La alcaldesa de San Juan de la Rambla (quien sigue siendo
objeto de las dianas de un empleado público de Manuel Domínguez, según fuentes
dignas de todo crédito, pero que a este parece importársele un pimiento, lo que
dice mucho de su manera de entender el respeto y la dignidad, tanto personal
como institucional) se ha reunido con el director insular de Seguridad con la
finalidad de ir programando la redacción del Plan de Emergencias Municipal
(PEMU). La colaboración entre instituciones se me antoja fundamental, porque el
optimizar los recursos públicos, siempre tan escasos, es tarea que debe ser
norma esencial para todo político que se precie. Y no está, desgraciadamente,
la cosa pública como para echar voladores. Salvo en mi pueblo, que somos
capítulo aparte.
Fidela Velázquez y Javier Rodríguez han analizado las
características de un pueblo que, aunque pequeño por su entidad poblacional, presenta
idénticas peculiaridades a los municipios norteños con respecto a su orografía
y diseminación de los núcleos habitados. Hizo hincapié la regidora en la necesidad
de poder contar con más recursos humanos y materiales que garanticen la
seguridad en caso de cualquier incidencia que ponga en peligro la integridad de
personas y bienes.
El representante del Cabildo Insular se comprometió a poner
en marcha la redacción del documento bajo dos premisas: la participación
ciudadana y la colaboración formativa de la Universidad de La Laguna. Y es que
el contar con ciudadanos preparados –y no como en no tan lejanos tiempos (década
de los ochenta) en que acudíamos al monte a sofocar incendios con una rama de
brezo– para afrontar situaciones de riesgo es fundamental. Ya desde el
consistorio ramblero se había adelantado desde el pasado mes de octubre un plan
de autoprotección del casco histórico.
Me congratulo desde la Villa de Viera. Lugar en el que nos
gastamos un pastón cada año en mantener un puesto de confianza al que se le
reconoce el mérito de haber elaborado un pomposo plan mediante el agotador
ejercicio del copia y pega. Cuyos resultados aún no han podido ser evaluados,
pero que si hemos de medir por kilómetros de aceras recorridos con móvil en la
oreja, habremos de calificar como altamente satisfactorio. Llevamos muchos años
padeciendo peritajes de tal índole. Vamos, que somos expertos. Y tales paseos
han hecho posible, como contrapartida, que la plantilla de la policía local
siga estancada. A más años del personal, menos miembros preparados para correr
detrás de lo que haga falta. Y supliendo esas carencias con el peligroso
recurso de los voluntarios. Reitero lo que en otras tantas ocasiones: Cuando
ocurra algo grave no creo que con lamentos solventemos el desastre. Pero cuando
se está más ocupado en lucir palmito y atender demasiados fogones, la
chamusquina puede ser de órdago. Ojalá que yo no tenga jamás la oportunidad de
ser testigo de acontecimientos tales.
Felicito, pues, al pueblo vecino. Y a su equipo de gobierno.
Que con tan poco está haciendo tanto. Ya de la sala de estudio de la Casa de
los Pérez se ocupó el amigo Salvador. Espero que no se me adelante de nuevo. Y
en caso de hacerlo, bienvenida sea la duplicidad. Aunque haya de por medio motivos
familiares que me unen a San Juan (y a Las Aguas), amor no quita conocimiento,
Y cuando se hacen las cosas bien, y contando con escasos recursos –hace más el
que quiere que el que puede, dice el saber popular–, vale la pena dedicar unos
párrafos a nobles causas.
Que no todo va a ser ‘meterme’ con Manolo, como me espetan
algunos (guion as) de los (mejor, las) que ‘sufren’ besos todos los días. Como
si fuera un servidor escribano que se deba. A estas alturas en las que la
independencia me permite no plasmar líneas al dictado de nadie.
Otro folio para el haber. Un día menos en el debe. Y la
satisfacción del deber cumplido. Que imponerse estos flagelos neuronales cumplen
expectativas de vida. Pues si el asunto se atrofia y el propósito desentona, chiquito
porvenir. Los bancos de la plaza y los taburetes de los bares no se hicieron
para culos inquietos.
Con mis felicitaciones al pueblo ramblero, bien representado
por sus dirigentes, vaya, asimismo, mi reconocimiento a Jordi Solsona y a José
Hernández por esas criaturas literarias que me han hecho llegar: El universo
mínimo y Mis vivencias. Serán degustadas con placer.
Y ustedes, mis incondicionales, que no pierdan las mañas de
asomarse cada día a esta ventana que te abro de par en par.
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