Cada cual, me imagino, tendrá sus motivaciones para acometer
cuantas acciones estime menester. Sobre todo en aquellas que realiza en sus
ratos libres. Llámalo ocio, si prefieres. Y los que disfrutamos de la
jubilación, merecida o no, disponemos, aparentemente, de más horas para dedicarnos
a lo que nos venga en gana, a lo que nos apetezca. Con lo cual evitamos
tentaciones de bares y bancos, o mano sobre mano, que también se menta. Entre
otras cosas, porque ya están ocupados.
Los que escribimos, para matar ese gusanillo que constituye
una necesidad vital, y damos a conocer nuestras locuras, estamos sujetos a
pareceres y dictámenes. No tanto, en la mayoría de las ocasiones, encaminados
al cómo sino más bien al qué. Más al fondo que a la forma. Y yo creo, con toda
humildad, que las formas son importantes. Y esta vez lo manifiesto sin la carga
irónica de costumbre.
Las NNTT (Nuevas Tecnologías) de unas décadas atrás dieron
paso a las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), y ahora
también de las TAC (Tecnologías para el Aprendizaje Colaborativo). Así,
aquellos que dimos nuestros primeros pasos a través de la colaboración en los
medios de comunicación tradicionales (tanto prensa como audiovisuales), nos
percatamos, con la llegada de Internet y el amplísimo abanico de posibilidades
que brindaba, que para evitar retrasos y pérdidas de los artículos que enviábamos,
amén de los enfados por los abandonos a los que estábamos sometidos quienes no
vivíamos al lado de las redacciones, dirigimos los quehaceres hacia el mundo de
los blogs. Que, con el auxilio de las redes sociales, constituye una excelente
plataforma que te sitúa en cualquier lugar del mundo de una manera instantánea.
Y a fe, afortunado me siento, que no me ha ido mal.
Pasada la fiebre de publicar ‘boberías’, este refugio supone
una válvula de escape en un mundo convulso y complicado. En el que los
acontecimientos se suceden a ritmo vertiginoso. Tanto que cualquier hecho
solapa al anterior en menos que canta un gallo. Hoy se mueren millones de
personas en el continente africano, asolado por guerras y hambrunas, y mañana
una gala Drag Quenn se convierte en fenómeno viral que eclipsa hachazos a la
hucha de las pensiones, verbigracia.
Dispone uno de la ventaja de no hallarse sujeto a dictados de
nadie. Por eso escribe de lo que le venga en gana y como le venga en gana. Como
Facebook y Twitter se convierten en voceros de las opiniones (siempre libres)
que surgen Desde La Corona, es probable que cada día se susciten las
pertinentes controversias acerca del contenido (el qué) plasmado en los
párrafos redactados, normalmente, la tarde del día anterior.
Suelo plasmar un “me gusta” en todo comentario que aparezca
de los amigos feisbuccianos, así como
de aquellos otros que no siéndolos de manera directa, se asoman (o alongan) a través
de los muros de los que he tenido a bien (o a mal) etiquetar. Que suele ser en
escasas oportunidades. Y lo hago aunque se esté en franco desacuerdo con mis
apreciaciones. Etapas de pensamiento único, con las habidas ya es suficiente. Salvo
que se viertan las discrepancias desde posiciones gramaticales que rompen todos
los cánones del respeto y la educación. Algo que, afortunadamente, y que ahora mismo
recuerde, solo ocurrió en un par de momentos, y con la misma persona.
Escribió el recordado Ricardo Acirón (q.e.p.d.) en el
prólogo de ‘Jugando a ser maestro’: “El estilo, inconfundible, directo,
socarrón, sugerente, de las crónicas periodísticas procedentes de La Corona,
firmadas por M. García, se hace muy presente y acrecentado en el presente
trabajo”. Pues sí, es inevitable. Máxime cuando uno pretende entretener como un
mero aficionado juntaletras. Hay
tics, giros y modos que te definen con el tiempo.
Te pongo un ejemplo. Recordarás aquella publicidad de la Panadería
Los Compadres que protagonizaban los personajes de Juan Luis Calero. Esa misma:
que yo tengo mi tino. Sí, los incondicionales suelen ser de una echadura
semejante a la de un servidor y abogamos por no perder signos de identidad en
nuestro lenguaje canario, en nuestra manera de hablar –apego al terruño, si
prefieres–, y como existen multitud de tratados que concluyen en que sería
deseable que nos mostremos fieles con nuestras peculiaridades lingüísticas,
entiendo que la mejor manera de defender este patrimonio es su uso cotidiano.
En ello estoy y en ello seguiré. Un par de décadas entre rolos, piñas y
bellotas marca impronta. A mucho orgullo. El que a uno la vida le haya brindado
la oportunidad de superar ciertas barreras a través de la formación entra en el
capítulo de las circunstancias.
Disfruten del fin de semana.
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