El Supremo indica que aunque las emisiones radiofónicas de
Chavanel sean etiquetadas como “de opinión” resulta irrelevante, “pues lo
relevante es su contenido y naturaleza real, no la etiqueta que se le quiera
atribuir”.
El alto tribunal resalta que la conducta que Chavanel
atribuyó a Hernández suponía “un grave desprestigio” y cuestionaba su
“integridad moral”, además de atribuirle “la comisión de hechos ilícitos,
cuando no delitos”. Al no ser informaciones “veraces”, la intromisión en el
honor de Hernández es “ilegítima”. Y, en cuanto a los calificativos empleados,
“no pueden justificarse” en que “eran juicios de valor sobre
informaciones veraces” porque se trataba de informaciones falsas.
Cuando uno leyó esta reseña en el Diario de Lanzarote en los
primeros días del veraniego julio, aunque se encontraba de vacaciones
blogueras, se sintió en la obligación de teclear un par de párrafos. Porque de
inmediato pensó si por estos lares no vienen ocurriendo episodios similares
desde ha bastante en al menos dos medios de comunicación audiovisuales, el uno
privado, pero el otro público, con el agravante que ello supone. Basta cambiar
los nombres de los implicados y la cuestión es completamente extrapolable. Y
conociendo el exquisito léxico empleado en esos dos lugares del Valle de La
Orotava, seguro que el fiscal hallaría más elementos de juicio que en los
aledaños del Charco de San Ginés. Porque condenas ha habido, pero como se incide, entiendo que han debido ser llevaderas (económicamente) o existe un pagador oculto por intereses no confesados.
Como uno de los que tú ahora mismo le estás poniendo el
retrato se ha dedicado últimamente a defender, con sobrados argumentos
legislativos y amplios conocimientos de interpretaciones jurídicas, las
supuestas amenazas que viene sufriendo la fuerza política de sus amores (Vox),
tildándolas de delitos en toda regla, aconseja, humildemente, la compra de un
buen espejo o recordar aquello que dice el sartén a la olla: Quita pa´llá que
me tiznas.
Cómo me encantan esos programas en el que debaten sesudas
analistas y el conductor se carcajea. En los que las llamadas telefónicas refuerzan
el conocimiento y quejas, por ejemplo, de yo no veo esos bodrios (televisivos)
por su escaso nivel curturar. Para
enmarcar.
Acabaré dándole la razón a Rajoy: Viva el vino. Y es que
cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor. En fin, hasta
mañana. Y a perdonar la poquedad.
A ver si cunde el ejemplo.
ResponderEliminarLeña al mono, con perdón a los animalistas por lo que pueda pasar,salud maestro
ResponderEliminar