Cuánta tinta vertida, cuánta tecla desarmada, cuánto
comentario difundido, cuánto reguero de polvo en las redes sociales. Y no
satisfecho con indigestarme, va este pueblerino y se acomoda frente al teclado
del ordenador para plasmar unas líneas de las enseñanzas que cado año la Nochevieja
nos brinda. Y de las que me entero siempre en los días siguientes porque llevo
vasta temporada en que no alcanzo la medianoche. A eso de las diez, este servidor
de ustedes ya se comió las uvas y se halla tranquilamente en su cama
disfrutando de la lectura que le conducirá a saludar al nuevo año cuando en la
madrugada va al baño a hacer sus necesidades fisiológicas más perentorias.
La Radiotelevisión Canaria se me parece cada vez más a
cierta emisora municipal de radio. Pues se despilfarran los dineros públicos
sin mayor rubor, sin recato alguno y con atisbos de total prepotencia. Se
amparan y escudan estos medios de comunicación en absurdas guerras de
audiencias, cuando sus objetivos deben ser otros. ¿Tenía competencia alguna la
tele canaria a la doce de la noche del pasado 31 de diciembre (o a las cero
horas del día 1 de enero) como para presumir de cuotas de pantalla? Yo le
pediría a Kantar Media (antes Sofres Audiencia de Medios) que ponga un
audímetro en mi casa.
En la presente ocasión la tropa (una pequeña representación
en la foto) se marchó a La Gomera, a La Villa, más concretamente. Y me alegré de
que yo estuviera en El Hierro. De lo contrario, me hubiese dado un yeyo. San
Sebastián es ventoso a más no poder. Algo que debe conocer mejor que yo Santiago
Negrín, presidente del Consejo Rector de Radiotelevisión Canaria. Al que podrás
contemplar dando un cariñoso pellizco (presuntamente) a la protagonista de la
polémica (y va una larga década sin que se haya producido el salto… a la tan
ansiada fama allende los mares) con su mano izquierda, mientras que con la derecha
compite a lo Adamo Salvatore y Mis manos en tu cintura (Mes mains sur tes
hanches).
Leo en Canarias7: “El motivo de la polémica está en el hecho
de que Eloísa González llevó un traje con una gran apertura desde la ingle y,
con el viento reinante el 31 de diciembre, hubo un momento en que se pudo ver
algo más de lo que seguramente ella quería”. Tengo mis razonables dudas. Porque
amplísimas muestras de enseñanzas e ilustraciones me señalan lo contrario. Que
el dilatadísimo recorrido es de órdago.
¿Montaje? Puede. De todo hay en la viña. Y artículos se han
publicado unos cuantos. Desde aquel que sostiene que la susodicha está en todo
su derecho (le faltó añadir el izquierdo) de enseñar lo que le salga de allí (bueno,
escribió otra cosa, pero debo ser comedido por si me leen inocentes), hasta
escritora de renombre que no se siente identificada con estos usos y manejos de
la mujer como mero objeto de deseo.
Pena y lástima siento cuando contemplo cómo la feminidad se
reivindica a base de mostrar carne. Incluso para demostrar que sabes cantar. En
años anteriores tocó por arriba y en este el recato descendió unos decímetros.
Y en tal sentido ha habido sonora protesta por parte de una consejera del
precitado Consejo Rector. Que irá directamente al cubo de la basura (o papelera
de reciclaje).
El bañador de Cristina Pedroche ha quedado en segundo plano.
Bien eclipsada, la pobre. De poco han valido las calenturas del cocinero
Chicote. Quien debió darse un salto a Canarias para aliñar otros guisos. Porque
por aquí también sabemos de cacerías cuando se levanta la veda. ¡Oh!, yo mismo,
sin ir más lejos, me tropecé con unas perdices y unos gazapos que corrían
alegremente en la Isla del Meridiano.
No solo llevaba ropa interior, sino, además, una media
tupida, alega en su defensa la norteña. Y es que después de una década, quiso
mostrarse más recatada, sin tanto escote. Claro, y así tuvimos que bajar la
mirada. Por pudor, más que por otra cosa.
“No me siento utilizada”. “Me han llamado de medios
nacionales durante todo el día”. “Hay cosas que sí son verdaderamente
importantes en una retransmisión de calidad y no en si un vestido es más o
menos sexi”. “Fíjate si estaba tapado que a mí no me llegó fresquito ni nada”. “A
mí la tele no me obliga a ponerme ningún vestido”. “¿Qué pasa, que ya las
mujeres no nos podemos poner un escote o una minifalda si nos apetece?”.
Profundas reflexiones. Así se aúpa la moral de un país
alicaído. Esa es la clave. De ja o de je. Con nuestras vergüenzas al
descubierto. Y mientras decenas de miles buscan denodadamente un trabajo, otros
dilapidan recursos. Había que agradecerle los servicios prestados a Casimiro.
Son los repartos que siempre han gustado a Coalición Canaria. Con los que se
desarrollará la economía del archipiélago. Estas noches locas (que no de
taifas) y desenfrenadas reportan pingües beneficios. Y como nos quedamos con lo
que la pantalla nos brinda, obviamos la parafernalia de la retaguardia. Gracias
a las inyecciones presupuestarias que supondrá el voto de Anita Oramas, podemos
permitirnos unos desahogos. Estoy pensando hablar con mi alcalde para que me dé
unas lecciones de cómo ir a cazar conejos. Me imagino que una vez al año no me
hará daño. Porque las cosas que se repiten hasta la saciedad no solo cansan, sino
que fastidian, empachan y asquean. Aun en compendio payaso.
Sigan portándose bien, que ya Los Reyes vienen por La Palma.
Esperemos que en la escala en La Colombina no los acapare el que ahora tiene la
sartén por el mango. Lo mismo alega que ya tuvimos bastante con el numerito de
Miss La Guancha 1999.
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