miércoles, 9 de septiembre de 2020

Godo 'jediondo'

Rubén Darío Vega (que nada tiene que ver, ni comparancia, con el de Margarita, está linda la mar) es diputado de Vox por la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Su última hazaña política ha consistido en haber calificado a Pablo Iglesias, uno de los vicepresidentes del Gobierno de España, de la manera que yo titulo el presente comentario. Bueno, el ha dicho hediondo, porque a pesar de llevar casi cuarenta años viviendo en estos peñascos (nuestro hombre es asturiano), aún no se le ha pegado la aspiración de la hache, aspecto con el que los canarios ponemos más énfasis en determinadas palabras. Vamos, que hacemos hablar a la muda sin mayores complicaciones.

He tenido la fortuna de compartir trabajo con varios asturianos. Algunos echaron raíces a la sombra del Teide y por aquí continúan. Como presumo de conocer su bonhomía, seguro que se han avergonzado de la actitud del cargo público de marras. Porque, a lo peor, podríamos darle la vuelta a la tortilla y aplicarle la medicina recetada. Ya puestos.

En algún medio de comunicación leo que sus manifestaciones no han gustado a más de un militante de la formación de ultraderecha. Pero estoy convencido de que habrá otros –uno bien cercano– que habrán agarrado el teléfono para transmitirle la más cordial felicitación por el exabrupto e indicarle que se quedó corto con el comunista. ¿O es que, acaso, en (in)cierto bodrio audiovisual no se han escuchado barbaridades mayores? Peccata minuta podría considerarse el desliz del don Pelayo de turno ante los embates marineros (ranilleros) que la cohorte de tertulianos… Ya está.

Estos individuos, que aluden siempre en sus intervenciones a la moral, el honor, y rectitud (honradez, integridad), sublimes principios por la que debería guiarse la sociedad española (ay, si gobernaran, todo tiesitos como una vela) son, en el fondo, el espíritu de la contradicción. Como Abascal cuando se le llena la boca hablando del trabajo y no ha dado en su vida (ni en bajada) un palo al agua, sino siempre ordeñando la teta pública.

El tal Rubén Darío, allá por 2012 fue sancionado por la Consejería de Educación (siendo profesor del Instituto de Formación Profesional Marítimo Pesquero) a la suspensión de empleo y sueldo durante tres años. Y es que nuestro ejemplar ciudadano compaginó dicho quehacer docente con el ejercicio de actividad privada en una empresa (era socio, apoderado y administrador) dedicada a la acuicultura y, qué casualidad, había firmado un convenio de colaboración para que sus propios alumnos se formaran en ella. Todo ello sin haber solicitado la compatibilidad pertinente, hecho que la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, con la que concluye el largo proceso judicial entablado, consideraba no factible, por lo que la sanción no solo estaba ajustada a derecho, sino que la veía benévola dado el tiempo que concilió ambas actividades.

Estos son los mimbres de sujetos tales. Un día mueren envenenados al morderse la lengua. Pero debemos reconocer que su discurso –a pesar de que su integridad no corre paralela con la prédica desplegada– sigue calando en un sector de la población que vive de nostalgias y se deja embaucar con cantos de sirena. Que manifiestan un odio visceral a todo cuanto suponga merma en la hegemonía del macho ibérico y que sajarían por lo sano con tanta mojigatería en esta sociedad necesitada de hombres de pelo en pecho y no esta farsa de…

No creen en esta democracia, pero bien que se aprovechan de ella. Aunque sería muy preocupante el incremento electoral, espero y confío que sigan siendo la excepción. Quien lleva unos años más de andadura en el sistema actual, echa la vista atrás y… se sacude la cabeza y se le pasa enseguida.

Me quedo, en suma, con el Darío que cantara a Campoamor con aquello de: Este del cabello cano, como la piel del armiño…

Lo dicho, sean felices y a disfrutar. Y cuídense de sujetos de dudosa calaña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario