Son las siete de la tarde del domingo 9 de abril. Mente en
blanco ante el teclado del ordenador. Un vecino, el madridista, silba a todo
pulmón mientras lava su coche. Pienso que nunca un empate supo a tanto. A través
de la cristalera que da al balcón, hacia el norte del océano, de la mar, una
tórtola emite su canto característico desde su cómodo aposento en una antena de
televisión. Sonsonete tan machacón que acaba por ponerte de los nervios. El
matrimonio de siempre da su paseo vespertino por la calle Benito Pérez Galdós.
Él, delante. Ella, unos pasos más atrás. Siempre así. No sé si es táctica para
guiar el camino o comportamiento atávico de una sociedad cargada aún de
prejuicios. Él habla a voz en grito. Ella le sigue la conversación subiendo asimismo
la escala de decibelios. Seguro que ambos reciben, como yo, la publicidad de
los centros auditivos GAES. Me da que ellos no han acudido a una de las tantas
citas. Ni yo. En las que te hacen una inspección estilo preITV, y te prometen un regalo. El detalle no te saldrá gratis porque
luego ya te lo incluirán en el audífono. Mientras, los gatos me siguen escarbando
la tierra de las macetas a la entrada de casa. Llevan unos meses –antes era
solo febrero– de un frenético perdido. La pobre palmera se me va a secar de tanto
efluvio amoroso. Y qué mal olor da la meada.
Busco desesperadamente un tema al que agarrarme para los
párrafos de rigor. Sigo en Babia. Que no significa ser babieca. Aunque hoy me
temo que me acerco. Deberé comenzar a partir de cero. Como Francisco Linares,
alcalde orotavense y único aspirante a ocupar la secretaría general de CC en
Tenerife. Que correrá tupido velo a los expedientes abiertos a los concejales
díscolos. Quienes verán reforzados sus planteamientos de tal manera que de aquí
en adelante harán cuanto les venga en gana, pasándose la disciplina de partido por
los arcos de seguridad del aeropuerto de Los Rodeos. Nada extraño, pues Paco
lleva mirando hacia otro lado unas dos décadas. Nada sabía de los trapicheos de
San Jerónimo (Isaac, Ambrosio y Juan Carlos ya fueron condenados en el denominado
Caso El Trompo), del feo asunto del Teatro Atlante, de la escalera de Los Patos
y de las palmeras de la plaza. Él estaba pero no estaba. Es que, más bien
pasaba por allí.
También parte de cero otro aspirante. A presidente insular
del PP. Alcalde mi PUEBLO los fines de semana. Por lo que no podrá argumentar
que le duela más que a los que pasamos en él muchas más horas. Sigue presumiendo
de excelentes datos económicos. Que solo se deben a su gestión. Sobre todo en
esta cuarta etapa de su ya extensa estancia en el Consistorio. Quien se deleita
sobremanera con cantos de excelencia y parabienes, pero que se ofende y salta
como un quíquere cada vez que alguien le recuerda aquellos aspectos negativos
que aún existen. Como el número elevado de parados. Ante lo que con total
presteza contesta para cargar culpas en quienes le han precedido en el cargo y
no supieron planificar un municipio en el que “alguien alguna vez hubiese
pensado en un desarrollo económico de nuestro municipio y no haberlo convertido
en lo que lo han convertido: en un municipio puramente residente”.
Como los primeros ediles de la etapa democrática se tropezaron
con el inconveniente de que no existían colegios para nuestros hijos, centros
sociales en los barrios, alumbrado público, red de agua potable y, en fin,
infraestructuras de todo tipo (la lista sería interminable), a ello se
dedicaron. Corresponderá a José Vicente y Oswaldo defenderse de las acusaciones
del actual mandatario por no saber planificar y no tener visión de empresa
privada. Sin olvidar el pacto CC-PP (ya Manolo estaba allí), en el que se
llevaron a cabo, y es un simple botón de muestra, dos magníficos edificios para
aparcamientos y locales comerciales (Realejo Alto y zona de El Puente –Plaza
Mencey Bencomo– en San Agustín) que hoy funcionan a pleno rendimiento habiendo
dado cabida a cientos de puestos de trabajo, como es harto sabido por toda la
comunidad realejera que aplaude a rabiar esta iniciativa que ha hecho posible
una considerable disminución del número de desempleados.
Lecciones de dedicación, las justas, estimado saltimbanqui
(persona que realiza saltos y ejercicios acrobáticos). Consagre las 24 horas de
cada día de la semana a la alcaldía y luego nos sentamos a discutir de lo que se
tercie. Mientras esté atendiendo tantos calderos al fuego, no se encuentra legitimado
para cargar tintas contra nadie. Mírese a un espejo y reflexione acerca de la escasa
dedicación municipal. Y no se deje llevar por las falsas adulaciones de los que
pinchan en los iconos del bien quedar. Y cuente hasta cien antes de lanzarse a
la yugular de los que osan (osamos) discrepar de sus oníricas visiones. Ahora
que estamos en Semana Santa procede exámenes de conciencia. Que una vez al año
no hace daño…
Salgo un momento a estirar las piernas. Se ha posado un
pájaro canario en una helecha del patio. Y entre trino y trino ha defecado. Debía
tener chorrillo porque me ha dejado una hortensia hecha un asquito. Miremos el
lado positivo y quizás valga de abono. Como ya comenzaban a despuntar las primeras
flores, puede que esta primavera me cambien de color al variar el pH. He oído
que eso de las aves es bastante ácida. Limpio, no obstante, la deposición. No
estoy para experimentos.
Cierro este post con las dos últimas perlas. “Me alegra que
Rajoy haya comprendido la palabra ultraperificidad”, dijo el palmero Perestelo
(otro que lleva mil trienios en la cosa pública). Mariano puede que sí, pero la
RAE me temo que no. Y, de película, la solicitud de un diputado herreño para
que exista un cabildo en La Graciosa. Qué gracioso. Se habrá mandado una
quesadilla después de la ocurrencia.
Mañana más.
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