miércoles, 10 de mayo de 2017

Diseccionemos

Es decir, analicemos, examinemos, que no dividamos en partes un cadáver, ni siquiera político; al menos hasta el segundo que redacto estas líneas.
Ahí los tienen en la fotografía. En estos momentos enemigos políticos, pero menos. Un mago, al decir del otro, que no coge el teléfono (aunque presuma de dos móviles), que llega tarde a las citas, pero se le disculpa por ser un hombre ocupado. Y deben ser esos múltiples menesteres los culpables de las calumnias que recibe en las redes sociales. ¡Ah!, y en un digital peninsular “que no sé lo que pinta en esta guerra”.
Es, asimismo, un hombre honrado (y coronado por Rajoy), al parecer del entrevistador. Ahora en la terraza del hotel Mencey, pero antes en diversos foros y medios audiovisuales. Desde los que ocho y ochenta, al tiempo que blanco y negro, son apenas matices contradictorios pero no incompatibles. Trayectoria singular, desde luego. Incluyan ronquidos desde la cama y alguna que otra flatulencia de los bajos fondos.
Las entrevistas –todas– son leídas por los protagonistas. Y “matizadas”, si procediese. Los gabinetes de prensa suelen estar para cuestiones tales. Como cuando se remite el cuestionario al interesado. Para que no cometa errores en el examen. Aunque este que nos concita es listo. Caraqueño, pero más realejero que otra cosa. “Su pueblo le vota casi en bloque”. También vale. Mientras, José Marrón espera al jefe. Seguridad ante todo. Por si hay que evacuar. Favores agradecidos.
Ignoro en qué fuentes bebió el periodista para afirmar que el pluriempleado es diplomado en dirección y administración de empresas, cuando basta una consulta en la Universidad de Wyoming para que te den una copia del título de licenciado en la especialidad de Marketing por la Escuela Superior de Management y Master MBA. Prueben ustedes, seres humanos de poca fe. Yo lo tengo encuadernado.
“Tener un bolígrafo para firmar te convierte en una persona de (en) riesgo”. Presten mucha atención, estimados hijos, nietos y resto de familiares: ya poseo bastantes, midan bien qué regalos pueden ser convenientes; en la mesa del escritorio, ni uno más. No quiero sufrir con la amenaza de la justicia. Me daría fuerte yeyo si sonara el timbre de casa y me avisaran de cualquier citación por haber estampado una rúbrica donde no debía.
Y como somos ignorantones perdidos, que no hemos firmado jamás un decreto, ni tenemos idea de cómo funciona eso, nos convertimos, por zoquetes, en gentes que mentimos deliberada y alevosamente, con el único objetivo de hacer daño al alcalde y al medio –un canal de televisión concreto– en el que se han emitido unas cuñas publicitarias. “Unos ocho mil euros, o así, en tres años o cuatro, una publicidad muy rentable para el Ayuntamiento”. Dios mío, qué miseria (en negrita, como le encanta a alguien). Énfasis del pesebre.
No, don Manuel. Aquí no se discute la cuantía. No se trata de si lo que se emitió fue o no rentable, de si se consiguieron los objetivos programados o todo fue un fiasco. Eso es la forma, el cascarón. El problema está en el fondo, en el meollo. Y es que ese canal televisivo es completamente ilegal. Con una sanción de medio millón de euros a sus espaldas y con una orden de cierre que no se ha cumplido por espurios intereses políticos. Como los que usted baraja. Con tal de que no se metan conmigo, qué importan unos miles de euros del dinero público. Que elijan otras dianas. Como las de aquellos que no se plieguen a sus amenazas e intimidaciones. Allá ellos, que se atengan a las consecuencias de sus lenguas ponzoñosas. No es tanto el valor, que también, sino la acción ilícita que comete en cada céntimo del contribuyente que inyecta en ese antro, en ese foco de perversión democrática, donde se insulta, se difama, se calumnia y se incita al odio, al racismo, a la xenofobia, donde la intransigencia y el fanatismo son moneda de cambio permanente. Sí, el uno y el otro, de puntillas.
Claro, leyendo que “José Manuel Soria es una persona honesta y seria que no mereció este trato por parte de esos carroñeros”, ya uno se hace idea de ciertos andares. ¿Carroñeros? Es decir, podridos, corrompidos, ruines, despreciables. Menos mal que las inversiones publicitarias anteriormente aludidas han ido a parar a una emisora local que se declara católica, apostólica y romana, que si no. Por no mentar otras porquerías madrileñas y valencianas. O determinadas concomitancias en lugar bien cercano a este mirador de La Corona.
Pagó el agua con gas. Qué menos podía esperarse. Hemos contribuido los realejeros con el dispendio. Ya por aquí estábamos acostumbrados a unos cortados. Un servidor ya lleva ganados unos cuantos cientos. Con este artículo, en concreto, he sumado otros dos descafeinados, uno en el Puerto y el otro en mi pueblo.

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