El grupo municipal Unid@s Sí Podemos (USP) del ayuntamiento
de la Villa de la Orotava ha propuesto un plan de acción, el enésimo, para
acabar con el rabo de gato. Como no ha añadido nada nuevo a lo que todos
sabemos acerca de cómo atacar la problemática, me llama la atención de que su
portavoz, el profesor jubilado Raúl González, no haya dicho nada de esa linda
arroba que pretende unificar géneros. Modernidades y servidumbres.
Los procedimientos para intentar acabar con esta planta de
enorme agresividad colonizadora se han repetido hasta la saciedad y se han
plasmado en diversos foros. Aquel esnobismo más de la década de los setenta del
pasado siglo, cuando se introdujo como elemento ornamental, ha degenerado en
terrible invasión. Y como los organismos públicos (Cabildo, fundamentalmente)
se privan por un desbroce, por ahí nos tropezamos con operarios que portan la
maquinita Stihl correspondiente, quienes, al tiempo de segar la hierba en las
márgenes de las vías, se encargan de expandir semillas a mansalva. Bien poco les
importa que el alisio sople fuerte o moderado.
De vez en cuando, como en la presente ocasión, se elevan
quejas y se traslada a las instituciones la necesidad de acometer estas
acciones de una manera coordinada y práctica. Asimismo, se observan que algunos
colectivos, preocupados por el deterioro medioambiental, realizan batidas en
espacios públicos, por ejemplo, barrancos, pero como son hechos puntuales, al
no existir continuidad en la batalla, todo queda en agua de borrajas porque
pasado un tiempo más de lo mismo. Y cuando escribo más, es adverbio de mucha
cantidad.
Por consiguiente, y no estoy para consejos ni para imitar a
nadie, se me ocurre que podría ser conveniente que los políticos –otra especie
precursora en ocupar amplias zonas– se pusieran manos a la obra y predicaran
con el ejemplo. Se podría irrumpir con un primer intento de choque contando a
todos los cargos públicos liberados. Que en la isla deben ser unos buenos
cuantos. Se partiría con la ventaja de que ya conocen a la perfección los pasos
a seguir. Y provocarían, a buen seguro, un efecto contagio. Porque qué villero,
por ejemplo, viendo cómo se fajan Paco, Juan, Narciso, Eduardo, Belén… (y Eva,
cámara en ristre, inmortalizando el evento) no cambiaría su diaria sesión de
gimnasio, piscina, pilates, footing, running, fitness y otras hierbas por esta otra, mucho más entretenida y
fructífera. Al aire libre, en pleno contacto con muchos elementos de la tabla
periódica.
Nada más escribirlo y ya me lo estoy imaginando. Sería algo
parecido a la Romería de San Isidro. Todo ese ganado, junto al procedente de mi
pueblo, atacando los flancos del barranco de La Raya hasta los confines de la
cumbre. Y una amplísima cadena humana transportando las bolsas de plástico,
herméticamente cerradas, hasta los contenedores ubicados, por ejemplo, en La Montañeta,
confluencia de los tres municipios del Valle.
Y, además, con las ventajas de los sentimientos de
cooperación, solidaridad, compañerismo, ayuda mutua, generosidad y demás que se
propagarían por el éter como efluvios radiofónicos. Y vete tú a saber si ello
no podría significar el arranque de una mancomunidad en toda regla. La
definitiva.
Así que, amigo Raúl, retira lo dicho y propón comprar unos
monos de trabajo, sin olvidar el chaleco reflectante y casco, y comiencen la
guerra de guerrillas contra el pennisetum
setaceum. Demuestren que no solo son capaces, sino que van a dar toda una
lección para que generaciones venideras acometan campañas de protección de la
naturaleza basándose en los apuntes, con dibujos y fotos, que desde el Valle de
Taoro habrán quedado grabados para la posteridad.
Bueno, Linares y Dóniz seguirán en ese entonces al pie del
cañón, porque la renovación de CC siempre afectará el otro cincuenta por ciento;
como hasta ahora, para no cortar por lo sano. Ellos son como el rabo de gato.
Se agarran que da gusto. Pero esa será otra campaña.
Hasta mañana.
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