Bajan muy turbias las aguas en la sociedad actual. Con
niveles tan altos de agresividad que uno duda de la racionalidad de sus
protagonistas. En todos los sectores saltan chispas que prenden conflictos a las
primeras de cambio. Mucho, pues, deberemos estar haciendo mal. Y siempre, a
tenor de lo que se escucha en los foros que marcan impronta, se suele descargar
iras y fobias en el plano educativo. Pero, casi de manera unidireccional, hacia
el antagonista de la película: el maestro, el profesor, aquel que debe
recomponer rotos y descosidos, el que debe enfrentarse diariamente a una
veintena de trances familiares en la más ignominiosa soledad. Sin ayudas ni
recursos. Solo, aunque no es poco, con buena voluntad.
Ya no es la escuela el reflejo tangible de un mundo caótico.
Un espacio en el que se reproducen modelos y comportamientos pergeñados más
allá de las lindes de los recintos educativos. No, es la diana, refugio de
culpas y diatribas, excusa perfecta y descarga de hombros ajenos.
Asistimos –semana sí, semana también– a denigrantes escenas
en instalaciones deportivas. Puede que las futbolísticas se lleven la palma. Un
encontronazo entre dos jugadores, una apreciación arbitral cuestionada,
cualquier disparidad de criterios entre familias bien avenidas y amplia gama de
casuística dispar suelen ser detonantes de situaciones embarazosas. Nada
importa ya que los contendientes sean chavales de pocos años. Que se hagan
hombres, coño. Que aprendan a defenderse. Una vuelta a las cavernas.
Parece que los cuerdos tienen asignado el encargo de grabar
el pasatiempo para luego difundir las imágenes. Cada cual con su rol. Y todo
ello se adereza con un rico léxico. De ese compendio audiovisual se empapará el
pequeño. Quien, más temprano que tarde, reproducirá el esquema en otros
ámbitos. El escolar, por ejemplo. Y surgido el problema añadido, acudirá bien
presto a cantarle las cuarenta en bastos al atribulado docente aquel que en la
batalla campal se erigió en protagonista de mamporros y otras caricias varias.
Se desgañita Emilio Calatayud. Se asombra un fiscal de
menores. Se tiran de los cuatro pelos que aguantan champús y potingues aquellos
que entre la reducida superficie que delimitan cuatro paredes sueñan con un
mundo mejor y centran esfuerzos en pugnar cual quijotes contra gigantescos molinos.
Mientras, telecincos, mistierras o misnortes, treces, losantos, herreras o marhuendas alimentan cultivos. Redes,
nudos y nodos informáticos propagan, expanden, enseñan, educan. Y los menudos
asimilan, captan, maman.
Perversión a la enésima. Adicciones peligrosas.
Retroalimentación (feedback, en moderno),
ida y vuelta, pero a la inversa. Porque no se intenta mejorar el funcionamiento
de una organización social, sino romper esquemas en un proceso involutivo digno
de estudio psicológico. Conductas irracionales a modo de epidemia.
Dejemos el fútbol y pongamos otro ejemplo: el proceso de primarias
en el PSOE. Donde seguidores, infiltrados, detractores, piratas, conspiradores,
arribistas y hasta los que se declaran militantes se enfrascan en guerras
dialécticas que minarían al mismísimo Pablo Iglesias, el ferrolano. Es para
flipar (originalmente, perder el control bajo el efecto de las drogas). Porque
se necesita un ‘coloque’ especial para asomarse a cualquier red social y
aprovechar el aroma de los miasmas deletéreos (que tanto expresaron aquellos
maestros de viejas escuelas de principios del siglo XX, cuando debían convivir
sus lecciones con olores y perfumes de retretes inmundos y se quejaban
amargamente a la Junta Local de Instrucción Primaria a fin de que el
ayuntamiento taponara escapes y salideros) para lanzarse a la yugular de quien
se dice compañero.
Sigan con el ventilador activo mientras Mariano se fuma otro
puro. Recen para que eso de la agenda canaria funcione y el gobierno consiga
sacar adelante los presupuestos. Póngase uno tan enfermo que ni siquiera pueda
votar telemáticamente. Porque de no poder superar el trance y se convoquen
elecciones, no les va a quedar ni la letra de la Internacional. Yo no sé cuál
es la solución, ni siquiera el remedio menos malo, pero juegas con fuego, Pedro
Sánchez. Sigues lavando supuestos trapos sucios en lavadoras inadecuadas. Como
exsecretario general deberías ser más comedido y dejar los asuntos internos
para los foros pertinentes. Lanza propuestas no a los que te siguen en mítines
y comparecencias, sino a los que pueden hacer posible que no haya más
retrocesos electorales. Y pareces empecinado en todo lo contrario. Te falta
mucha visión de Estado por tu cerrazón intestina. Se ha dicho desde siempre
aquello de abrir el partido a la sociedad. Tu postura tranca (más canario)
puertas y limitas acciones a los incondicionales. A los que no discuto su apoyo
a la que entiendan línea programática, que no ideológica. Del no es no, o del
sí es sí. Lo malo es que en cualquier faceta de la vida existen matices.
Resuelvan internamente este difícil paso. Déjense de batallas
campales sin sentido. Porque están involucrando a un sector importante de la
población que puede decantar resultados hacia uno u otro lado. Y una vez
superado, y definida en un congreso la dirección a seguir, a la meta de convencer
a un electorado necesitado de propuestas realistas. ¿Serán capaces?
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