Parece que el bichito ese que nos trae a mal vivir ha
despertado conciencias políticas. Mejor, de algunos políticos. Que no cargos
públicos. Porque los que se perpetúan cambian de categoría. Uno de los ejemplos
más significativos podría ser Casimiro Curbelo, cuya estatua sustituirá la del
Cristo en la ya célebre loma del barranco del Machal. No ha hecho falta
consultar el cambio porque los gomeros –más los de fuera que los de dentro–
saben que esa será la única manera de que la faraónica obra que se acomete no
pasará a engrosar la larga lista de objetos perdidos. Y ya está, que te
enrollas con otras cosas y olvidas el meollo.
Pues sí, Curbelo Curbelo, tan pluriempleado como el alcalde
de mi pueblo, echó una visual a los bancales abandonados de su isla, más
abundantes que las palmeras de Tazo y la miel de ídem de Alojera, y pensó que
era el momento adecuado para conceder una entrevista. Que viste diferente (en
la variedad está el gusto) a la encíclica (carta solemne que dirige el sumo
pontífice a todos los fieles del orbe) dominical.
Hay que diversificar la economía, sentenció. Ya que ni la
visita de Merkel está asegurada, apostemos por reforzar otras parcelas
productivas, como el sector primario, el comercio, la industria o las nuevas
tecnologías. Y canalicemos de manera decidida nuestros esfuerzos en el desarrollo
de las energías renovables.
Los plumillas, como siempre, escribieron el, y al, dictado.
La Gomera, ipso facto, cambió su cara y silbó de alegría. Desde Agando bajaron
loas (alabanzas, elogios, encomios, ponderaciones, lisonjas, cumplidos,
panegíricos…) y La Laja y Los Chejelipes resplandecieron con inusitada
claridad. Vamos, se renovaron de tal manera que los embalses rebosaron de
alegría. Y el horroroso cableado de los tendidos eléctricos y telefónicos
apareció flotando, casi por arte de magia, en Chinguarime para monumental
cabreo de José Luis, concejal lagunero.
Al día siguiente de aparecer publicada la buena nueva, los
barcos de Fred Olsen y Armas –más alguna lancha desde Playa San Juan y Alcalá–
llegaron petados a La Villa. Hasta de la chimenea venían colgando los rezagados
a la hora del embarque. En sus coches no cabía una semilla más: papas,
boniatos, cebollinos, bubangos, calabazas, tomates, alcachofas, brócoli,
acelgas, espinacas, ajos, apios, nabos, perejil, lechugas, frutales de todas
clases… No sigo para no cansarte, pero aquello daba gusto contemplarlo.
Y allí, como no podía ser de otra manera, Casimiro y sus
consejeros (los de ASG), no solo daban la bienvenida a los agricultores
retornados, sino que les suministraban un pack
de aperos de labranza (pilas de recambio incluidas) y otro de abonos última
generación (ecológicos, por supuesto). Amén de unos vales para la manutención
de la prole hasta que los campos dieran el fruto apetecido. El papeleo para
matricularlos en los centros docentes…
Ya está bien de tomarnos por tontos. Después de muchas
décadas tejiendo una red clientelar (feudalismo de nuevo cuño) por la que
tienes en nómina cabildera al calado suficiente para perpetuarte, descubres la
pólvora con esas declaraciones. Si a ti lo que realmente te interesa es tenerlos
empadronados en caseríos vacíos (¿te pongo ejemplos?) que ya vendrán cuando
estiren la pata, que el entierro es gratis. Mientras, te conformas con el voto
cada cuatro años y la visita a Chipude por la Virgen de Candelaria. Y de seguir
por tus predios, a limpiar cunetas medio año y la otra mitad de comisario
político.
Cuando la gallina ponía todos los días, nos hinchábamos de
tortillas. Ahora que el animal anda pachucho, surgen las pócimas milagrosas de
los agoreros de turno. Y tú no podías faltar a la cita. Eso sí, vaya por
delante la coletilla de que el turismo no puede ser dejado de lado. ¿Hacemos un
repaso –hemerotecas al canto– de tus fallidas campañas agrícolas? Pues yo cada
vez que voy sigo encontrando caras las frutas y hortalizas. De los combustibles
hablamos otro día. Además, pronto serán cosas del pasado con las energías
renovables que le vas a copiar a los herreños. Y luego te quejas cuando ellos
insisten en lo del silbo. En fin. Y se acabó.
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