Se produjeron unos actos vandálicos en la plaza y Gabriel
fue tan atrevido que publicó unas fotografías en Facebook. Hecho que a usted le
molestó sobremanera. Porque dar a conocer lo que está mal en el pueblo
constituye un pecado de tal envergadura que uno debe permanecer callado y achacar
esos fallos a causas sobrevenidas y jamás, por ejemplo, a la notoria escasez de
policías municipales en la plantilla, porque hay que atender preferentemente el
sueldo de un tal Marrón.
Me recuerda su caminar los andares de otro político de una
isla que suelo visitar con frecuencia y que le encanta que los habitantes de
sus predios sean sumisos, obedientes, en resumen, súbditos. Como desde siempre
he sostenido que los talantes con reminiscencias antediluvianas, por no
escribir autoritarias o totalitarias, de esta joven hornada gubernamental
realejera, me entristece que sigan aupados al machito del poder con procederes
que no distan demasiado –puede que a veces los superen–, de esa corriente europea
cargada de xenofobia y que en Andalucía ha hecho acto de presencia para llevar
a cabo fusiones peligrosas con supuestos demócratas de boquilla.
Leo en la información que usted, señor alcalde, habló con el
cura por Facebook cuando vio las fotos de los destrozos habidos en la plaza del
barrio, la que está delante de la iglesia. ¿Y no tenía un teléfono a mano? ¿O no pudo desviarse un
momento y bajar por El Castillo cuando se iba a resolver asuntos orgánicos
populares? Porque bien que llama a personas mayores del pueblo para seguir
haciendo campaña electoral permanente. Le pongo un ejemplo. Usted entrega un
detalle (un ramo de flores, pongamos por caso) en uno de los tantos actos que
realizan con las asociaciones y al día siguiente se comunica con la homenajeada
para preguntarle qué le pareció el regalo. Pues si tiene tiempo para que le
alaben y aplaudan complacencias, acostúmbrese a que no siempre las piedras
ruedan a favor. Usted parece emular a la madrastra del cuento cuando cada
mañana se levanta y consulta al espejo por si alguien osa despojarlo del título
de guaperas oficial.
Y con respecto a su catolicismo a prueba de bombas,
permítame recordarle que olvidó añadirle lo de pecador convicto y confeso.
Porque, que yo sepa, y que Gabriel me corrija, la Iglesia Católica no admite
ciertos desvíos a sus mandamientos. Y como usted se acoge a preceptos legales
que su partido utiliza a conveniencia (por un lado los cuestiona e, incluso,
los recurre a instancias judiciales, pero, por otro, disfruta de su articulado
para beneficio personal), deberá rezar algo más de los consabidos cien credos
para que pueda entrar en el Reino de los Cielos, lugar en el que yo he sido
vetado por razones más que obvias.
Pues sí, amigos, a don Manuel no le gusta que le lleven la
contraria. Él es él, sin circunstancias. No admite contestatarios ni
reivindicaciones (reclamaciones, exigencias, requerimientos, demandas,
peticiones, solicitudes). Y mucho menos que venga un curita del Sur a
preocuparse no solo de los designios divinos, sino implicarse, asimismo, en que
el paso fugaz por este espacio terrenal sea lo más placentero posible. Y
pensaba yo, ingenuo de mí, que los creyentes practicantes eran seguidores de un
tal Jesús (no yo), obrero, currante, que daba de comer al hambriento, de beber
al sediento, que abogaba por la justicia social y que impartía lecciones
magistrales para los pobres (los de espíritu, pero también los otros) y que
expulsó del templo a quienes lo utilizaban para otros fines; que comerciaban,
vamos, como el señor Domínguez hace con los electores del pueblo que aún creen
en pajaritos preñados y se dejan embaucar por cantos de sireno.
En fin, estimados, es lo que hay. ¿Siguen pensando que es
que la tengo cogida con él (o con ellos, si añado al gomero)? ¿Permanecemos
callados y asentimos, cual borreguitos, con la cabeza? Para ese ejercicio,
conmigo no cuenten. ¿Que voy al Infierno? Vale, pero con la conciencia
tranquila y con la satisfacción del deber cumplido.
A perdonar la extensión, pero Gabriel se merece que rompa
una lanza. O las que hagan falta. Que ya está bien, carajo, de tanto caciquillo
barato.
Pasen, a pesar de todo, un feliz domingo. Vayan a misa los
creyentes y recen por los semejantes que piensan distinto. Y cuídate, Manolo,
pues me han dicho que ese Dios lo ve y escucha todo y tú no estás exento de su examen
riguroso. No, por nada, es que como te vislumbro tan engreído, lo mismo pensarás
que tienes el ascenso directo asegurado. Hasta el lunes.
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