Hemos saltado a los medios de comunicación, imágenes
incluidas, por el abandono y maltrato a unos perros en la zona alta de mi
pueblo. O en la medianías, para ser más exactos. Algún cazador desaprensivo los
tenía encerrados, y algunos atados, por lo que los animales presentaban un
estado lamentable. Unos turistas que paseaban por los alrededores pusieron el
particular en conocimiento del Seprona (Servicio de Protección de la
Naturaleza, perteneciente a la Guardia Civil) y este organismo se ha hecho
cargo de las correspondientes averiguaciones.
Pero el dueño de los canes –a lo peor llamarlo así es
demasiado generoso por nuestra parte– debió enterarse de la que se le podía
venir encima porque cuando los agentes llegaron al lugar, los animales ya no se encontraban en el
inmundo recinto. Me temo que no le valdrá de mucho, ni de excusa, el repentino
acto de contrición. Ni a él ni al que lo puso con las orejas tiesas, como los
chuchos. Unos periodistas realejeros están en ello. Y en un pueblo todo acaba
por saberse.
Me vino a la memoria la fábula de los dos de conejos (Tomás
de Iriarte). Porque nos enzarzamos en vanas discusiones, sobre todo en ese
vasto campo de las redes sociales, donde solemos convertirnos en sesudos
analistas y periodistas de enjundia, cuando es de suponer que todos los
realejeros de los contornos sabían del hecho. Es más, estoy convencido de que
los cazadores de este municipio no podrán alegar ignorancia porque todos se
conocen. No ha tanto, por ejemplo, circuló una foto en la que pudimos observar,
entre otros muchos, a nuestro estimado alcalde ante una nutrida representación
de gazapos. Los mento así más que nada por el tamaño minúsculo; me refiero, por
supuesto, a los animales de cuatro patas. Por lo que considero una evasiva más
(son tantas que ya nos tiene acostumbrados) la respuesta que pude atisbar en
Facebook ante una interrogación de una ciudadana de si el ayuntamiento había
tomado cartas en el asunto. Rápidamente (para lo que interesa sí que se está
presto) se pasó la pelota al tejado del Seprona, como si el problema sanitario
planteado no fuera de competencia municipal. A ver si vamos a terminar como con
las cabras analfabetas que no saben leer un sencillo bando por el que se las
conmina a no pasear por las calles, no invadir los jardines (públicos y
privados), a no expandir olores gratificantes y a no dejar regalos en la
calzada en forma de bolitas.
Estaré pendiente a la respuesta que el gobierno popular dé a
la moción del grupo socialista acerca de la creación de una Comisión de
Sugerencias y Reclamaciones, que sirva de complemento al Reglamento de
Participación Ciudadana –en periodo de información pública y al que ya algunos
colectivos vecinales piensan presentar alegaciones para mejorar su contenido–
en la que se puedan canalizar peticiones y propuestas en pro del bien común.
Ello implicaría un matiz de seriedad a este tipo de cuestiones, pues ya sabemos
que en las redes sociales son la ligereza y el pronto olvido las
características principales. Lleva implícita esta solicitud de los socialistas
la conveniente adecuación de la web institucional para que a través de ella se
puedan canalizar las acciones pertinentes. Aunque, me temo, como el sitio
oficial (web) no ha sido nunca instrumento que satisfaga a Domínguez (debe
considerar que no es el vehículo publicitario adecuado) y desde hace años se ha
instado a que se unifique tanto canal disperso (en la actualidad parece que es
la de Radio Realejos la preferida por cuestiones obvias de divulgación y, por
ende, de propaganda) sin que se haya movido un dedo, me temo que la cantinela
de ESTAMOS EN ELLO vaya a ser, una vez más, la respuesta a tan interesante
iniciativa en la sesión plenaria de este mes de enero.
La peligrosa deriva de los gobernantes, por la que tienden a
manejar los hilos asociativos a su antojo y conveniencia, suele constituir el
primer paso del endiosamiento. Y, al tiempo, el inicio del declive. Porque,
afortunadamente, del letargo vamos despertando. Y no nos importa tanto que sean
galgos o podencos cuanto que seamos capaces de no actuar al dictado.
No ha sido mi pretensión redactar una crónica de sucesos. Para
tal menester está la tele canaria. Yo emito opiniones, equivocadas o no, y como
no cobro un céntimo (ni falta que me hace con la generosa pensión) ni me sujeto
a órdenes de la superioridad, me conformo con haber ido pergeñando un equipo de
lectores que cada día me prestan su atención. Y con ello voy debidamente
pagado. Si lo comparte, mejor. Y si pinchan en Me gusta, halagado.
Y como ayer nadie debió llegar al final del artículo porque
no contestaron a la pregunta del acertijo, vaya hoy otro mucho más sencillo:
¿Qué clase de pariente mío es el hijo de la hermana de mi madre?
Hasta mañana.
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