Nos indica el DRAE que periodismo es la captación y
tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera
de sus formas y variedades. Así como estudios o carrera de periodista. Y de
este, dos acepciones: Persona legalmente autorizada para ejercer el periodismo
y persona profesionalmente dedicada en un periódico o en un medio audiovisual a
tareas literarias o gráficas de información o de creación de opinión.
Lo de legalmente lo entiendo, por similitud con las definiciones
de otras profesiones, como hallarse en posesión de la titulación pertinente.
Aunque la segunda acepción, y yo también así lo comparto, deja abierta la
posibilidad a todos aquellos profesionales –y los hay buenos– que contando con
otros estudios, en principio no relacionados con este gremio, vienen
desarrollando una magnífica labor en este campo o sector.
Ahora bien, nos tropezamos con el problema añadido. El de
aquellos, y desgraciadamente abundan, intrusos y advenedizos que poseen una
deontología tan sui géneris que no bastaría con el simple repudio para
encuadrar su quehacer. Suelen ser los terroristas de las ondas, porque un
bolígrafo o teclear unos renglones quedan bien lejos de unas capacidades bajo
mínimos. Aquellos que olvidan que la información difundida debe ser veraz y no
meras elucubraciones de imaginaciones incendiarias.
Si has intuido que hago referencia a hechos concretos, y que
las redes sociales han divulgado últimamente con toda profusión, ¿quién soy yo
para llevarte la contraria? Lo malo es el contagio. El cesto se pudre porque no
atajamos a tiempo la putrefacción (corrupción moral) y los miasmas se han
propagado. Con el peligro de que algunos han caído en la trampa y pretenden
defenderse con idénticas armas. Craso error.
No es que exista comparación posible con lo anteriormente
mencionado, pero creo necesarios ciertos controles ante lo mucho que se publica.
Y no se me entienda como vueltas de tuerca o retornos a un pasado de leyes
menos permisivas. Para tales encomiendas deben estar la justicia u otras instancias.
Censura, no, cordura, sí. Y muchos kilogramos de sensatez.
Un titular de ayer mismo: “Seis años por asesinar a su
hermano”. Y este subtítulo: “El juicio por el fratricidio ocurrido en San Andrés
en mayo del año pasado comenzará mañana en el Palacio de Justicia”. Ya no leí
más, por si acaso. Aquellos ‘profesionales’ que se hallan encuadrados en este
apartado (llamémosle de sucesos) no se destacan por su claridad. Suelen ser tan
espesos como las notas que remiten los gabinetes policiales.
Hace unos días nos enterábamos de que el Cabildo palmero
destinaba 10.000 euros a la celebración del cumpleaños de Luis Morera. Claro,
expresado así, da la impresión de que las autoridades insulares de la Isla
Bonita, copiando los procederes funerarios de Casimiro, no tenían otra cosa
mejor que hacer que gastarse el dinero en desagraviar al polifacético artista
por sus controversias y enfrentamientos pasados.
Ha tenido que ser el propio Morera el que haya tenido que
salir a la palestra para explicar lo que algún periodista, a la caza y captura
del titular sensacionalista fácil, no supo trasladar de manera fehaciente a la
opinión pública. Y exponer que ante los conciertos habidos con la Orquesta
Sinfónica de Tenerife y la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, el consejero
de Cultura del Cabildo le comunicó que la institución aportaría la cantidad
anteriormente reseñada para el montaje de una exposición antológica de su obra
en su isla natal.
Luis ha declarado (la enésima en su controvertida
trayectoria) que existe un periodismo cobarde, sometido a las directrices de
los superiores, sin espíritu crítico alguno. Y el que difundió la noticia de
los diez mil euros bien pudo haberlo confirmado conmigo, añadió. “Hay
periodistas amargados que tendrían que estar más en un psiquiatra, para que
curen su infelicidad, pues son el reflejo de una sociedad apenada”.
Y enlazo la reseña final de su aclaración con ciertos
programas televisivos de estas islas. En los que animosos y jóvenes reporteros
nos cuentan novelerías con las que entretienen a un pueblo que deben considerar
idiota. O cuanto menos con un nivel cultural que destrozaría cualquier
estadística de Pisa. Algo parecido a lo que ocurre con los informativos y sus
nuevos esquemas, donde ellas, generalmente, se sitúan de pie, con silueta ajustada
(si hay un plano desde atrás, mejor) como si la valía no consistiese en mucho
más que una talla, un escote o una edad. Decía Morera: Me vienen a entrevistar
periodistas jóvenes con un guion establecido y yo les pregunto: ¿Ustedes no
tienen sus propias ideas y su personalidad? ¿Por qué no luchan para desarrollar
su profesión como periodistas?
Y no tan jóvenes, estimado Luis. El periodismo está bajo
mínimos. La profesión está sujeta a demasiadas tormentas polares. Las neuronas
se han congelado con sucesivas olas y se han cortocircuitado las iniciativas. Y
con las ostentosas novedades, a peor la mejoría.
Te voy a dejar entretenido, para concluir, y para compensar
el rollo anterior. Si eres hombre, para resolver este acertijo, debes pensar
que eres mujer: Si la hija de Teresa es
la madre de mi hija, ¿qué soy yo para Teresa?
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