El próximo
miércoles (5 de abril), a las 19:30 horas, se procederá al descubrimiento de la
placa que da nombre a la calle José Galán Hernández. Alguna nota plasmé en el
anterior blog (Pepillo y Juanillo) de la figura de este maestro que marcó
impronta en aquellos lugares donde ejerció su magisterio. Varias pinceladas
poseo guardadas en el ordenador y breves apuntes se plasman en una tesis
doctoral titulada Prensa y Educación en
el Norte de Tenerife entre la I y la II repúblicas (1873-1931). Aunque es
Octavio Rodríguez Delgado, cronista oficial de Güímar, quien, quizás, haya
tratado en mayor profundidad la biografía del egregio personaje.
Se deja
constancia en uno de los capítulos de la tesis antes mencionada que “aunque se
trate de una celebración realizada en el Sur de la isla, creo interesante
destacar la extensa información aparecida en El Campo (La Orotava, marzo de 1929, año XIV, número 52, páginas 18 a 32),
debido al meritorio papel del
maestro José Galán Hernández, elocuente orador en el acto, destacado poeta,
colaborador de prensa, intelectual republicano, desgraciadamente desaparecido
(?) en nefasto período histórico de triste recuerdo, que se dirigió el
numerosísimo público que se había congregado, explicando con frases
elocuentísimas la importancia educativa de la Fiesta , haciendo un inspiradísimo canto al
arbolado y haciendo demostración de sus dotes de cultura y oratoria, por lo que
fue ovacionado y felicitado calurosamente”.
Por su
contenido, por ser “el alma del festival y uno de los más entusiastas
defensores del arbolado”, y por constituir su texto discursivo un claro ejemplo
de lo que dichas fiestas podían suponer, vaya su reproducción íntegra, al
tiempo que manifestar el agradecimiento a la Asociación Cultural Proyecto José
Galán por la labor que viene realizando. Y congratularnos todos de que Los Realejos
haya hecho posible tan merecido honor:
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«Hoy (10 de marzo de 1929) celebra el
pueblo de Fasnia una de las fiestas que son más demostrativas del afán de
progreso y cultura que preocupa a todos los países: afán de adelantos, de
innovaciones, de inquietudes por un porvenir, que sean, al mismo tiempo,
arrepentimiento por las equivocaciones pasadas y promesa de realizaciones para
el futuro.
Esta fiesta
presenta, además de las características propias, la de ser la primera de esta
clase que se celebra en este pueblo, y las de verse honrada con la asistencia
del señor delegado gubernativo y de los señores ingenieros agrónomos, así como
con la del señor inspector de Primera Enseñanza, a todos los que atentamente
saludo.
Igualmente
hago extensiva mi salutación a las autoridades locales y al vecindario en general,
que, con su asistencia y cooperación al acto, dan la nota de brillantez y
civismo, demostrando que se han compenetrado de la capital importancia de esta
fiesta, a la que todos debemos coadyuvar con nuestras fuerzas y aptitudes, como
amantes del progreso, como ciudadanos y como españoles.
A los
compañeros maestros nacionales nada he de decir, pues de sobra saben que
cuentan con mi saludo y afección, que compañerismo obliga; y en cuanto al acto,
menos; igualmente que yo, están persuadidos de que al cooperar a esta fiesta no
hacemos más que cumplir con una obligación moral y material; pues aparte de ser
un acto recomendado por una sabia disposición legal, y, por lo tanto, que
establece un mandato para todos los funcionarios, para nosotros, para los que nos
honramos con tener a nuestro cargo una misión tan elevadísima y difícil como es
la de educar a instruir a los niños, la de preparar al ciudadano del mañana
para que entre rebosante de entusiasmos, de energías y conocimientos por la
puerta de la sociedad futura, constituye esta fiesta algo nuestro, algo
completamente ligado a nuestros desvelos profesionales, sintetizando: algo
comprendido en las materias de enseñanza, en el terreno pedagógico.
Y a los
niños, a esos ciudadanos en formación, esperanza de la sociedad actual, a ellos
es a quien debería de dirigirme en mi disertación, que por ellos es por quien
se hace esta fiesta, principalmente; pero al revestir el acto un carácter
distinto del puramente escolar, forzosamente se han de usar términos, se han de
exponer conceptos e ideas que no están al alcance de las inteligencias
infantiles.
Por eso, si la Fiesta del Árbol se celebra
una vez al año, las autoridades locales, con la cooperación de los maestros
nacionales y de otras personas que generosamente se presten a ayudar, deben
organizar a menudo fiestas en pequeño, paseos, excursiones, conferencias de
carácter esencialmente infantil, exclusivamente escolar.
