jueves, 6 de septiembre de 2018

Facebook

El que dejara descansar al blog –y a ustedes, de camino– durante el pasado mes de agosto, no significó que estuviese tirado a la Bartola o tostándome en cualquier playa. Ni siquiera me fui de viaje, que ya los jubilados podemos elegir fechas mejores y no tan agobiantes. Con la asistencia, tres días semanales, a la piscina municipal, servido.
Tampoco estuve demasiado pendiente de las redes sociales, pero sí que dediqué un poco de tiempo a observar los comportamientos humanos –que yo sepa, corríjanme, los animales aún no utilizan esa herramienta– en Facebook (Twitter no lo uso, prácticamente, salvo comprobar si aparece el enlace automático de la entrada del blog, porque soy consciente de que es manejado por varios amigos).
Proliferan, como los hongos, las noticias falsas (fake news, a lo moderno). Y siendo ello pecado mortal, no sé qué castigo deberá merecer el que tales hechos se compartan con pasmosa facilidad, con una alegría digna de cualquier tablao flamenco o tenderete en chiringuito con licencia de apertura por parte del Cabildo.
Puedo comprender, y comprendo, que no todo el mundo está capacitado para discernir acerca de la veracidad, o no, de cualquier comentario publicado. Para ello se requiere un ejercicio que no todos están dispuestos a realizar, porque la cultura del esfuerzo no está bien vista en un medio en el que si te aparece el cartelito de ‘Ver más’, ponle el cuño de que no te va a leer ni el familiar más allegado. Facebook, fundamentalmente, se inventó para escribir boberías y los temas de mayor enjundia no están abocados al éxito.
Ves, ya empezamos. Es mi parecer, tan respetable como tu postura. Y así se principia. Yo manifiesto que tengo fuentes dignas de todo crédito (en plural), que me señalan todo lo que se cuece en Madrid para perfilar el pacto entre Podemos e Izquierda Unida de cara a las elecciones municipales de mayo de 2019, lanzo la pulla correspondiente y luego tú me contestas, mero ejemplo, que mi información fue transmitida por un informante digno de todo crédito, a la par que me recomiendas beber en buenas fuentes. O no utilizamos idéntico código lingüístico, o alguno de los dos tiene un grave problema de comprensión lectora. Y si la disputa continuara, o continuase, agárrate con lo que pueda escribir el cuarto o quinto opinante. Imagínate si el asunto alcanzara, o alcanzase, los veinte censores, verbigracia. Ni el más remoto parecido con el origen.
Y a este juego se prestan algunos de los que se dicen periodistas. Porque si tú trabajas en un medio de comunicación, deberé presuponer mayor seriedad en el tratamiento de lo que plasmes en los foros virtuales. Y aquí sí cabe lo de beber en todas las fuentes. Porque considerar como palabra de Dios un artículo de opinión de cualquier diario nacional, en los que ya sabemos de qué pata cojean en sus líneas editoriales, y lanzar ataques furibundos contra el gobierno de Pedro Sánchez, contra las supuestas purgas en TVE (no dudan algunos en hablar de despidos), en cancelaciones de programas y otras lindezas de similar porte, deja mucho que desear en quienes tienen la sacrosanta misión de informar con veracidad. Y ya en este pueblo, Los Realejos, con los desdobles de personalidad que sufre nuestro alcalde vamos curados en salud.
Las prisas son malas consejeras. Y cuando uno se sienta –o de pie, da lo mismo– a escribir, debe intentar ser consecuente. Mucho más si a diario te colocas delante de un micrófono. Y como hace unos días reproduje en la red social que hoy nos concita una frase atribuida a Séneca (Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones), no sería mala táctica que en periodismo se practicara con más frecuencia el examen de conciencia. O si lo prefieren, el consultar con la almohada, antes de virar la proa pa´l marisco, si mereció la pena el quehacer diario. Suelo hacerlo con alguna frecuencia, a pesar de que mi trabajo no se halla sujeto a más condicionantes externos que el respeto hacia todo aquel que se alonga a este blog.
Quizás por ello también aproveché agosto para repasar algunos artículos de opinión que, tanto aquí como en Pepillo y Juanillo, fueron objeto de malinterpretaciones, y colegí que aún sigue existiendo analfabetismo funcional en el apartado de la comprensión lectora. Porque no hallé motivo para desdecirme de lo más mínimo. Ni en aquellos que fueron tan sesgados por quienes creyeron ser destinatarios de los dardos verbales, aun sin serlo, y que supusieron defensas a base de sacar palabras o frases de contexto, mezclar churras con merinas y ejecutar un totum revolutum digno de comentario de texto, cuando lo normal debería pasar por dar a conocer el objeto de la discordia para que cada cual, con conocimiento de causa, y no a la ligera como se estila en Facebook, emita la opinión que considere menester. ¿Una asignatura de periodismo en la ESO? Me apunto.
Concluyo con esta cita leída hace tres días: Radio El Día arranca la nueva temporada y consolida su audiencia. Es costumbre inveterada, asimismo de más medios de comunicación. Y me pregunto si no parecería más lógico esperar un tiempo para asegurar eso de que la audiencia se consolida. En fin.

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