viernes, 3 de marzo de 2017

Décimas silbadas

Dos días de esta semana desaparecí de La Corona. No tuve tiempo de programar todas las entradas mientras me encontrara ausente. No di para más. Vaya en esta de hoy viernes mis disculpas en forma de verso. A los que me siguen en el blog y a los amigos de aquella isla.
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De jueves a jueves fui
a dormir a La Gomera,
la isla que me atrajera
en cuanto a ella acudí.
Satisfecho me sentí
en los lejanos sesenta,
cuando a este que lo menta
a un campamento llevaron
y en El Cedro lo alojaron:
do la natura lo alienta.
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Siempre que existan posibles,
y la salud lo permita,
es una tierra que invita
con encantos bien visibles.
Momentos irrepetibles
los que me hacen volver,
pues lo mío no es querer,
sino amor apasionado,
porque esta isla me ha dado
instantes de gran placer.
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En Hermigua me alojé
en medio de plataneras,
que me recuerdan maneras
de etapas que yo pasé.
Mil lugares visité
en recorridos dispares,
maravillosos lugares
de una tierra encantadora,
bendita sea la hora
que recalé por sus lares.
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Desde antaño ha presumido
Hermigua de su buen clima,
asunto que siempre estima
el turista agradecido.
También su historia ha tenido
más de un jalón importante:
desde Monforte al Pescante
los hitos van de la mano
de Ricardo Valeriano,
que de ello sabe bastante.
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Del Bombón de La Gomera,
si alargas el brazo un fisco
casi alcanzas aquel risco,
a saber, la isla entera.
Con imagen tan señera
como ese Teide gigante,
que emergiendo del Atlante
te saluda, oh, agulense;
no es raro que siempre piense
que es gomero el muy tunante.
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En Vallehermoso me espera
un extenso municipio
que fue origen y principio
del gran García Cabrera.
Si por casual pretendiera,
con mi verso inconsistente,
emular tan noble gente
con décima inoportuna:
no tiene brillo la luna
ante un sol resplandeciente.
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A Gran Rey mucho no bajo
pues la cabra tira al monte,
mas yo no cierro horizonte
porque alguna etapa encajo.
Esta última me trajo
agridulce sinsabor,
al causarme gran dolor
el terreno abandonado;
el progreso lo ha dejado
de penita, cuánto horror.
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No recorrí Alajeró
como en otras ocasiones,
aunque haya mil razones
que solo comprendo yo
por las que el coche cogió
el rumbo sin más ni más,
y se puso en un pispás
enfrente al ayuntamiento,
donde siempre algo cuento
al amigo Nicolás.
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En La Villa percibí
apatía y dejadez
porque Curbelo, pardiez,
bien lejos está de aquí.
De la capital salí
medio raro, sin humor
siento, quizás, estupor
que se diluyan quehaceres,
que no cumplan sus deberes
los que juran por su honor.
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Ya se va este humilde vate
con la pena de saber,
que dotes debes tener
para ganar el combate.
Aunque sea un disparate,
en el intento seguimos,
y en La Gomera vivimos
momentos gratificantes,
que hacen surgir constantes
amores que compartimos.
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Disfruten del fin de semana y échense la (pen)última mascarita.

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