Cuando parece lógico que al final de la semana tengas más
elementos de juicio para comentar todo lo acontecido en los días previos, viene
a resultar que se me hace difícil redactar los párrafos de rigor. Máxime si ha
habido partido de fútbol europeo en el que participe cualquier equipo español,
o catalán, y haya tenido la dicha de pasar a la siguiente fase eliminatoria.
Como ha ocurrido este pasado miércoles. O que caiga en el lance el eternamente
odiado para general escarnio.
No se preocupen, no voy a deleitarles con la crónica pertinente
porque de ello ya se encargaron sesudos analistas en las redes sociales. Si les
cuento que se me importan un pimiento las remontadas épicas y los goles de un
tal Sergio Ramos, están en pleno derecho para no creerme. O sí. Pero si uno
observa las sandeces que se escriben porque los colores del club de sus amores
le hacen tilín y de camino incomodar a los admiradores de la competencia, acaba
preguntándose si en este país hemos avanzado o permanecemos en las cavernas. Y
es que ecuánimes que sepan sopesar pros y contras, escasos. Y que deslinden ocios,
fiestas y recreos de asuntos trascendentales, exiguos. Es, debe ser, la
impronta latina.
Puede que las opiniones vertidas surjan de cualquier pique o
pronto. Y que, por tanto, la espontaneidad pueda jugar una mala pasada. Y como
no tenemos tiempo para repasar lo plasmado, ahí queda la guinda para general
regocijo. No es que me produzca pena el comprobar cómo somos capaces de perder
energías intelectuales en ejercicios triviales, sino en que este pueblo
adocenado y borreguil no sea capaz de aportar semejantes bríos en las
cuestiones que de verdad afectan a la sociedad.
Siento lástima, cuando no dolor de corazón, al comparar las
solemnes tonterías que navegan por este vasto océano de la Internet,
argumentadas por quienes al rato escriben, cual juiciosos politólogos, de la
corrupción, de los recortes en servicios sociales y del negro porvenir de las pensiones.
Sujetos, algunos de ellos, que se declaran acérrimos defensores de los más
débiles y que apuestan ciegamente por cambios profundos en maneras y formas de
gobernar. Que militan, incluso, en formaciones políticas o movimientos
asociativos que abogan por principios teóricos que colisionan frontalmente con
estas prácticas que demuestran una total falta de personalidad o unas gravísimas
carencias de sustancia gris. Y me cuestiono si existen choques incontrolados en
las conexiones neuronales. Humo, aparentemente, no les brota.
Parecen chicos menudos, diría la abuela de turno ante
espectáculos tales. Hombres, y mujeres, como castillos perdiendo el tiempo de
esa manera. Puede que la razón se obnubile cuando once de calzón corto corren
detrás de una pelota, mientras otros tantos reculan en un terreno delimitado
por unas marcas blancas que son custodiadas por unos señores que portan un
banderín. Y bien lo agitan para que se note su presencia, bien avisan al que
lleva el pito o la voz cantante para que ordene el tráfico.
No me río del aficionado. Me carcajeo del forofo y fanático.
Entre los que existen de toda índole y condición. Pero casi todos con la
necesidad de una válvula de escape. Para desahogarse de vete a saber qué. Al más
puro estilo de tiempos pretéritos.
Buena remontada sí está haciendo falta para cambiar de actitudes.
Porque, a la par, un equipo de baloncesto tinerfeño se ha encumbrado a los más
alto de una clasificación, relegando a Madrid y Barcelona, en hazaña digna de
los mayores elogios. Pero ser culé o merengue viste mucho más que unas jóvenes,
verbigracia, que practican voleibol aunque alcancen elevadas cotas.
Buena remontada necesitamos para despertar conciencias
aletargadas. Que ante la enésima convocatoria para protestar por la imposición
de leyes que recortan y coartan, solo se atreve a tímidos lamentos y a míseros
rechazos. Que ni con el apoyo de otras plataformas (estibadores) logra un nivel
representativo digno. Y ante los que (por ejemplo delante del ayuntamiento realejero)
se despliega un excesivo número de policías, mientras el tráfico por el puente
de San Benito causa estragos, nervios y más de un enfado.
Sí, buena remontada es menester. Tanta que la tan cacareada
hazaña del Barça, al decir de los peritos, quede como mera anécdota. Y de la que
medios de comunicación y voceadores varios den cuenta en cuantos foros sean
precisos. Porque me da que este pueblo ramplón y chabacano requiere abundantes
meneos.
Ay, si fuéramos capaces de encauzar energías y no malgastarlas
en inútiles y estériles enfrentamientos, puede que otro gallo nos cantase. Pero
lo mismo me tachan de utópico los de las orejeras futbolísticas. Lo dicho: cuánto
borreguismo.
Feliz fin de semana y cuidado con los calores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario