Me sumergí ayer
tarde por los vericuetos de la Internet y me entretuve largo rato –ocio del
jubilado– leyendo la ingente cantidad de boberías que se plasman en las redes
sociales. Los independentistas culés, por ejemplo, se volvieron todos
colchoneros. No daba crédito a cuánta estupidez somos capaces de manifestar por
ese concepto sublime del amor a unos colores. O, como mal menor, a otros que no
sean los del adversario; qué digo, enemigo acérrimo. Haciendo bueno lo de mal
de todos, consuelo de tontos. ¿Repasarán lo escrito transcurrido un tiempo,
máxime si los deseos no se cumplieron? Me temo que no tienen tiempo para ejercicios
de profundo calado. Suelen ser los susodichos de aguas superficiales.
Me alegré de
que hayan concedido el Premio Princesa de Asturias 2017 de Comunicación y
Humanidades a Les Luthiers. Porque la mejor manera que tenemos los humanos de
contactar es a través de la sonrisa. Y estos argentinos nos han deleitado, y lo
siguen haciendo, con situaciones gozosas cada vez que se suben a un escenario.
Unos maestros, desde luego.
Me entristecí
con el reconocimiento por parte de Fernando Clavijo de la ‘gestión incorrecta’
de su correligionario Zerolo. El que ha sufrido tremendo calvario durante
muchos años, al decir de Melchior. Sigue sin abrir la boca al respecto el
villero Linares.
Pero lo más
importante es que me tropecé con una carta abierta de un concejal del PP al
alcalde de un municipio canario, en la que cuestiona varios aspectos que bien
podría achacar a uno de sus altos dirigentes. Y ya no adelanto nada más porque
presumo de lectores inteligentes, quienes, a buen seguro, harán las oportunas
correspondencias. Algo parecido acontece, igualmente, en Candelaria, donde los
populares olvidan que pertenecen a una organización en la que no brillan los
espejos. Rescato unas breves pinceladas de la misiva.
“Sr. Alcalde,
si por algo se ha caracterizado su gestión al mando de este Ayuntamiento es
porque abunda más la prepotencia que las ideas, cuestión que se ha agudizado
por culpa de tener un pie en […] y el otro a saber dónde. Resulta evidente que
el cargo de Presidente de […] le resta demasiado tiempo para estar en su pueblo”.
Los datos
omitidos solo vienen a demostrar que en todas partes cuecen habas (guisan
judías, en canario). Porque tú, atrevido husmeador, ya has ubicado otro
retrato. Y con ello me apuesto un nuevo cortado. Que voy a perder.
“Creo que los
[…] euros anuales que cobra de las arcas municipales, lo que equivale a algo
más de […] euros por vecino, merecen un respeto y consideración por su parte,
siendo causa suficiente para que tengamos a un Alcalde “a tiempo completo”, y
no el espectáculo circense que llevamos presenciando desde hace años”.
¿Serán
conscientes de las servidumbres que deben pagarse por la pertenencia a una
formación política? ¿Habrá tenido acceso a este contenido esa persona en la que
ahora mismo estás pensando? No, no te rías, que te calé.
“Ya lo decía San
Ignacio de Loyola: nadie trabaja mejor que cuando está haciendo una sola cosa”.
Buena sentencia
para concluir el comunicado. La fotografía de otro alguien, que yo no menciono
para que no me achaquen manía persecutoria, ha quedado dibujada con un montón de
megapíxeles. Parece que lo estoy viendo.
De todas
maneras, señor concejal popular de uno de los bellos pueblos de estas
maravillosas Canarias, muchísimas gracias por darme la razón en tantos y tantos
artículos en los que he vertido pareceres semejantes al suyo. Me produce enorme satisfacción que haya sido usted
capaz, a pesar de nuestras distancias ideológicas, de coincidir con mis
humildes observaciones acerca de altas capacidades esgrimidas por algunos y de
(des)atender la amplísima cocina con tantos calderos al fuego. Esta armonía
bien merece un viaje a La Gomera. Y lo mismo me zampo un bocadillo en Playa de
Santiago. Y felicidades por la bandera azul.
Se me ocurre,
por último, un consejo. Antes de lanzarse a tales aventuras, hágale saber a su
jefe insular qué acciones, verbales o escritas, va a poner en práctica, no sea
que al mear en sentido vertical pueda cualquier ventolera llevar el contenido
de la micción a la cabeza de uno de sus correligionarios.
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