No es que vaya hoy de trabalenguas. Los tropiezos o trabas
van por otro lado bien distinto a lo que podría ser una actividad escolar de
entretenimiento. Se trata de la resumida crónica de unos paseos de tarde desde
mi pueblo al vecino portuense. Debidos a unas sesiones de rehabilitación que un
familiar cercano recibe en un centro médico de aquella localidad. Y viene a
coincidir cada uno de ellos con tres espacios pertenecientes a Los Realejos, La
Orotava y Puerto de la Cruz. Comencemos:
Salgo de casa y si no me tropiezo con las retenciones de
tráfico que ocasionan los progenitores de los alumnos del Colegio Nazaret (el
Pérez Zamora es de jornada continua), empeñados muchos de ellos en recoger a su
vástago en la misma puerta del centro docente, llego al puente de Piloto, o de
San Benito (no sé cuál es la denominación exacta), y raro es el día en que no
salta la chispa de trifulcas (eso sí, sin mayores consecuencias que las lógicas
verbales en el intercambio de pareceres de los que circulan en ambos sentidos)
en, y por, la estrechez de la calzada. No entro en los detalles de quién o no
tiene la preferencia, porque opiniones habrá para todos los gustos. Y es que anteayer,
por ejemplo, una guagua ya se encontraba en la mitad del puente, sentido hacia
La Zamora, cuando se cuela un coche, dirección Realejo Alto, porque entendía
que la señal de tráfico le concedía tal beneficio, y ya te podrás imaginar lo
difícil que se le hace a algunos poner la marcha atrás. La carretera debe ser
competencia del Cabildo. Pues a ese organismo propongo la siguiente solución,
ya que parece no podemos esperar gran cosa del equipo de gobierno realejero,
con un alcalde desaparecido de manera casi permanente. Hagan lo mismo que en la
carretera de Icod el Alto, donde el paseo peatonal está suspendido en el vacío
mediante una estructura metálica. De tal suerte, las dos aceras actuales
pasarían a formar parte de la calzada y ya no sería menester espera ni parada
alguna. De nada, Carlos, para eso estamos.
Del Callejón de Los Cuartos, qué contarte que no lloremos.
Más de treinta años y aquella vía clama a todos los santos a los que invoca el
alcalde al declararse creyente y practicante. Bueno, ya estamos en la TF-5. A
la altura del Polígono San Jerónimo me acuerdo de las mentiras de Linares,
alcalde villero (amén de otras lindezas orgánicas). ¿O acaso no recuerdas tú
las veces que dio por hecha la salida directa del citado polígono a la
autopista (o autovía)? Hasta manejó presupuestos al respecto y que muchas
entidades empresariales allí ubicadas iban a colaborar en la obra. Si no me
crees, recurre a las hemerotecas, pues no me estoy inventando ni un tanto así.
Animo a cualquier periodista a que cuele una pregunta en cualquier entrevista
que se le haga. Si no es mucho pedir, porque el periodismo está como está, a
saber, vendido al mejor postor. ¿Quieres una prueba? Diario de Avisos con el
presidente insular del PP. ¿Lo conoces, no? ¿Vuelvo a sacar lo del cura de
Toscal-Longuera o no hace falta? Pues sí, amigos, en las navidades de hace no
sé cuántos años ya íbamos a disfrutar del enlace reseñado. ¡Ay, Francisco!, así
está el Norte. De lo que sí me alegré es de la noticia de que la fuente de la
rotonda del costado oeste volverá a funcionar este próximo día 28, con luces y
todo.
Ya dejé al familiar en el centro médico y aprovecho para
caminar esa hora por los alrededores. Con mucho cuidado porque aceras y calles
están por el estilo y como te caigas en un hoyo no te van a encontrar tan
fácilmente. Y en los espacios sin construir, cuánta belleza botánica. Las
calles de la urbanización La Paz desprenden amor y felicidad cuando vas en
coche. El paseo paralelo a la carretera del Botánico (por arriba de la estación
de gasolina) se ha quedado reducido a la mínima expresión, puesto que la
vegetación se adueñó de buen tramo. Y unos bancos en los que los transeúntes se
sentaban en el siglo pasado, hoy presentan un estado tan calamitoso que como
aparezca por allí un operario a pintarlos, lo mismo se echan a correr. Una de
sus calles principales, Aceviño, donde se congrega gran cantidad de hoteles,
unos socavones que parecen provocados por la falla de no sé quién. Y la
Tabaiba, mejor no metas el fotingo o puedes perder algo más que la suspensión.
Y la del Hotel Semiramis, donde creí vislumbrar a unos concejales del grupo de
gobierno, gasté el nombre con tantas exclamaciones: ¡Jesús!, ¡Jesús!, ¡Jesús!
La ampliación de Jardín Botánico, la Casa Amarilla, el entorno de la Iglesia… En
fin, es que no hay nada de lo que se pueda decir aquello de dios (lo pongo en
minúscula porque me enteré de que cada religión tiene uno, o más) te guarde.
Acabo con una aclaración a modo de pregunta: ¿Tú puedes
creer que el concejal que está todo el día pendiente del Facebook (eso lo puedo
hacer yo que estoy jubilado y no tengo que ir a trabajar) no ha sido capaz de
poner un me gusta en cualquiera de mis boberías, ni siquiera felicitarme por mi
cumpleaños? ¿Se lo habrá prohibido la superioridad? Como todos no somos
iguales, yo sí lo hago. Y con los que tergiversan mis escritos citando fuera de
contexto, también. Y eso que no soy creyente, aunque casado, una vez, por la
iglesia católica.
Concluyo con “la práctica de citar fuera de contexto es una
falacia lógica y un tipo de falsa atribución mediante la cual un trozo de texto
es extraído de un párrafo de forma tal que se distorsiona el significado
original del mismo”. Se conoce también como contextomía (no lo recoge el DRAE),
del inglés contextomy.
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