martes, 9 de mayo de 2017

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Traje de Gran Canaria esbozado en el dorso del folio que me entregó la guía de Mundiplan con la información de la clásica reunión en la que te venden excursiones, y a la que no suelo acudir, el artículo que hoy debería ver la luz en este blog. En el mismo reflexionaba una vez más del circo socialista con su proceso de primarias. Un debate que yo entiendo de puertas adentro y que ellos, los militantes, los que con su voto decidirán quién deberá ocupar la secretaría general del partido, continúan empeñados en convertirlo en espectáculo de feria, aireando miserias y poniéndose a caer de un burro en mítines que más parecen propios de cualquier campaña electoral que un debate sosegado entre compañeros a la búsqueda de un líder. Pero cuando escucho que uno de los candidatos se descuelga con la guinda de que seguirá en el partido aunque no salga elegido, cogí el borrador manuscrito, lo arrugué como una pasa y lo deposité en el recipiente que tenemos en casa para luego llevarlo al contenedor de papel y cartón. Si lo que se busca es notoriedad, guárdenme un par de curieles machos. Y que llegue junio ya, a ver si una historia centenaria lo sigue siendo o le dan carpetazo.
Como llevo unos días deleitándome con las imágenes que muestran a un Rajoy atlético, acompañado por unos peculiares guardaespaldas (mi ordenador me señala que es sinónimo de esbirros), pensé escribir unas líneas presupuestarias, que es tema de candente actualidad en estas islas. Porque en el plazo de un ejercicio económico (este de 2017) no las va a conocer ni el mismísimo sursuncorda. Ya que atravesé el famoso túnel de La Aldea (en ambos sentidos; por cierto, una mínima expresión de todo lo que resta por hacer), con todos los millones que nos caerán con el voto del pluriempleado Quevedo, el tramo siguiente, hasta Mogán, antes de San Valentín. Ahí tienen una de las tantas fotos que han circulado y que los propios dirigentes canarios se han encargado de propagar a los cuatro vientos en un alarde de no sé qué, la verdad. Ridiculez a la enésima, pero cada cual se retrata como mejor le venga en gana. En el Botánico (hotel de lujo, como debe ser), en la Ranilla o tocándole la pilila al guanche. D´Artagnan y los tres mosqueteros.
Dado que el barco tuvo un considerable retraso porque uno de los dos que cubre al trayecto Agaete-Santa Cruz entró precisamente hoy (no olvides que redacto estos párrafos el día anterior; bueno, casi tan tarde que ya es casi mañana) en varada técnica, creí que me iba a dar tiempo de decirle cuatro cosas a Ricardo Melchior, el actual presidente de la Autoridad Portuaria, por haber defendido abiertamente a Miguel Zerolo, y que el pobrecito no se merecía el varapalo judicial por el ‘caso Las Teresitas’ y ha estado un montón de años sufriendo una persecución totalmente injusta. Pero echando una rápida ojeada a la prensa por si hallaba motivo o inspiración para cumplir con mi obligación diaria, compruebo que el amigo Alejandro de Bernardos ya le cantó las cuarenta en su artículo dominical en El Día, por lo que poco podría añadir yo a tan bien hilvanados planteamientos. Cuatro cachetones bien dados y retírese ya, antes de que chochee más.
No sé si me produce gracia o me provoca náuseas la postura oficial de CC acerca de guardar mutismo absoluto sobre el particular. La condena por la trama corrupta urdida por quienes fueron cargos públicos relevantes no ha merecido ni el más mínimo reproche. Algo que tampoco debe extrañarnos demasiado pues el señor Linares es consumado especialista en nadar y guardar la ropa, en echar balones fuera. Ya lo hizo en el más cercano ‘caso El trompo’, en el que quien fuera su alcalde durante largo periodo (así como el secretario del ayuntamiento, amén del promotor) fue condenado, y él pasaba por allí, y ahora no va a mojarse con quien fuera enviado al Senado a defender los intereses territoriales. Esperen sentados. Ya Barragán lo está, y muy cómodo.
Como correspondía el número arriba señalado y corrieron nítidos los recuerdos de los dálmatas que presencié en compañía de alguno de mis nietos, mejor me voy a acostar y prometo solemnemente que el miércoles retomaré la tarea con más fundamento. Y si por casualidad me ven entrenado con Lope, Asier o Manolo, es que habré mejorado bastante la pierna accidentada y pienso echarle un  pulso al marchador principal del reino, al que, hoy por hoy, ni Basilio le hace sombra. Oh, fíjate tú, eso me contaron, que uno de los tres mosqueteros llegó a duras penas, y con la lengua colgando hasta el ombligo, al semáforo del Peñón. Y menos mal que estaba en rojo.

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