En un rato libre que me quedó ayer por la tarde –quien diga
que los jubilados se rascan el ombligo es que no ha llegado aún a dicha
situación– me puse a echar una visual a unas pocas de las muchas fotocopias de
prensa de años idos que obran en mi poder, producto de largas estancias en la
biblioteca de La Orotava (que cuenta con una excelente colección de periódicos,
hoy, afortunadamente, digitalizada; en aquel entonces, mejor no contarte), cuando
a uno se le ocurrió matricularse de nuevo en la universidad lagunera. Y como ese
uno también participó activamente en los comienzos del Club de Luchas Atlante,
del barrio realejero de Toscal-Longuera –al menos alcancé unos buenos leñazos
hasta que dije que aquello no era lo mío y me retiré a otros menesteres menos
sacrificados (cuando la foto ya me había echado a un lado)–, mientras ojeaba
asuntos relacionados con la entonces denominada instrucción pública, me
tropezaba con otros temas que despertaban mi interés. Y entre ellos, unas
cuantas notas del vernáculo deporte. Que en la actualidad no pasa por su mejor
momento porque poderoso caballero don dinero ha hecho acto de presencia en los
terreros y se necesitan respaldos económicos tan fuertes que han hecho
desaparecer equipos de gran tradición y solera. Como el Punta Brava, por
ejemplo. Sin perder la esperanza de su reaparición, como me dijo hace unos días
Juan Yanes.
En el número 19 del periódico portuense El Teide (ubicado en
la calle Iriarte, 30, y cuyo primer director fue Manuel García, más conocido
por Tinguaro –muchos artículos existen de este maestro tacorontero– y que se
publicaba los miércoles y sábados de cada semana, viendo la luz su primer
ejemplar el 1 de septiembre de 1908), de fecha 7 de noviembre de 1908, páginas
1 y 2, hallamos, bajo el epígrafe Revista, una crónica de un encuentro
celebrado en La Villa, y que es del tenor literal siguiente:
“Bandos. Norte contra Sur; dividido entre el partido de la
Laguna y Tegueste. Eran dirigidos por los afamados luchadores Emilio Rivero y Juan
Capitán; el primero dirigía el del Norte y el segundo el del Sur. ¡Soberbio
partido!
1ª luchada. Salió al terrero por el Norte el teguestero
Francisco Ramos, y por el Sur Juan Barreto; el primero prendió por el muslo,
siendo derribado por su contrincante por una atravesada de pierna.
2ª. Salió por caída Cipriano Pérez que, por la misma lucha y
en la misma forma, jugó igual suerte. El vencedor se retira por cansancio.
3ª. Pisó las tablas el teguestero Juan Díaz, conocido por el
Taladro: éste es de cuerpo nervudo y con bastante fibra, derribó á Fortunato
Barreto que era el otro contendiente, pues al intentar el último sacarlo por su
remolino midió el suelo con las costillas por un cango por fuera.
4ª. Salió á vengar á su compañero vencido, Cristóbal
Henriquez, y en efecto que lo vengó, pues después de estar á gran elevación por
una fuerte levantada del Taladro, logró trabar la pierna derecha y al ser tirado,
resultó ir debajo del contrincante. Hubo muchos aplausos.
5ª. El vencedor lagunero agarra otra vez mano al calzón con
Domingo García, cayendo el último por un juego de soltura.
6ª. Allá va al terrero Indalecio, el de los remolinos, con
su pasito lento. Después de igualar hombros y tirar las manos á las espaldas,
Indalecio prende por el muslo. Cristóbal traba un garabato pero inútilmente,
porque el de los remolinos, con fina maestría, lo retuerce á la izquierda y lo
deja sentado. ¡Vaya un luchador!
7ª. Salió al terrero el célebre Eutiquito Valencia, que
según se vió, su intención era la primera entrada, pero Indalecio que es
bastante experto en las reglas de la lucha, lo esperó tranquilo, y al ser tirado
por la favorita de Valencia, le suelta su remolino y dio en tierra con Valencia.
Grandes palmas llevó el de los remolinos por ser la primera vez que ha luchado
en este pueblo. Y el que simpatizó en el público.
8ª. Brincó al terrero
otro Valencia para vengar á su hermano; pegaron con alma, pero al intentar
Valencia encaderar cayó de sopapo por un cango por fuera. Indalecio se retira
por cansancio.
9ª. Sale por el Sur José Serpa y sustituye á Indalecio
Severiano Jiménez, el cual cayó por una cadera sin desquite del primero.
10ª. Francisco Jiménez, de temperamento nervioso, saltó con
presteza remangándose el calzón, pero su suerte fue mala; al primer impulso de
una media cadera del Serpa fue de mandoble al suelo.
11ª. Solo queda Rivero que luchar, y por fuerza y á petición
del público se lanza al terrero. Después de algunos momentos que tardaron para
poderse agarrar por ser éstos de alguna malicia para mejorarse, cayó José Serpa
por una cadera de bocas piernas.
12ª. Sale por caída José Guzmán; es llegado el momento de
descubrirse ante estos dos ágiles maestros de la escuela tinerfeña. Serios,
ajotos y enérgicos, sin perder de un segundo en las lides, son estos dos
luchadores. Atraen el respeto y simpatía del público en general. Después de
varios ataques entre ambos, cayó Guzmán; Rivero le prendió por cadera y no hubo
desquite alguno. Rivero se retira para descansar, siendo sustituido por el de
los remolinos.
13ª. ¡Ya está en el terrero el Capitán, se espera la derrota
del partido del Norte! No tardó nada Indalecio para salir, y enseguida agarran
calzón arriba: el público admira á estos dos forsudos, y luchadores de
nombradía, en sus acometidas y desquites. Después de lidiar largo rato,
Indalecio quiere jugar su suerte; toca una palmada para atrás al Capitán y éste
con su habitual elegancia lo monta en el cuadril, y, pin, al suelo Indalecio.
14ª. Salió Rivero y de pronto Capitán intenta coger el
muslo, pero Rivero no se lo da; hubo unos momentos de asecha y Rivero en uno de
ellos encadera y Capitán se la devuelve, pero al devolverla se encontró
encangado sin tener otro recurso que medir el suelo con las costillas. ¡Las palmas
son muchas!
Terminó la lucha con la derrota del partido Sur, y
aseguramos que luchas como estas traerán mucha gente á esta Villa de todos los
pueblos del Norte, pues ambos partidos se portaron como buenos, quedando el
público complacido de la cordura y modestia que demostró el público del atento
Tegueste”.
No olvides que es transcripción literal. La ortografía
presentaba tremendos fallos. En los tiempos del plomo, las composiciones
dejaban bastante que desear. No había televisión, pero el cronista (no aparece
firmada la información) supo dibujar la situación.
Vaya este recuerdo de hace casi ciento diez años para todos
aquellos que de una u otra manera han tenido relación a lo largo de su vida con
el deporte de la lucha canaria. A los que tengo de amigos en Facebook serán
debidamente etiquetados.
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