Ayer, como todos los lunes, miércoles y viernes, me fui a la
piscina municipal. A caminar en el agua, más que a nadar. Eso bien temprano,
con la fresca, que se decía tiempo atrás. Y tanto que la diferencia entre la
temperatura exterior y la del agua donde te remojas puede alcanzar casi diez
grados a esas horas tan mañaneras. Lo que se agradece sobremanera.
Tras el desayuno, la pastilla de la tensión y la primera
ojeada a los digitales de costumbre –próximo a las diez y cuarto, expresión clásica
de mi madre– coge uno el coche para bajar hasta la antigua autovía (TF-320),
otra de las tantas reconvertidas a modernas avenidas del colesterol. Suelo
aparcar el fotingo cuando el terreno se pone llano. Ayer fue en la zona de Los Barros.
Justo al lado de un elegante nisperero que se halla en las cercanías del local
social de la Asociación de Vecinos Cañaveral, de La Carrera.
Unos primeros metros muy despacio para que las
articulaciones se vayan poniendo a punto. Vamos, calentando. Porque tobillos y
tendón de Aquiles parecen aún molestos con el calcáneo y no deben llevarse muy
bien. La ‘desembocadura’ del Camino (o calle) La Palma, primera dificultad.
Atravesar cualquier espacio inclinado pone a prueba una paciencia que sigo sin
adquirir. En el paso de peatones que se halla al inicio de la Calle Las Cuevas,
justo en su salida (o entrada) hacia la nueva rotonda (la de las gasolineras,
para entendernos), un elegante vehículo lo ocupaba en su totalidad. Con el que
me tropecé el jueves de la pasada semana, tuve la suerte de que su conductora
lo retiró un poco, pero este del pateo que te cuento se hallaba muy concentrado
con su móvil y no estuvo por la labor. Es más, cuando le hice una señal para
indicarle que no era sitio para estacionar, abrió la puerta y me lanzó un muy
elegante ¿y qué? Menos mal que no me tuve que echar a correr. Si no, la cago; y
me cago. Ojalá pueda pasar la policía municipal más a menudo por el lugar,
porque como a la vuelta había otro, deduzco que la cafetería de la Pcan debe
tener los cortados baratos. No hará falta contarte que interiormente le deseé
que algún día padezca la dificultad de la que ahora mismo yo puedo presumir y
se encuentre con otro individuo tan generoso y educado como él.
La foto con la que ilustro esta entrada es de la situación
anterior a la remodelación habida en la zona. Espero que cualquier técnico me
explique si el panorama actual ofrece mayores ventajas. El recorrido de las
ambulancias me señala que no. Y la triste presentación de las losetas del
acerado, sobre todo las del costado norte, retrata una obra que estéticamente
puede aceptar un aprobado pero que su operatividad, para ser entrada y salida de
una población importante, deja mucho que desear. Si un día ocurriera una
desgracia en San Agustín o Realejo Bajo y tuviesen que acudir varios vehículos
pesados de los servicios de emergencia, chiquito marrón.
Pasito a pasito ya estoy cruzando el puente del final de la autopista
(TF-5). ¿Se han fijado en la baranda metálica? Se cae a cachos. Pero me imagino
que estarán esperando (sí, ya sé Manolo que no es competencia municipal, pero
tú te codeas con la superioridad casi todos los días, porque tus otras
ocupaciones te han vuelto viajero) a que el arreglo vaya incluido en la
adecuación total del entorno. Si estas rotondas estuviesen en Gran Canaria, por
ejemplo, los escultores tendrían curro asegurado una buena temporada. El hierro
está sujeto a las inclemencias del tiempo y, como el colocado en el sendero de
la carretera de Icod el Alto, requiere del adecuado servicio de mantenimiento.
Y ya que estoy, rebajen el escalón para subirse a aquella acera. Por allá
pusieron un bloque, pero está suelto y se menea que da gusto. Como me caiga
otra vez, demandaré daños y perjuicios. Así que ya lo sabes, Domingo.
Cruzamos la vía que baja por El Castillo hacia el barrio de
Toscal-Longuera, esa que llevan asfaltando desde un par de trienios atrás (ya
no existe ni paso de peatones) y tomamos el arcén izquierdo (sentido hacia Las
Arenas). Cambia el panorama y por aquí la pata se pone contenta. Ya es factible
un recorrido más placentero. Aunque en la rotonda (otra más) del enlace de la
variante de El Bosque (bueno, lo que dejaron) lo único atractivo es un señor
que se pone a leer el periódico (para eso se molestó y colocó en el centro unas
piedras donde depositar el culo) hasta que un despistado (que los ha habido, y
varios) se lo lleve por delante. ¿Tú has contado cuántas farolas faltan? ¿Y la
vegetación? Mejor es que la ahonden un poco, la llenen de agua y trasladen los
patos del estanque cercano. Donde alguien ha colgado un cartel (aviso para que
no le echen de comer a las aves) tan repleto de faltas de ortografía que hasta
los propios animales se echan fuera para leerlo. Antológico.
Enfrente del Parque de La Higuerita se encuentran las instalaciones
de la Fundación Loro Parque. En las que siguen construyendo grandes recintos
metálicos para los que, me imagino, sus responsables habrán solicitado los
correspondientes permisos. Y donde la vegetación exterior sigue invadiendo
espacios públicos sin que se proceda a la poda pertinente. Me da que no se
actúa igual con todo hijo de vecino y la cartera sigue pesando bastante.
Y después comienza el rabo de gato. Qué preciosidad. Cuánta
exuberancia. Están las cunetas y huertas adyacentes de una hermosura digna de
admirar. Que vuelvan los técnicos del Cabildo a desbrozar. Pero no olviden que
deben hacerlo en días soleados y con algo de viento. Como en la anterior ocasión.
Para que la expansión sea total, sublime, escandalosamente oportuna.
Bueno, llegué hasta La Vera, entré en cierta entidad
bancaria a preguntarle al cajero como iba lo mío, y luego puse la primitiva
pasado el antiguo cine. Sin gastarme un euro. Una que compré en Palma del Río
(Córdoba) hace tres semanas, me sigue sorprendiendo con reintegros y lo más una
de tres.
Con la fortuna en el bolsillo hice el camino de vuelta. En
el paso de peatones que te señalé al principio ya no se encontraba el del
móvil, pero sí que había otro coche bien cerrado, como ya te conté. Menos mal que con estos desvíos, si me matan
me tendrán que pagar nuevo, con dos patas de fundamento.
¿Lloverá? Falta está haciendo. Hasta mañana.
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