viernes, 14 de diciembre de 2018

Y a don Manuel no le gusta (1)

Vamos a parodiar al gran Pepe Monagas cuando después de una buena ingesta de ron (de Arucas, por supuesto) volvía a casa en un estado de inestabilidad total. Y cierto paisano que se tropezó con él, le expresó su parecer con un expresivo “bonita mona lleva, maestro”. A lo que nuestro protagonista, sin perder la compostura, le espetó: “Ya usted ve, y a mi mujer no le gusta”. O algo así.
Ayer nos sorprendía Diario de Avisos con una información de este Norte bajo el título de “El cura del Toscal-Longuera utiliza la misa para hacer política”. Con un subtítulo que comienza así: “Tras la celebración de la eucaristía […] se proyecta un vídeo…”. ¿En qué quedamos entonces, fue en misa o después de finalizada? No todo vale para vender, estimados periodistas del citado medio. Y mira que tengo amigos en esa plantilla.
Como sé de la preocupación, inquietud e implicación de Gabriel en todo aquello que se relaciona con el barrio que me vio nacer y en el que he vivido gran parte de los casi setenta años de existencia (entraré en ello el próximo día 16, así que aprovechen para felicitarme), no me quedó más remedio que acudir a la letra menuda, al nudo informativo, y no quedarme solamente con el enganche de negritas, tipo grande.
No creo que Gabriel necesite quien lo defienda en estos lances. Bien sabe que mi escepticismo religioso sigue estancado. Y que a pesar de ello, tuvo la valentía, hace unos años, de invitarme a una amena charla para que contara mis vivencias en el entorno de la Casona de La Gorvorana. Y no aconteció la misma en alguna dependencia anexa al recinto religioso. No, fue en la propia iglesia. Así que no sé a santo de qué vienen estas extrañezas de que dé a conocer a todo el vecindario los pasos que desde la Comunidad se han dado en pos de mejorar las condiciones de habitabilidad de este populoso núcleo poblacional realejero. Salvo que existan sectores que entiendan que la labor de los curas debe limitarse a ir con sotana y seguir a pie juntillas los predicamentos de regímenes afortunadamente superados.
Pero los hay, no se vayan a creer. Y a veces me confunden las concomitancias de algunos gobernantes actuales con las consignas de cierta formación política que se presenta ahora como adalid de retrocesos sociales jamás imaginados. Así que me fui al meollo de la cuestión:
Como el inquieto sacerdote –ojalá aparecieran varios cientos y no ciertos carcamales que aún abundan– fue tan osado de publicar en las redes sociales que el vídeo reivindicativo se proyectaría tras la misa en honor a la patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, comienza el desarrollo informativo con un contundente “lo anunció y cumplió”. Coño, con perdón, pues menos mal que alguien es consecuente. Por lo que el achaque político a la cuestión se cae por su propio peso: los políticos no suelen cumplir.
Nuevo asombro periodístico ante el párrafo final de la convocatoria: “Seguimos en la lucha por un barrio Toscal-Longuera mejor”. Algo más propio, según el Diario, de una asociación de vecinos o de cualquier otro colectivo social que de una comunidad eclesiástica. Así que, estimado Gabriel, enciérrate entre las cuatro paredes del templo y no asomes el hocico para nada. Y no se te ocurra demandar al ayuntamiento mejoras para que tus feligreses, en suma, vecinos del barrio, vean mejoradas sus infraestructuras y servicios. Y deja en paz la solicitud de una pronta solución a la que fue mi casa (La Gorvorana), porque ese tema que el equipo de gobierno municipal ha encomendado a unos estudiantes de una universidad privada, con los que vamos a quedar privados (complacidos extraordinariamente) cuando dentro de doscientos o trescientos años no quede ni una teja del histórico y emblemático edificio. Lo tuyo es rezar para que yo me convierta y no molestes a la superioridad. Dicho de otra manera, date golpes en el pecho, trágate tus preocupaciones, que los curas reivindicativos están mal vistos por el poder establecido. Porque el periódico contactó con nuestro estimado alcalde. Y a ello vamos.
Al señor Domínguez le ha molestado mucho que Gabriel anunciara, y cumpliera, lo que había publicado. La actitud del cura constituye una falta de respeto y un exceso de celo, declara. “Entiendo, defiendo y respeto que cada uno se pueda preocupar por el lugar en el que vive y trabaja, pero considero que todo tiene un límite”. Cinismo a la enésima de quien, y a las actas de las sesiones plenarias me remito, veta por sistema cuanta iniciativa le puedan plantear. Ni entiende, mucho menos defiende y, por supuesto, no respeta que nadie ose discrepar de lo que puede parir su iluminado cerebro. Solo le falta exigir a los curas que lo entren bajo palio a los oficios religiosos  a los que suele asistir como católico creyente y practicante. De ahí su queja al Obispado para que llame a capítulo al osado revolucionario que ha colocado al frente de la Parroquia de mi barrio. Hombre, qué se habrá creído el jovencito este. Que también reclama mejoras en su Güímar natal, como si mi Luisita Castro no tuviera otras cosas en las que entretenerse. Sálvame, Señor, de enemigos tales.
(concluimos mañana)

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