Al menos tres cuestiones me llamaron la atención la pasada
semana. En las que, entiendo, hubo total falta de respeto hacia sus
protagonistas. Porque los periodistas (lo puede ser cualquiera, no lo olvides)
se obsesionan muchas veces con los efectos colaterales y olvidan tratar el
meollo como es debido. Se pierden en las circunstancias y marginan el yo.
Hubo un accidente laboral en unas obras que se llevaban a
cabo en el CEIP Agustín Espinosa e inmediatamente comienzan a surgir fotos y
vídeos que circularon mucho más deprisa que la ‘empichadora’ incendiada. Yo
también sentí el estampido y me recordó dicho temblor el incidente de la
pirotecnia de El Horno años ha. Alguno con los nervios se olvidó de girar el
móvil y tuviste que visionarlo todo cambado. Amén de los comentarios, perro
incluido, que pudimos escuchar como complemento a la noticia que nos brindó un
periódico.
Se alude a los miembros de la policía local, a los de protección
civil, a los propios operarios que prudentemente se retiraron cuando vieron que
aquello podía explotar y, cómo no, al señor alcalde y a la señora concejala de
educación, quienes comprobaron in situ los daños provocados y establecieron las
medidas oportunas para que no se produjera ningún saqueo, ya que muchas
cristaleras saltaron por los aires.
Pero me enfada, y no veas de qué manera, que no haya habido ni
una mísera reseña hacia el jefe supremo de la seguridad en el pueblo, al que ha
hecho posible que dispongamos del plan de seguridad más efectivo de los 88
municipios canarios y que es uno de los pocos que justifica el sueldo mensual
que percibe. No, no y no. Contra esta forma de periodismo me rebelo. Y a todo
aquel que se alongó a las redes sociales para difundir la eventualidad y no
citó, al menos de pasada, al ínclito Marrón, el bien pagado. No hay derecho.
Qué falta de respeto.
Como lo es el que se ponga en cuestión las lícitas
aspiraciones de Antonio Castro Cordobez a sustituir a Jerónimo Saavedra en el
puesto de Diputado del Común. Un hombre, el palmero, que ha dedicado toda una
dilatada etapa al noble servicio político. Que se ha ocupado de cuarenta y dos
mil quehaceres con tal de hacernos disfrutar de una vida más cómoda. Es tanto
lo que le debemos que no podemos mirar a otro lado ante esta lógica apetencia
con la que culminar una existencia de vocación y prestación de auxilios. Qué
menos.
Aunque los envidiosos siempre se hallan al acecho, deberá
saber el aspirante que cuenta con mi total y desinteresado apoyo. Nadie mejor
que él. Porque no hay canario que conozca mejor todos los entresijos del
organigrama autonómico. No solo se lo merece sino que debemos pagar la deuda contraída
a una vida de abnegación, sacrificio y entrega. Y si hay que regalarle una
buena caja de puros –palmeros, por supuesto– sabe que puede contar con mi
humilde derrama. Mis 50 céntimos para tan noble causa. Estimado Antonio, sabes
que aquí me tienes, para lo que haga falta.
Por último, lo de Trillo. Dejen al hombre tranquilo. Que se
haya equivocado al gritar Viva Honduras, que se le haya escapado un sugerente
manda huevos o que haya alquilado un avión cascado (Yak-42) para trasladar a la
tropas, no son motivos suficientes para tantos disparos. Un fallo (o dos, o
tres, o…) lo tiene cualquiera.
Sus responsabilidades (chiquita jeta tiene el fulano)
quedaron depuradas en las elecciones de 2004, 2008 y 2011. Eso, pelillos a la
mar. Ni la losa de tanto cadáver hace mella sobre tan dura conciencia. Yo tenía
preparadas las maletas desde antes del verano (¿del 42?), sostiene. Y para que
vean que no guardo rencor hacia los que me vilipendian, he solicitado el
reingreso en el Consejo de Estado, a pesar de que haya sido el organismo que ha
emitido el informe que responsabiliza al Ministerio de Defensa (circunstancialmente
dirigido por mí en la época del accidente de aviación).
El que este hombre se ría de los muertos ajenos no nos
concede el derecho a que actuemos como él lo haría, y lo hace. Sería, qué duda
cabe, una total falta de respeto. No revolvamos más los asuntos. Ha quedado perdonado
en las urnas. Las estadísticas son así. Que disfrute y que la suerte le
acompañe siempre. Y te asistiremos con paraguas para que no te mojes.
Afortunadamente, amigos, no todos somos iguales. Algunos son
peores.
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