En esas
pequeñas fiestas pueden darse sencillas conferencias a los niños sobre la
utilidad del arbolado, o hacerse excursiones a regiones donde abunden los
árboles y allí, prácticamente, darles explicaciones, o visitar los lugares
donde los niños han plantado arbolitos, para que se encariñen con ellos, para
que los amen como obra suya que son.
Esto, aparte
de las enseñanzas de arboricultura que se pueden aprovechar, al hacer
experimentos, limpiando, podando o injertando los mismos árboles que plantaron.
Precisamente,
en esos pueblos en los que la cultura no ha llegado al grado que debiera
llegar, es donde más falta hace esta cruzada en pro del arbolado; en donde las
corrientes del progreso en todas sus manifestaciones han marcado las huellas de
su paso bienhechor, no es tan necesaria la celebración de la fiesta: que la
cultura lleva en sí el convencimiento de la necesidad de defender al árbol, por
conveniencia, por estética y hasta si se quiere, por romanticismo, que no todo
ha de ser guiado por el materialismo grosero.
¡Pobres de
los seres que no vean en los productos de la Naturaleza otra
finalidad que la de satisfacer nuestras necesidades materiales!
¡Pobres de
espíritu los que no vean en un frondoso pino más que un vegetal que sirve para
que se hunda criminalmente el hacha asesina en su tronco y sacar astillas con
que construir un apero de labranza o echarlas al fuego para cocer la comida!
Indiscutiblemente,
los arados y más aún los alimentos, son indispensables... Pero... ¿Vamos a
prescindir absolutamente del alimento del alma, del recreo del espíritu? ¿No
hará mella en el alma de un talador, el triste espectáculo de ver caer a sus
pies, muerto por su hacha, a un árbol hermosísimo, que le ofrecía generoso la
sombra de sus ramas, sus frutos y la belleza de su conjunto? ¿No le
entristecerá oír los lamentos de los pajarillos, que pían tristemente al ver
que el árbol en su caída aplastó al nido de sus amores, el lecho de sus hijos?
Puede ser que
no; al ignorante talador le discuto todo sentimiento puro, toda delicadeza
espiritual... dudo hasta que tenga conciencia.
Y es que al
hablar del árbol, no puedo prescindir de la influencia romántica, pues se
reúnen en mí las condiciones de ser cristiano y poeta...
El árbol es,
de las galas de la
Naturaleza , la más simbólica, la que despierta en las almas
sensibles las más hondas añoranzas... Visiones históricas de religiosidad y de
fe; escenas bíblicas de místico sabor o recias remembranzas de gestas
raciales...
De un árbol
salió la Cruz en
la que expiró el Hombre más grande que ha existido, el maestro Sublime de las
indiscutibles Doctrinas...
Un sicomoro
ocultó bajo sus ramas a la
Sagrada Familia en su éxodo a Egipto, huyendo de la ferocidad
de Herodes.
Una rama de olivo
fue la señal que indicó a Noé la terminación del Diluvio.
Bajo el
célebre árbol de Guernica se reunían los Concejos de los recios hijos de
Vasconia, nervio y alma de la raza, para discutir leyes, imponer fueros y
depurar costumbres.
El Drago, ese
árbol tan nuestro, tan tinerfeño, que es como un monumento vivo en loor de la
extinta raza aborigen guanche, reunió bajo sus corpulentas ramas a nuestros
antepasados, cuando en momentos difíciles y angustiosos celebraban su Tagoror,
su patriarcal concejo. ¿Qué, siendo tinerfeño y teniendo algo de
sentimentalidad, de respeto al pasado, no se descubre ante el Drago de Icod,
ante el coloso milenario, hoy declarado monumento nacional, que fue testigo
presencial de las luchas y más tarde de la fraternidad entre nívaros e
hispanos, en la lejana época de la conquista?
¿Quién no ha
oído hablar del Garoé, el árbol herreño cuyas ramas manaban agua potable en
época de sequía, salvando a los vecinos de morir de sed?
Un árbol
sirvió para aumentar la fama de un poeta, del ilustre Padre Anchieta, honra y
prez de La Laguna
y de Canarias. El sabio jesuita, hallándose prisionero de los indios en el
Brasil, tuvo una genial inspiración. Mas, no tenía en qué escribir las místicas
estrofas, que en súplica a la madre de Cristo acudían a su mente. El poeta,
ante el peligro de que se le olvidaran sus versos, grabó con la punta de un
cuchillo en el tronco de un árbol las estrofas de su “Poema Marianun”, tan
célebre, y allí se las aprendió de memoria hasta que, libre del cautiverio, les
dio publicidad. Sin el providencial auxilio del árbol, la producción del Padre
Anchieta, esa joya literaria que es elogiada por el Mundo entero, hubiese
quedado desconocida. El Gobierno del Brasil, reconociendo el mérito del poema y
el talento de su autor, ha acordado recientemente conservar el árbol como
monumento nacional y erigir una estatua al insigne tinerfeño.
