Virtual, insisto. Porque las pinas calles de estos pueblos
norteños no me permiten demasiados alardes y dejan sentir las secuelas de dos
fracturas en la pierna derecha. Prefiero espacios llanos. No haberte ido de una
pared abajo, atrevido. Recibido el mensaje.
“Los Realejos prosigue en La Carrera la colocación de sus 14
nuevos parques infantiles”. ¿Nuevos o lavados con Perlán? Más bien, para ser
exactos, renovación de aparatos. Y como se esperó a unos meses antes de la cita
–los niños no votan, pero los padres sí– para acometer la reforma de todo el
conjunto, yo, en vez de La Carrera hubiese escrito a la carrera. Se capta mejor
el mensaje. Junto a la inyección de unos cien millones de pesetas –qué antiguo–
para piche, posibilitarán que alguien desaparecido, hasta de los plenos
importantes del Cabildo, haga trabajar a destajo a su fotógrafa particular.
Y seguí. Ya que estaba en La Carrera, el pabellón está
cerca. Y los días que no llueve –este otoño está impertinente– y está seco por
dentro y por fuera, se pueden practicar diferentes modalidades deportivas. Y me
paré un ratito. Se sobreentiende, porque en realidad me encontraba un poco más
hacia El Jardín, echándome un cortado en el lugar en que desayuna mucho
empleado municipal, incluso la policía. Salvo cuando diluvia, que entonces
deben colocarse en Los Cuartos para indicar a los conductores cómo se navega.
Y…
“Estamos en las puertas de una nueva fiesta del deporte en
la que presumimos con orgullo de nuestros deportistas, los auténticos
embajadores de la localidad y exportamos un sinfín de méritos en currículums
federativos de los que no pueden hacer gala otros municipios”. El
subrayado es mío. Son las palabras que cierto gabinete de prensa pone en boca
de un concejal de deportes. Yo, en cualquiera de las dos situaciones posibles,
asesor o político, habría actuado con mayor moderación. Arrogarse supremacías
deportivas de tal guisa, flaco favor presta a la elegancia que se le presupone
a esa noble actividad. Eso de yo el mejor y al resto ajo y agua solo viene a
poner en valor unos tics que cuestionan sagrados principios de la práctica
deportiva. Me acordé, desgraciadamente, del luchador que la emprendió a patadas
con el que lo tumbó en noble lid. Pero allá cada cual. Que se definan como
mejor crean conveniente. Pero que no alardeen, en lógica consecuencia, de
deportividad, nobleza en la mirada y eso.
“Anímate, no te pierdas esta gran carrera, deporte y Divercion…”. La cursiva es mía. La falta
de ortografía, no. Y podría darse la remota coincidencia de que este texto haya
podido ser plasmado por el mismo protagonista del párrafo anterior. Sería, en
todo caso, otro botón de muestra de las múltiples incongruencias que se dan en
esto de la cosa pública. Y me recuerda ciertos párrafos que le pasaron a una
concejala para que los leyera en un acto. O evento. No sigo, porque me da algo.
Como mínimo, risa.
¿Tú no decías que el paseo era virtual? Y lo es. Destellos
de mente calenturienta. Cualquier parecido con la realidad es ¿mera
coincidencia? ¡Oh!, ¿y qué hago yo aquí en El Bosque? ¿Dónde estará la enorme
piedra natural de la mesa que allí existía, en el centro del espacio delimitado
por cuatro elegantes bancos, más de cal que de cemento? Uno solo no pudo
mangársela. ¿Existiría la remota posibilidad de adecuar el entorno para
rememorar viejos tiempos o nos moriremos de asco para siempre?
Jolines, yo diría que era Manolo ese que pasó por La
Higuerita rumbo al naciente. ¿Al Palacio Insular o a la Calle del Castillo? O
quizás se queda en Los Rodeos. Y no me tocó la pita. Malagradecido, con todo lo
que yo me acuerdo de él.
Chacho, tuvo que colarse esa ambulancia por la calle Las
Cuevas para poder acceder a la autopista porque por Los Barros…
Qué buenos estos tipos de paseos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario