes (será por eso que él se lo afeitó, como hizo también Soria),
amén de otras zalamerías, bélicas o no, la nueva hornada, realejera o no,
aprende a pasos agigantados. En unos trimestres más, alumnos aventajados.
Me traslada la wikipedia que las comisiones de investigación
son órganos que los parlamentos pueden crear para investigar situaciones de
interés público. Sus conclusiones no son vinculantes, siendo, por lo tanto,
decisiones políticas sin efectos legales. Sentado lo cual, díganme ustedes si
el esperpento aznariano del pasado miércoles, espectáculo grotesco con
categoría de huracán, constituyó lección a enmarcar.
Lo dicho, señores (y señoras) diputados (y diputadas):
échense, sus señorías, un higo de pico. Dos no, que se tupen. Malimpriados sueldos.
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