Chiquita polvacera (en canario), o polvareda (según el DRAE),
se levantó este pasado martes con la peculiar interpretación que el alcalde
realejero hizo de una moción que Podemos presentó en el Cabildo. Y como él no pudo asistir porque
estaba su compañera de parto (vayan las felicidades, pues todo salió bien según
leo en las redes sociales, que vienen a ser en la actualidad los ecos de
sociedad de los periódicos de antaño), en vez de dedicarse de pleno a sus
labores paternales, que por tal motivo deberá corresponderle la licencia
pertinente, se solivianta en fecha tan señalada y arremete contra todos los consejeros
insulares –salvo los de su grupo– porque tuvieron la infeliz ocurrencia de remitir
el contenido de la propuesta a la consideración del oportuno debate en el seno
de la Fecam (Federación Canaria de Municipios), en cuyo Comité Ejecutivo figura
el alcalde popular de Moya (vicepresidente 4º) y las alcaldesas de Los Llanos de
Aridane y Güímar como vocales. Lo que implica un grave riesgo, sostiene el
corregidor. Y lo que pone de manifiesto su alta estima por la municipalidad o
su confianza en la toma de decisiones colectivas. Y retrata a la perfección su
quehacer en el municipio donde se hace lo que yo diga y los demás no saben
nada. Basta remitirse a las actas de las sesiones plenarias.
Todo se reduce en la iniciativa a estas tres demandas que sintetizo:
Que se inste a dictar bandos que regulen el uso de petardos
y material pirotécnico. Estudiar la viabilidad de que se utilice la pirotecnia
sin ruido. Que el Cabildo promueva una campaña de difusión y concienciación.
Como los realejeros tenemos el ánimo foguetero a flor de piel
(menos aquellos que perdimos tal condición por cometer el pecado mortal de
ausentarnos en la noche del 3 de mayo), pensó el mandatario que sería
conveniente armar mucho ruido ante tanta osadía. Si yo protesto, díjose, con el
añadido de que nos van a quitar nuestra seña de identidad más característica,
de que pretenden cargarse las tradiciones y otros aditamentos varios, seguro
que me lloverán comentarios laudatorios y el pueblo me rendirá pleitesía. Y a
esos impresentables nos los invitaré jamás a que acudan a la magna exhibición.
Porque yo represento al pueblo y me erijo en su principal baluarte ante el ataque
despiadado de las hordas invasoras. Es más, el pueblo soy yo.
Y los corifeos echaron el resto. Se puso en marcha el carro
de los despropósitos. A los que osaron aportar una pizca de sensatez en la
convencional polémica se les aplicó la vieja receta del mándate a mudar. Y se
mezcló religión, sentimiento, fanatismo, adulación. El ardor –y no de estómago–
creó tal revoltijo que peligraron medallas de oro, colectas ciudadanas,
charranes, gaviotas y fervor popular. Mucho más de este último aspecto, pues
mayo invita a baños de multitud. Que no se vengan nunca jamás a sacar fotos, le
dijo el sartén a la olla.
Regular no es prohibir. Para casi todo el mundo. Menos para
los encargados del ruido: repercusión pública de algún hecho. O en semiología
(estudio de los signos en la vida social), interferencia que afecta a un
proceso de comunicación. Y de esto, el manual de instrucciones contiene varios
párrafos. Sobre todo para aquellos que no saben leer, o que quizás sabiendo no
son capaces de comprender o discriminar. De los que basta echar una visual a
Twitter o Facebook para percatarse de las altísimas capacidades al momento de pinchar
iconos encomiásticos o plasmar con babas las glosas consabidas. Si por lazos
del demonio constituyen la próxima tanda de aspirantes a concejales, no va a
haber retratistas para encuadrar el conjunto.
Mientras, asuntos de enorme calado quedan en un denigrante segundo
plano. De alguno de ellos, incluso, el propio PP podría obtener rédito político si no estuviese
pringado hasta el cogote. Me refiero, por ejemplo, a la resolución del
expediente abierto por la Inspección de Trabajo y Seguridad Social al
Secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, quien contrató
irregularmente a un asistente personal (de marzo de 2015 hasta abril de 2016),
con una propuesta de sanción entre 10.001 y 25.000 euros. Y con el agravante de
que otra anterior (de septiembre de 2011 a junio de 2012) ya prescribió.
O la condena de 21 meses al mejor jugador del mundo (fútbol),
pero, a la par, defraudador de tomo y lomo, que ratifica el Supremo, dando por
buena (aunque con dos magistrados, de los cinco que conformaron el tribunal,
sosteniendo que debió ser superior y que, por lo tanto, tenía que haber entrado
en prisión) la sentencia de la Audiencia de Barcelona.
O para qué irnos tan lejos si aquí en la Villa de Viera nos
encontramos con una flamante Avenida de Canarias o dos edificios de aparcamientos
y locales comerciales cerrados a cal y canto, una zona industrial que carece de
unas salidas en condiciones para el tráfico pesado, un alumbrado público con
más sombras que luces… Sigue tú.
Soy yo el que se dedica a echar leña al fuego, se comenta en
los círculos –no de Podemos– próximos al alcalde y que se dedican a leerme en
secreto. Mil gracias, informadores off
the record.
No hay más cera que la que arde. Y lo demás son fuegos de
artificio.
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