Se ha iniciado enero y, por ende, un nuevo año. A pesar de
que estuvimos unos diez u once meses con un gobierno en funciones, con lo que
los parlamentos (nacional y autonómicos) paralizaron su actividad casi al
ralentí (pero siguieron percibiendo todos el sueldo íntegro), no se les ocurre
a sus señorías sino seguir de vacaciones todo este mes. Será en febrero cuando
retomen la actividad, en vez de predicar, siquiera por una vez y sin que les
sirva de precedente, con el ejemplo y habilitar estos treinta y un días para
sacar adelante los asuntos pendientes. Qué va, lo mismo se acostumbran. Y eso
duele.
Mientras se dedican a resolver sus cuitas partidarias, a los
ciudadanos se nos pone cara de tonto. Los que tienen trabajo porque entienden
que para ganarse los garbanzos es necesario dar el callo. Los que no lo tienen,
por desgracia, porque observan que cada día que pasa se presenta el panorama
igual de negro que la jornada anterior. Y a los jubilados porque entendemos que
una subida en la pensión de un cuarto de punto no resuelve, en manera alguna,
el déficit que se nos acumula cada ejercicio económico. Y arriba hemos de presentar
la declaración por una renta que no es tal. Mientras, los emolumentos de altas
instancias disfrutan de unas exenciones que ya bien quisiera el resto de
mortales.
Pediremos esta noche que se obre el milagro. Y que nos
llegue de Oriente el alivio. Al tiempo, si les parece, pongan en el zapato una
nota a ver si los señores (y señoras) diputados (y diputadas) agarran un fisco
de pudor (recato, decoro, honestidad) y se ponen a velar por nuestros intereses
(eterna canción de periodos electorales) y no por los suyos. Que dediquen
cuanto menester fuere a resolver los problemas de los ciudadanos y no los de
sus partidos. Que cojan un mes de vacaciones (algunos contribuyentes ni a eso
llegan) y los once restantes serán para justificar la sangría que suponen a los
Presupuestos Generales del Estado. Que se les vea un detalle, que se dice.
Lo malo es que las toneladas de basuras que han originado
las fiestas de Fin de Año flaco favor prestan a los que nos quejamos y elevamos
la voz (o la escritura) para denunciar situaciones anómalas. Se sostiene que se
bebe para olvidar. O para dar la nota. O para hacer el machango. O para aparentar.
O para ocultar la cabeza y ojos que no ven… Lo cierto es que las fotografías
del día después, las del chocolate con churros, señalan cuánta hipocresía
existe en la sociedad. La diversión va en función de plásticos y envases. Es
directamente proporcional al número de kilos de porquería acumulada. Y tales
modismos se pegan como la gotita. Ya es patente el progreso en localidades de
escasa entidad poblacional que se suben al carro de los adelantos de la
civilización. Los gobernantes de turno aportan su granito de arena poniendo a
disposición de los que gozan de flaca memoria de los elementos necesarios para
el deleite. Porque la adicción provocará reacciones conducentes al alejamiento
de la realidad cotidiana. Que sigan viviendo en esa burbuja. Toma este vaso y
disfruta del placer de la bebida. O más en canario, hínchate como una pita.
Olvida tus penas y no me molestes. No demandes. Sé obediente. Despierta ese
instinto. Sumérgete en la vorágine. Se impone la masa. De mierda. Qué ídem.
Pero los hay cuerdos. Que toman otra gasolina. Y hacen cola.
Largas filas a la espera del maná. Allá en el Sur. Que preocupan acá en el
Norte. Reyes que acuden en modelo décimo. A la módica cantidad de unos pocos
euros al alcance de cualquier economía. Combustible con el que se pretende
circular de manera más aliviada. Aunque al albur de bombos y sorteos. En la
tómbola de la vida todo es posible.
Sí, ya vienen los Reyes. Ya veo los camellos allá en lo alto
de la cordillera. Preparemos la manada de hierba porque llegarán fatigados y
les restará mucho camino por recorrer. Y nos iremos pronto a la cama, que si
nos descubren despiertos seguirán de largo. Por favor, no les pongan una copita
de licor por si el frío los atenaza. Serían tantos los buchitos que no
cerraríamos el círculo vicioso. Y no es mi intención volver a empezar.
Cierra los ojos, retrocede las décadas de rigor y sueña. Y
que te dejen mucho. Yo permaneceré vigilante en La Corona.
Gocemos de este amplio fin de semana y si lo estimas
oportuno, nos citamos para el próximo lunes.
Y una pregunta por si puedes ayudarme: Cuando Eloísa dice
que ‘eso’ no tiene importancia, ¿hace alusión a ‘aquello’? Fuerte matraquilla
se me metió.
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