Como dije al
principio, los países más cultos son los más esforzados defensores del
arbolado. Precisamente –y no creamos en una casual coincidencia–, en las
naciones donde menos se preocupan de este problema es donde más se destacan
estas dos características del atraso popular: la poca población relativa y el
analfabetismo. La primera, consecuencia de la pobreza que necesariamente ha de
sufrir un país sin arbolado, que obliga a los habitantes a vivir aglomerados en
las poblaciones y huir de los campos áridos, inhospitalarios y a emigrar a
otros países más acogedores. Y la
segunda, causa y efecto al mismo tiempo del descuido por el fomento del arbolado
o del incivil empeño en destruirlo.
Y digo que el
analfabetismo es a la par causa y efecto de la destrucción del arbolado o de la
indiferencia por fomentarlo, por razones muy sencillas; es causa, porque
habiendo cultura, siendo lo bastante instruido un pueblo, estaría convencido de
las ventajas del arbolado, y cada ciudadano sería su defensor decidido; y es
efecto, porque una de las razones de la falta de escuelas, de que las
existentes no funcionen con toda la regularidad que debieran, con el material necesario
y con la continua asistencia de los alumnos, es la pobreza del país,
consecuencia inmediata de la ausencia del arbolado.
Un ejemplo
práctico: Si Fasnia, en vez de presentar este desolador aspecto de sus campos
áridos, sus cumbres peladas, la angustia constante del labrador que espera
anhelante la lluvia, que a veces tarda años enteros sin venir, fuese un país
poblado de árboles, y como consecuencia las lluvias fuesen periódicas, y se
construyesen embalses y el riego convirtiera esas inmensas costas estériles en
magníficas fincas de abundante producción... ¿se daría el triste espectáculo de
ver a tantos niños, de catorce, de doce, y hasta de diez años, que en vez de
acudir a la escuela tienen que trasladarse a Güímar a trabajar en los cultivos
de tomates, para mitigar un tanto la miseria de sus hogares? ¿Cuánto
aumentarían en valor esas inmensidades de terreno costero, si en vez de ser
eriales ingratos, yermos, fuesen ricas plantaciones que trajesen el bienestar
para sus propietarios, para los obreros y para el pueblo en general?
Este sueño de
prosperidad se realizaría habiendo agua, abundando las lluvias, y las lluvias
está demostrado que son más frecuentes en los países poblados de árboles.
El arbolado
atrae a las nubes que se forman en las alturas atmosféricas y las que al
ponerse en contacto con la temperatura más cálida del suelo, se liquidan,
transformándose en lluvia que riega el terreno o se deposita en forma de rocío
sobre las ramas, alimentando al vegetal y refrescando el aire.
Y hasta lleva
sus beneficios a ser precavido y atenuar los efectos de la lluvia, cuando ésta
se presenta en forma tempestuosa y las aguas reunidas se precipitan en
torrentes por los declives del terreno.
Los troncos y
raíces forman como diques de contención, e impiden que las aguas desbordadas
hallen libre paso y arrastren las cosechas y hasta, a veces, animales,
edificaciones y personas, y, lo más corriente, que se lleven al mar las tierras
laborables, dejando como triste recuerdo de su paso, las rocas peladas donde es
imposible toda vegetación.
¿Para qué voy
a exponer más argumentos y ejemplos de los beneficios que reporta a la
agricultura y al bienestar popular el arbolado? Las constantes campañas que con
dicho fin se siguen por entidades oficiales y particulares, en la Prensa y en libros, en
fiestas y demás actos públicos demuestran irrebatiblemente que toda labor que
se haga a favor del árbol, es labor de prevención, labor de provecho, si se
admite el término, labor de egoísmo; que al defender al arbolado, no hacemos más
que defendernos nosotros mirando al presente y al futuro.
Y en esta
región, en el Sur, hace más falta una decidida labor en fomento del arbolado.
