Ayer, tras el baño mañanero en la piscina municipal (casi
vacía a primeras horas porque la gente debió iniciar la romería chica bien
temprano), llevé el coche al taller de La Azadilla para que le cambiaran el
aceite. Como debía esperar a que trajeran el filtro, me eché a caminar un rato.
Desde la zona de la estación de servicios hasta La Madrejuana hay que ir
haciendo verdaderos equilibrios. La vegetación ha invadido el espacio porque el
que, teóricamente, los peatones deberíamos transitar y yo, aún, y como ustedes
perfectamente conocen, con la pata a medio remendar. Ya no se ve ni la “traza”,
cantinela que repetía en cada conversa una señora que vivía en la bajada desde
El Castillo a La Longuera.
Y alcancé el sendero que discurre por el costado que da al Valle
de la TF-342. Del que ya me he ocupado en más de una ocasión. Y por el que
pasea un considerable número de personas. Lo médicos aconsejan ejercicios de
tal porte. Amén de que las vistas reconfortan. Aunque alguna pendiente te pone
a prueba.
Debo reconocer que tiempo atrás observé que unos operarios
procedían a la reparación de aquellos
tramos ganados en el vacío mediante el añadido de otra pieza metálica que
sujetara las deterioradas ya existentes desde cuando se inauguró. Pero sigue
habiendo chapas levantadas. Menos mal que el sonido de las pisadas lo delata
con facilidad y te hace ir mirando al suelo por si acaso. Es mi particular
calvario después de la caída en Las Abiertas. El serio temor a irme de narices
me hace ser precavido en grado sumo.
Además, ciertos pasajes han sido colonizados por hierbas de
diversa índole. No es rabo de gato, pero molestan y restan centímetros ─bastantes─ a
la zona habilitada para el pateo. Procede, entiendo, que se elimine antes de
que la ocupación se incremente. Y desde ya intuyo que la respuesta municipal va
a ser la de desviar el mensaje hacia el Cabildo. Como el ejemplo antes citado
de la carretera de El Castillo. Como si la máxima autoridad realejera no
ocupara, asimismo, un sillón, en la corporación insular. Desde el que, ahora
que recuerdo, votó a favor de una moción que condenaba los procederes de cierta
televisión local ─ilegal, para más señas─, y en la que sigue inyectando dinero
público en publicidad, según reconoció
en reciente entrevista. Cuánta falsedad. Aparte de otros puestos
orgánicos que lo mantienen entretenido.
Si me permiten un impasse (compás de espera), aconsejo a los
villeros que se han preocupado por el nuevo cargo de Francisco Linares y
cuestionan tiempos de dedicación, sueldos y otros asuntillos de menor cuantía, que
pregunten en este costado del poniente del Valle porque estamos en condiciones
de dar lecciones de desdobles y pluriempleos.
Llegué a El Lance. Y vislumbré a una joven que se hacía el selfie de rigor con los atributos del señor
que se reproduce en la foto; los objetos más manoseados de este Norte. Pero yo
miré a otro lado. No tanto por vergüenza como por incredulidad. El recelo o
duda que me suscita la instalación, cerrada a cal y canto, de lo que fue un
restaurante con unas preciosas vistas de toda esta zona de la isla. Algo, o
mucho, debe estar fallando en este tipo de recintos. Porque no es el único,
desgraciadamente, que no despega. Y valga el verbo especialmente para este
establecimiento que nos concita con el vuelo de los parapentes por los alrededores
de la Ladera de Tigaiga. Entiendo que es una verdadera lástima que esta otra
forma de ocio no funcione. Atractivos suficientes existen.
Seguí hasta el final. Allí donde el cuartel de El Dornajo da
paso al del Lomo Márquez. En la zona que existió el Cine Rialto décadas atrás.
Y me di la vuelta, que ya el Sol comenzaba a ponerse currito. Se suceden los
patios con flores abundantes, de colorido espectacular. Y otro ruego a la
municipalidad: ¿Por qué no un ‘chiringuito’ en condiciones para los que juegan
al dominó enfrente de la antigua escuela? Y no aquel chamizo de mala muerte que
reúne a los lugareños en distendidas partidas todas las tardes. Se me ocurre,
ya que existe tanto remanente en los presupuestos.
Abajo, la playa de El Socorro y El Guindaste. Arriba, La
Corona. No sopla en demasía el alisio hoy, pero en las zonas de sombra hace
fresco. Lo que se agradece. Unos turistas se alongan en el Mirador. Tigaiga
aguanta impertérrita disparos de todo tipo de artilugios. Inmortalizada ha
debido recorrer miles de vericuetos del globo terráqueo.
Maravillas, en fin, no suficientemente puestas en valor.
Puede que no existan los recursos humanos adecuados y sea conveniente liberar a
dos o tres concejales para diversificar la oferta. Porque la economía, de eso
se presume, va bien. Viento en popa, escucho.
Sigo. Llego. Pago y me llevo el coche. Debo volver la
próxima semana. La bomba del agua hace ‘eso’. Lo mismo en ocho días me han
leído. Y surge, como mínimo, alguna pregunta en el pleno.
¿Qué debate? Es un tema interno. ¿Quién ganó? El domingo te
lo cuento. También en fútbol.
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