¿Te dejaron mucho los Reyes? A Los Realejos, sí. Estamos los
realejeros como chicos con zapatos nuevos. En estos días pasados pude leer en
Diario de Avisos (versión digital) el siguiente titular: El municipio es el
único del Norte que tiene y destina inversión a un Plan de Barrios. Hacía referencia
a mi pueblo.
Yo creo que los periodistas se han acomodado demasiado.
Están tan acostumbrados a recibir las informaciones que los respectivos
gabinetes de prensa envían a las redacciones, sin que se les despierte el
interés que a la profesión se le presupone, que les basta con transcribir tal
cual la nota recibida. Y olvidan, entre otras aspectos, que todas ellas están
redactadas para las oportunas alabanzas por aquellos que cobran para ensalzar
la figura del jefe. Porque en ello les va su continuidad. O expresado de manera
más clara y rotunda: Se deben.
Y en el caso de ser convocados a una rueda de prensa, parece
que se limitan a escuchar pacientemente y a recoger los folios en los que está
escrita la perorata. Luego a componer, foto al canto y poco más. Uno, que
también tiene sus manías, pretende que el profesional demuestre que para algo
ha estudiado, se ha preparado. A pesar de que el gremio no atraviesa sus
mejores momentos y los trabajos están a la altura del betún, incluyendo las
retribuciones, el lector espera que no todo se limite a lo que dicta la
superioridad. No creo que solo sea mi caso.
Diseccionemos la crónica: Los Realejos renueva por séptimo
año consecutivo su compromiso con los barrios con un presupuesto de algo más de
dos millones de euros. Cantidad que seguramente se incrementará con el
remanente de tesorería como en ejercicios anteriores.
Da la impresión de que el resto de municipios norteños no
disponen de lo que antes se denominaba capítulo de inversiones y que es solo en
la Villa de Viera donde los núcleos poblacionales son atendidos en función de
sus necesidades de todo tipo. Y que se venden con gran despliegue de poses (en
el presente va otra muestra que añadir al que titulé Ridiculez fotográfica),
aunque se trate del arreglo de una pared cuyo importe asciende a un par de
cientos de euros.
Que don Manuel Domínguez nos venda con tan pomposa
denominación lo que se ha venido haciendo por todas las corporaciones desde que
en 1979 arrancamos con esta aún incipiente democracia, no significa que desde
aquí a Buenavista, o hasta Tegueste, las calles estén peor que las nuestras,
que los colegios se caigan a cachos, que por las aceras no se pueda transitar,
que las plazas sean pasto de gamberros y, en fin, un larguísimo etcétera. Tan
amplio al menos como la desfachatez de un equipo de gobierno que vende como
éxitos lo que es, llana y simplemente, el mantenimiento de las infraestructuras
y servicios que la ley exige. De no ser así, ¿para qué demonios ir cada cuatro
años a votar? Entre otras dieciocho mil consideraciones que a cada uno de los
que me lea se le pueda ocurrir.
Si tan seguros están Manolo y Noelia de poder disponer en
este ejercicio de 2017 de otro suculento remanente de tesorería, ya están tardando
en reconocer que no se lucen en la elaboración de los presupuestos municipales.
Y bien podrían haber admitido las magníficas propuestas de los grupos de la
oposición (rechazadas de forma sistemática en las sesiones plenarias)
encaminadas a la mejora del bienestar ciudadano. Máxime cuando en la presente
ocasión, y a la información del periódico me remito, se jactan de que son obras
consensuadas y que vuelven a vender como un claro ejemplo de participación
ciudadana. A este paso se van a ahogar en sus propias contradicciones y van a
tener que despedir a los concejales liberados. Por inútiles.
Y el culmen del cinismo (sin que a un periodista, siquiera
uno, se le haya ocurrido cuestionar un mísero aspecto, siquiera uno, de esta
venta perfumada) llega con la sentencia de que “ha permitido la conservación de
puestos de trabajo y la creación de nueva actividad comercial y empleos”. La
preparación de los que acuden a las convocatorias brilla por su ausencia. Van,
escuchan, copian y repiten como loritos. No sufrieron las colas de los que
salen del pueblo a buscar aparcamiento en las grandes superficies de San
Jerónimo, por ejemplo. O no se dieron la vuelta de comprobación por las obras
del flamante plan a preguntar, a ver, a comprobar. Seguro que vislumbraron uno
cerca de las Casas Consistoriales con un chaleco que decía Falisa y ya con ello
les bastó.
Qué lástima de periodismo que también se deja embaucar por
cantos de sirena. O de sireno. Un día de estos, no les extrañe, serán citados
en El Lance para proceder a ponerle unos calzoncillos al guanche y evitar las
tentaciones de tantas sobonas. Con ágape posterior en las flamantes
instalaciones del restaurante allí ubicado y de espléndidas vistas al Valle. Y
sirva de remate, para flipar con orgasmos intelectuales, un singular vuelo en
parapente, con aterrizaje en cualquiera de las azoteas de los dos magníficos
párquines (diccionario panhispánico de dudas) con que contamos a pleno
rendimiento en fechas tan señaladas.
Estamos en ello. Hasta mañana.
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