martes, 25 de abril de 2017

Peligro en el ático

Celebrose el pasado sábado el Día de la Tierra. Y Google nos lo recordó con uno de sus ya famosos ‘doodles’. Cuando uno creía que el fin del mundo tendría que producirse por la insensatez humana sobre la faz del planeta, y así lo reflejaban los consejos a seguir con respecto a la contaminación y demás inconcebibles acciones que destruyen este habitáculo, resulta que existe otra amenaza mayor. Que viene de lo alto, del piso de arriba. Como en la película de Marilyn Monroe (La tentación vive arriba).
Ya no basta con las campañas de concienciación y de alfabetización medioambiental y climática, con fomentar la educación en valores desde bien temprana edad, de políticas de pequeños gestos entre los escolares, de acciones de siembra y cuidado de nuestro entorno. Porque la teoría nos la sabemos todos, aunque en la práctica no alcancemos, ni por asomo, los objetivos previstos.
Leí este domingo último en ABC un amplio reportaje de la basura espacial. Lo que me recordó cualquier paseo diario en el que te tropiezas con colillas, plásticos, envases, papeles… y qué voy a contarte que tú ya no sepas. Nada te digo de los instantes posteriores a la celebración de cualquier evento. Eso, piensa en una romería, un baile de magos o una prueba automovilística.
No conformes con ser unos guarros aquí abajo, nos ha dado por ir a ensuciar el espacio, que como queda a muchos kilómetros no es de nadie. Yo no he llegado tan lejos, pero dicen que hay de todo. Hasta los astronautas en sus garbeos de ingravidez dejan olvidados tornillos, tuercas, arandelas, combustible, restos de pintura y puede que alguna llave inglesa. Lo que junto a desechos de naves espaciales forman un revoltillo giratorio de mucho cuidado. Y, además, como chocan entre ellos, cada vez mayor menudencia. Pero ya saben que un milímetro en esas condiciones pueda causar un grave estropicio, porque las velocidades que se alcanzan son tan elevadas que una colisión multiplica muchísimos enteros sus efectos.
Sostiene el astrofísico Donald Kessler que dentro de cien años no podrá haber viajes espaciales. Porque será imposible circular entre tanta basura acumulada en los confines de la atmósfera. Pues no hemos sido capaces de prever la creación de un vertedero especial, y espacial, ni tampoco de elaborar un plan de recogida. Ya predijo el peligro allá por 1978. Y casi cuarenta años después seguimos en idéntica tesitura.
Como somos muy inteligentes, sobre todo a la hora de cuantificar (de ahí los demasiados ejemplos de corrupción), hemos hecho un cálculo estimativo de la basura acumulada: unos 166.000 millones de un diámetro inferior a un centímetro, tres cuartos de millón hasta 10 centímetros, y más de veinte mil con un diámetro comprendido entre una pelota de tenis y otra de baloncesto.
Existe una empresa, con sede en Singapur y desarrollo técnico en Tokio, Astroscale, fundada por el japonés Nobu Okada, que ha ideado una nave nodriza (madre) que contiene seis dispositivos (niños). Estos serán desprendidos de aquella y mediante unos adhesivos especiales magnéticos irán recogiendo los residuos. Una vez recolectado un volumen determinado, los ‘niños’ entrarán en la atmósfera terrestre y se desintegrarán junto con los restos almacenados.
Bien, esto en la teoría. Pero no te preguntas tú, al igual que yo, qué madre es esa que deja a sus hijos limpiando y ella dando vueltas por ahí. Qué madre va a permitir sacrificar a sus vástagos de manera tan cruel. No y mil veces no. Una madre limpia ella y deja que los pequeños jueguen, brinquen y salten. Que es lo propio. Y los manda al colegio en vez de convertirlos en barrenderos impersonales. Máxime si sabe el final que les espera. Vaya crueldad. Preparen una nave en la que quepan millares de presos peligrosos. Y prométanles la libertad a cambio de bajar una tonelada cada uno. Eso sí sería una buen manera de reinserción. Lo otro es un infanticidio con todas las letras.
Pero hagan un trabajo limpio y no imiten a los chinos que en 2007 enviaron un cohete, mejor, un misil, para destruir el satélite meteorológico Fengyun-1C y lo que lograron fue aumentar el número de cachitos en unos quince mil fragmentos más. Vamos, que hicieron una chapuza en toda regla.
Para finalizar yo me pregunto si no existe la posibilidad de utilizar el material de las cajas negras de los aviones. Porque o se toma más en serio el asunto o vamos a tener que pasear aquí abajo con casco ante la posibilidad de que nos lluevan chuzos metálicos de punta. Para los que no se han inventando paraguas adecuados.
Esto ocurre, obviamente, en el primer mundo. En los otros se sigue la gente muriendo de hambre. O asaltan panaderías para llevarse algo a la boca. El Papa se desgañita, pero tampoco se desprende de los tesoros del Vaticano. De vez en cuando nos acordamos y remitimos unas toneladas de alimentos a África. Pero no los enseñamos a usar condones. Sin embargo, voy a dejar estos asuntos terrenales pues hoy tocaba del espacio sideral. Con esta conclusión: mierda hay en todos lados.

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