lunes, 8 de mayo de 2017

100

Hemos alcanzado la primera centena. Estrujando la sien (o las dos), pero aquí estamos. Y seguimos. Como no han sido cien años de soledad, sino que he contado con la complicidad de unos cuantos (bueno, vale, unos buenos cuantos), el camino se ha hecho mucho más llevadero. Y mientras la neurona carbure, desde La Corona continuaremos lanzando dardos por si se despiertan conciencias. El folio y pico será tarea a resolver al menos cinco días a la semana. Y a la de hoy, lunes 8, le ha correspondido el inmenso honor de tan bonito número. Que me recuerda aquella moneda de veinte duros. Elegante, hermosa y que daba para tanto. Déjate de sentimentalismos (no te pongas semental, que dice el amigo) y arranca.
Cuando leas estas líneas, estoy a punto de regresar de Gran Canaria. He pasado ocho días (siete noches) en Patalavaca (Mogán). De la mano de Mundiplan (Imserso), en uno de esos viajes (sin transporte) que nos brindan a los viejitos en cada temporada. Como llevar el coche hasta Las Nieves (Agaete) es bastante fácil, para allá me fui. Y me perdí los fuegos. Pecado mortal. La estancia en el Hotel Green Beach, una semana a cuerpo de rey (traduce: pensión completa), me salió por 185,87 euros, es decir, 26,55 euros/día. A mi mujer, otro tanto, claro.
Ya recorrí, por consiguiente, el nuevo tramo de la carretera de San Nicolás de Tolentino (La Aldea), con ese impresionante túnel que por estos lares (prolongación de la TF-5 hasta Icod de los Vinos) no queremos porque se deterioran los ecosistemas. Vayan a Madeira.
Las entradas quedaron debidamente programadas. Fue un trabajo extra, pero valió la pena. Gran Canaria me gusta. Y La Gomera. Y Lanzarote. Y El Hierro. Y Fuerteventura. Y La Palma. La Graciosa, no tanto porque ya no soporta la carga. Y la mía, qué contarte si vivo en ella. Pondré, por supuesto, algunas fotos. Esta de hoy es de hace tres años (8 de mayo de 2014). Con rabo de gato en tan bello paraje de Mogán.
Me apetece contarte unos cortos que se me ocurrieron mientras me tiré a la bartola. Qué mal suena, pero a estas edades… El significado de la expresión se lo puedes preguntar a don Google. Va de animales:
Se acostaron en un confortable colchón de plumas y durmieron plácidamente durante unos casi eternos dos minutos. Cuando despertaron aún era de noche. El mosquito seguía zumbando. Se posó en la mesa de noche junto a un viejo bolígrafo. Y firmó su sentencia de muerte.
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Aquel grupo de tortugas se dirigía apresuradamente hacia la mar océana. El suave batir de las olas en la arena de la playa era el reclamo perfecto. La guía marcaba el camino hasta que se cansó. De improviso, media vuelta y todas a deshacer el trayecto. En ello estaban cuando el agua las alcanzó. Sí, a la viceversa. Las mentan como mareas vivas.
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Dos pulgas esperaban pacientemente la llegada de cualquier animal que les sirviera de transporte. Pasaron perro y perra. El uno levantó la pata. La otra bajó los cuartos traseros. Prosiguieron y ni se percataron de la presencia de un polizonte en cada lomo. Cuando reponían energías en la tranquilidad del hogar, notaron más hambre que en día anteriores. Una analítica hubiera detectado el trasvase de un buen puñado de glóbulos rojos a sendos bancos de sangre.
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El oso acechaba. El salmón, ya muy agotado tras el peligroso viaje, no. Un salto, otro, y… todo negro. Así pudieron escapar centenares. Las unas con muchas huevas. Unos pocos, jadeantes, demacrados, prestaron el postrer servicio con un vaciado de protamina. Y murieron a gusto. ¿O de gusto?
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El bisonte se vio de pronto acorralado por aquellos dos lobos hambrientos. En la inmensa pradera, donde comenzaban a caer los primeros copos de nieve, se entabló la batalla. Cuando parecía que los carniceros se iban a salir con la suya, se dibujó en el horizonte un enorme disco luminoso. Y permutaron su fiereza por aullidos lastimeros. El cíbolo se alejó al trote en busca de la manada que, bien pertrechada a la otra orilla del río, entonaba the moon song.
Juan Luis Calero, a través de unos de sus personajes, preguntaría: ¿Te gustó? De no ser así, lo seguiré intentando. Cabezudo, o cabezota, que es uno. Hasta mañana.

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