lunes, 7 de septiembre de 2020

Diversificar la economía

Parece que el bichito ese que nos trae a mal vivir ha despertado conciencias políticas. Mejor, de algunos políticos. Que no cargos públicos. Porque los que se perpetúan cambian de categoría. Uno de los ejemplos más significativos podría ser Casimiro Curbelo, cuya estatua sustituirá la del Cristo en la ya célebre loma del barranco del Machal. No ha hecho falta consultar el cambio porque los gomeros –más los de fuera que los de dentro– saben que esa será la única manera de que la faraónica obra que se acomete no pasará a engrosar la larga lista de objetos perdidos. Y ya está, que te enrollas con otras cosas y olvidas el meollo.

Pues sí, Curbelo Curbelo, tan pluriempleado como el alcalde de mi pueblo, echó una visual a los bancales abandonados de su isla, más abundantes que las palmeras de Tazo y la miel de ídem de Alojera, y pensó que era el momento adecuado para conceder una entrevista. Que viste diferente (en la variedad está el gusto) a la encíclica (carta solemne que dirige el sumo pontífice a todos los fieles del orbe) dominical.

Hay que diversificar la economía, sentenció. Ya que ni la visita de Merkel está asegurada, apostemos por reforzar otras parcelas productivas, como el sector primario, el comercio, la industria o las nuevas tecnologías. Y canalicemos de manera decidida nuestros esfuerzos en el desarrollo de las energías renovables.

Los plumillas, como siempre, escribieron el, y al, dictado. La Gomera, ipso facto, cambió su cara y silbó de alegría. Desde Agando bajaron loas (alabanzas, elogios, encomios, ponderaciones, lisonjas, cumplidos, panegíricos…) y La Laja y Los Chejelipes resplandecieron con inusitada claridad. Vamos, se renovaron de tal manera que los embalses rebosaron de alegría. Y el horroroso cableado de los tendidos eléctricos y telefónicos apareció flotando, casi por arte de magia, en Chinguarime para monumental cabreo de José Luis, concejal lagunero.

Al día siguiente de aparecer publicada la buena nueva, los barcos de Fred Olsen y Armas –más alguna lancha desde Playa San Juan y Alcalá– llegaron petados a La Villa. Hasta de la chimenea venían colgando los rezagados a la hora del embarque. En sus coches no cabía una semilla más: papas, boniatos, cebollinos, bubangos, calabazas, tomates, alcachofas, brócoli, acelgas, espinacas, ajos, apios, nabos, perejil, lechugas, frutales de todas clases… No sigo para no cansarte, pero aquello daba gusto contemplarlo.

Y allí, como no podía ser de otra manera, Casimiro y sus consejeros (los de ASG), no solo daban la bienvenida a los agricultores retornados, sino que les suministraban un pack de aperos de labranza (pilas de recambio incluidas) y otro de abonos última generación (ecológicos, por supuesto). Amén de unos vales para la manutención de la prole hasta que los campos dieran el fruto apetecido. El papeleo para matricularlos en los centros docentes…

Ya está bien de tomarnos por tontos. Después de muchas décadas tejiendo una red clientelar (feudalismo de nuevo cuño) por la que tienes en nómina cabildera al calado suficiente para perpetuarte, descubres la pólvora con esas declaraciones. Si a ti lo que realmente te interesa es tenerlos empadronados en caseríos vacíos (¿te pongo ejemplos?) que ya vendrán cuando estiren la pata, que el entierro es gratis. Mientras, te conformas con el voto cada cuatro años y la visita a Chipude por la Virgen de Candelaria. Y de seguir por tus predios, a limpiar cunetas medio año y la otra mitad de comisario político.

Cuando la gallina ponía todos los días, nos hinchábamos de tortillas. Ahora que el animal anda pachucho, surgen las pócimas milagrosas de los agoreros de turno. Y tú no podías faltar a la cita. Eso sí, vaya por delante la coletilla de que el turismo no puede ser dejado de lado. ¿Hacemos un repaso –hemerotecas al canto– de tus fallidas campañas agrícolas? Pues yo cada vez que voy sigo encontrando caras las frutas y hortalizas. De los combustibles hablamos otro día. Además, pronto serán cosas del pasado con las energías renovables que le vas a copiar a los herreños. Y luego te quejas cuando ellos insisten en lo del silbo. En fin. Y se acabó.

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