miércoles, 24 de mayo de 2017

Impertinente, indigno, imbécil

Antonio Jiménez Martínez es periodista con amplia trayectoria en el gremio. Sus andanzas radiofónicas por casi todas las emisoras conocidas lo conducen a la dirección de Radio Intereconomía y de ahí da el salto a la pequeña pantalla como presentador de El gato al agua (Intereconomía TV). Y en 2013 recala en 13 TV, canal de la Conferencia Episcopal, para conducir El cascabel. Que sí, yo tampoco lo veo, pero zapeo, como tú, ¿o no?
Este medio de comunicación basa su programación (es lo que dicta su línea editorial) en la difusión de los valores y credo de la Iglesia Católica. Algo que no dista mucho de las que con marcado deber católico emiten programas de formación comprometida con dicha moral a base de insultos, vejaciones, extorsiones, bajo el aderezo de un vocabulario exquisito, delicado, fino, elegante, amable, atento, correcto… Que es lo que un tocayo, de transitar ahora por los difíciles vericuetos de la sociedad actual, demandaría de un buen practicante. Y que no correría de los templos a los allí congregados, sino que… les llamaría la atención.
Puede que me haya quedado corto con los calificativos del titular. Porque en la noche del pasado lunes, mientras el periodista (aunque me cueste reconocerlo, y mucho más escribirlo), junto a su cohorte de tertulianos (incluyan a un tal Corcuera, víctima –pobrecito– de la victoria de Sánchez), ejercía su papel de ¿comunicador?, se produce en el Manchester Arena, durante un concierto de la cantante estadounidense Ariana Grande, el terrible atentado del que tanto se ha escrito, y hablado, en estas últimas horas. Y del que te supongo debidamente informado.
A pesar de que un reportero narra en directo lo que se conocía hasta esos instantes de la espantosa masacre, el susodicho impresentable vacila (de la acepción engañar, tomar el pelo, burlarse o reírse de alguien) durante buen rato con los estadios de fútbol de los dos clubes representativos de aquella ciudad, el United y el City.
Debieron los tertulianos percatarse de la gravedad del asunto porque tras unos segundos de embarazoso silencio, sale al quite el singular Marhuenda: “Te voy a dar una lección, querido hermano; hay algo más aparte del fútbol”. A lo que no satisfecho aún con su valiente arrojo, el indecente Jiménez, se atreve a replicar entre risas: “No, el fútbol es lo más importante; y el Madrid mucho más”.
Muchas lecciones deberá aprender este engendro cuando el ínclito Paco (Marhuenda) le recrimina su intervención. Cuando la necesidad corrige al hambre una acción, no nos queda otra que reconocer la mucha mierda que se esparce en el plató de esa televisión. Y todo ello consentido por unos patrones (los obispos) que deberían reconsiderar el papel encomendado. Inteligencia, escasa; humanidad, menos. Agravios que se perdonan con golpes en el pecho. Bien de aguante costillar tienen.
El hecho es gravísimo. Y como parece no haber visos de que el enfermo mejore, tardando están creyentes de buena fe y curas que dan el callo al frente de sus parroquias en elevar sonora queja ante estos dislates. Porque no es justificable que un dinero depositado con buena voluntad para nobles causas se despilfarre de manera tan grosera, tan burda. Y que en nada ayuda a la labor que se le presupone a una institución cuyos fundamentos son otros bien diferentes. A perdonar el símil: sublévense las bases. Ejemplos recientes, muy cercanos, haylos.
Pero aun así, siendo peligrosos estos aconteceres, poco nos sorprende a los que atesoramos unos gramos de sensatez por estos andurriales (sitios, parajes) norteños. Pues estamos vacunados contra procederes tales. Cosas peores se han visto, se ven y, si los poderes siguen mirando a la punta del muelle, ‘comulgaremos’ con estos teniques in sécula seculórum. Amén.

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