La despoblación de los montes, la naturaleza volcánica del terreno y la
situación geográfica –sabido es que los países situados al Sur sufren un clima
más caluroso– son factores decisivos en la falta de lluvias. Y ya que nos es
imposible enmendar la obra de la
Naturaleza , ya que no podemos variar la situación de la
región, ni cambiar la calidad del terreno, ayudemos decididamente a terminar
con la otra causa que contribuye a la escasez de agua de lluvias. Poblemos los
montes de árboles; impidamos esas talas vergonzosas de los pocos ejemplares que
han escapado al hacha destructora; embellezcamos las calles, caminos y plazas
con árboles y flores, y aparte de hacer obra de estética, trabajemos por atraer
las lluvias, que en pago a nuestro noble y cívico empeño fertilizarán los
sedientos campos.
Vecinos de
Fasnia: Por cultura, por conveniencia, por humildad, emprended una meritoria
campaña a favor del arbolado... Procurad que este pueblo, tan digno de
adelantos, deje de ser un punto más, perdido en el mapa de Tenerife; que se
hable de su riqueza, de su progreso, de su afán de incorporarse a la marcha de
las poblaciones adelantadas... Sea esta fiesta de hoy como una promesa y una
iniciación de obra cultural, que en no lejanos días recogeréis el fruto de
vuestra labor.
Defended al
árbol, que él nos proporciona la cuna de nuestra niñez, sus nutritivos frutos,
el papel con que se nos inculca la cultura en la escuela... Y... ¡favor
máximo!... nos da el ataúd con que ir a la tierra cuando emprendamos el último
viaje...
¡Fiesta del
Árbol! Fiesta que debería llamarse de la Naturaleza , porque al defender al arbolado,
defendemos las más preciosas galas de la Creación : árboles, pájaros, flores, al hombre
mismo. Su celebración demuestra el afán de cultura de los pueblos y el ansia de
los ciudadanos de preparar una vida mejor a sus hijos, a las nuevas
generaciones.
Debemos ver
en el árbol una demostración de la Bondad Divina. Consideremos los beneficios que
nos prestan y por lo tanto, cada vez que derribemos un árbol, cometemos una
ingratitud. Mirad la abnegación de las palmeras, que atraen con sus aceradas
hojas al rayo destructor dando generosamente su vida al evitar que la centella
caiga en el hogar del labriego, que tal vez momentos antes maltrataba sus ramas
triunfales.
Niños: Tened
en cuenta que cuando plantáis y cuidáis un arbolito, no hacéis más que trabajar
para el mañana. El árbol atraerá la lluvia sobre los campos de vuestro pueblo,
embellecerá las campiñas hoy de aspecto tan desolador; en las primaveras se
llenarán de flores y de aromas que recreen vuestros sentidos, y cuando seáis
viejos, aparte del orgullo de haberles dado vida, encontraréis su sombra
protectora, cuando salgáis a desentumecer vuestros miembros, ateridos por el
frío de los años...
Que la fiesta
de hoy quede grabada en vuestras inocentes imaginaciones para no olvidar que el
cuidar el arbolado es una acción digna de elogios y que lleva el premio en sí.
A sembrar cada uno el arbolito que se le designe y a cuidarlo después con
cariño, para que dentro de poco tiempo, al ver sus ramas frondosas y su
crecimiento arrogante, digáis con orgullo: Ese árbol tan hermoso lo planté y
cuidé yo. Luego he ayudado a hermosear a mi pueblo y a desaparecer del hogar de
mis padres la negra amenaza de la sequía. Yo soy un niño bueno, y cuando sea
mayor he de ser un buen ciudadano. A las niñas, también, les corresponde
desempeñar un gran papel en esta empresa. Precisamente por ser hembras –la
mujer tiene un alma más sensible y delicada que el hombre– está a su cargo la
parte romántica, la parte sentimental de la obra.
Ellas son las
llamadas a inculcar en sus hermanos, en sus amigos, en sus novios y en sus
esposos cuando sean mayores, este amor a la belleza del arbolado. ¡Tal vez lo
que no pueda convencer el rudo entendimiento del labriego, lo pueda el consejo,
el ruego, la dulce persuasión, de la hermana, de la hija, o de la esposa!
Y todos,
niños y niñas, grandes y pequeños, maestros, autoridades y particulares, no
debemos desmayar en esta obra que se ha iniciado hoy, y seguir
perseverantemente en el loable empeño, hasta que llegue el día en que digamos
en una exaltación mística de fraternidad, como el santo de Asís: ¡Hermano
Árbol!
Entonces es cuando podemos dar por terminada la gran obra».
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Como es fin de semana y disponemos de más horas para la lectura,
espero ser comprendido por la extensión. Pero el bien hilvanado discurso de
José Galán, pienso que valía la pena.
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