El reloj me indica que faltan veinte minutos para alcanzar
la siete de la tarde del 19 de abril de 2017. En Canarias. Una hora más en la
Península y Cataluña. Ha refrescado. Incluso unas gotas han hecho acto de
presencia en Realejo Alto que ni calan ni mojan. He sembrado unas semillas de
calas (orejas de burro) en unos recipientes de yogur. Brotarán, seguro. Hasta
ahora jamás me han fallado. Los Testigos de Jehová, que ya tocaron esta mañana,
han vuelto a hacer sonar el timbre. En la primera ocasión, ni caso. En la
segunda, como hoy es miércoles y toca comida familiar, ha salido mi hija y les
ha contado una mentira piadosa.
No ha sido hoy un día pródigo. Más bien insulso, soso. Como,
me imagino, será el interrogatorio a Mariano Rajoy. Innecesario, según la Fiscalía.
Órgano que se viene destacando últimamente por la defensa a ultranza de los
investigados, cuando estos ostenten cargos de cierta relevancia. Personajes a
los que uno presuponía bien protegidos por la Abogacía del Estado. ¿Suerte?
Creo que algo más.
Qué pérdida de tiempo la de tantos, y puede que tontos,
españoles (y catalanes) que se enzarzan en estériles batallas (estupideces)
futbolísticas. O futboleras, que me suena más despectivo. Cuánta energía
desaprovechada. Si las chorradas emitidas guardan proporcionalidad directa con
la masa encefálica, y me temo que sí, guárdame dos cachorros: macho y hembra. Y
me senté ante el teclado bastantes minutos antes de la segunda etapa de la
Champions League. Mañana, con toda probabilidad, me tome una jornada de ayuno y
abstinencia. Porque sea cual fuere el resultado del nuevo envite, tendremos
sandeces para rato. Ay, reitero, si encauzáramos los bríos hacia asuntos de
mucha más enjundia. Otro gallo, o quíquere, nos cantaría. Algunos ̶ ¿o muchos? ̶
deberían repasar contenidos que han venido plasmando en cuanto
medio hallaron a su alcance. Porque tiempo deberán tener en abundancia, aunque
no lo inviertan en pensar. Lo mismo lo hacen en un instante de lucidez y quedan
pasmados para siempre. Unos científicos cubanos, afortunadamente, están a un
paso de patentar la vacuna que cure estas enfermedades. Han extraído unas células
del culito de una rana y elaborado la pócima que, como es bien sabido, si no te
cura hoy…
Unos llevan la hojarasca deportiva a extremos que rayan el
esperpento. Y otros, en un erróneo afán de superación, elevan topes de
resistencia a límites que hacen peligrar vidas o a marcar secuelas de difícil
retorno. Escuché a un doctor especialista en medicina deportiva poner la nota
en pruebas atléticas que exceden los registros que se le presuponen al
organismo humano. Luego nos extrañamos, insiste, en la muerte de corredores en
pruebas que basta conocer su denominación para hacernos idea de su bestialidad:
Brutal Bike, Haría Extrema, Ultra Trail, Montaña Circular Extrema, Ultramaratón…
Por ni irme más lejos a la Ultraman, o Ironman, o Titan Desert… Y cuando se presentan
casos en los que la gravedad es patente, los voluntarios no saben a qué
atenerse por temor a represalias o controversias con equipos y patrocinadores,
mientras que los reporteros gráficos están más pendientes de inmortalizar el
hecho, lo que conllevará éxitos y prestigios, antes que echar una mano al
desfallecido.
Cuando todos creíamos que el telurio nos iba a devolver la
alegría económica y a subsanar todos los desperfectos existentes en las islas,
viene el enterado de turno a bajarnos de la higuera al manifestar que no nos
traerá riqueza a corto plazo, pero sí aportará valor científico. Vaya manera de
rematar este día tan lastimoso. De esos en que hubiese sido mejor no levantarse
de la cama. Desde luego que no lo voy a enmarcar. Nosotros, los canarios,
queremos piche. Y muchos millones para políticas de empleo. Y una nueva ley del
suelo que nos conduzca otra vez a la senda de la construcción, único motor que
puede suplir los vaivenes de la agricultura y las picas de plátanos. Echamos en
falta aquellos anuncios de Paulino Rivero. Daba gusto oírle cuando nos
informaba del sinnúmero de puestos de trabajo, de turistas, de proyectos, de la
proliferación lingüística.
Debo concluir. Qué día más apático. Plomizo. Apanzaburrado.
Mi mujer, que está abajo en el salón haciendo punto, me grita: Ya empezó el
partido. Vale, contesto. Ya notaba que no pasaban coches por la calle. Como
cuando nos recortan derechos y libertades. Como cuando nos congelan las pensiones.
Como cuando aflora la violencia por las causas más insignificantes. Como cuando
se te cae el coche en un inmenso socavón bajando por El Castillo y te conformas
con llamar a la madre… del cordero. Como cuando llega un nieto y te cuenta que
lleva dos semanas sin profe. Como cuando sigue fallando el alumbrado público.
Como cuando paseas por los alrededores del Botánico y observas suciedad a
mansalva.
El jueves, te lo prometo, me negaré a leer crónicas. Al
menos para despedir la semana con un artículo de fundamento. ¡Ah!, mañana
viernes, a las 8 y media de la tarde, y en el Círculo Viera y Clavijo, se
presenta el libro de las Fiestas Patronales de Realejo Alto en honor a Nuestra
Señora de los Remedios (1907-1959), de Jerónimo David Álvarez García y Javier Lima
Estévez. Si no me toca nietos, allí estaré. Que ser abuelo entraña muchas
obligaciones.
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