Y no son microalgas. Aunque sí bichos vivientes con cerebro
más retorcido de lo normal. Porque sustancia gris tienen. Mezclada con leche
cortada. Pero han acostumbrado las neuronas a nadar en líquidos contaminados.
Vamos, hablando en plata, que se desenvuelven en la porquería como pez en el
agua. Emisarios en estado puro.
Me paran por la calle para informarme de las (pen)últimas
andanadas que me brindan en la emisora PÚBLICA municipal. Para general regocijo
y enorme satisfacción del equipo de gobierno popular. Entienden que con
ladridos, exabruptos, bufidos, resoplos, gruñidos, aúllos y toda sarta de improperios
van a cercenar mi derecho a discrepar de la retorcida línea emprendida y que
conduce al medio de comunicación hacia un destino más bien incierto. Y la
tripulación al pairo.
Escribí no ha tanto: “Siento pena del resto de trabajadores
de la emisora. No es la primera ocasión que lo hago ostensible. Pero han pecado,
como los políticos, de corta visión. Han hecho oídos sordos ante la sarta de descalificaciones
que en determinada franja horaria se difunde. Y ahora se encuentran con el
peligro evidente de acabar enfangados”.
Tras un reciente episodio de cortocircuito neurofilamentoso,
emanado de un gravísimo quebranto epistemológico, he derivado mi opinión hacia
el campo del escepticismo. Y las dudas se van tornando certezas. La manzana
podrida ha obrado milagros. Cada cual que tizne su trayectoria profesional como
mejor crea oportuno.
Seguiré plasmando juicios de valor en este blog. Con respeto,
educación y, a ser posible, buena letra. Con el apoyo de Facebook y Twitter
para darle a cada entrada algo más de chance. Soy consciente de que voy a
contentar a muy pocos. Porque la faceta de opinador sigue mal vista. En
particular, para aquellos que creen sentirse retratados. Y si por ello se me
insulta, seguiré pagando ese peaje. Si Manolo y Adolfo entienden que desde la
radio del pueblo se pueden mutilar libertades a base de soflamas (peroratas)
incendiarias, aplaudan con las orejas. Ya les dejo brindada otra oportunidad.
Con postre incluido. Puede que una sabrosa quesadilla herreña.
Mi único, pero así de grande, pecado es sostener que en Radio
Realejos no se pueden reproducir los esquemas de Mi Norte Televisión. O Mi
Tierra Televisión, como les guste –a ellos– mentarla. La defendida por
politiquillos y politicastros, picapleitos y las doñas del nada que hacer
(salvo estar colgadas del teléfono; ya puestos, añadan lo de machista al
catálogo) porque entretiene. Como Telecinco, pero con vocabulario más refinado.
Como 13 (por lo de los valores y credo de la Iglesia Católica), con contenidos
muy apropiados para toda la familia por sus valiosos quilates pedagógicos. Y
mientras la timorata justicia o el cortoplacismo político permitan desaguisados
de tal calibre, rían las gracias del zorro y los aullidos del lobo feroz.
No voy a demandar el sacrificio de que repasen los artículos
publicados por un servidor en estos últimos treinta años. Por si he desviado el
planteamiento que nos atañe. La memoria es corta e interesada, pero los hechos son
tozudos.
Como cazador profesional, el alcalde realejero sabe lo que
significa lanzar los perros a olfatear. Y meter los hurones en madrigueras
ajenas. Aunque episodios recientes lo hayan puesto en el disparadero por su escasa
preocupación en el pueblo (si no tiene tiempo el hombre) ante flagrantes casos
de chuchos abandonados, la veda sigue abierta. Y si se tropieza con hueso duro
de roer, a machacar sin descanso. Como si a estas alturas de la vida tuviese quien
estas líneas suscribe algo en juego que no sea la dignidad en defensa de unas ideas.
No obstante, qué saben de mesura, decoro, decencia, recato,
modestia, vergüenza, sobriedad, seriedad… aquellos que se carcajean cuando la
mancha de la putrefacción continúa, cual ventilador al uso, con su inexorable
propagación. Tanto que ya ha pasado a ocupar otro espacio, el de Gente Radio.
Cuyo propietario se debate en el dilema de recuperar diseños de la época
gloriosa de quien se definiera como la voz cálida del Valle (cuánta nobleza la
de Manolo, Eleuterio Manuel Lorenzo Sosa, q.e.p.d.) o ahondar el pozo de los
detritus.
A mis escasos seguidores, el consabido consejo de no pinchar
en me gusta, mucho menos el compartir enlace alguno, o se exponen a la
proscripción. Dejen esas acciones para las múltiples fotos con las que
Domínguez nos entretiene en su muro para demostrar a todo el mundo mundial que
su gestión al frente de sus variados cargos es excelente. Incluyendo el
cumplimento de los objetivos y fines de una emisora de radio de titularidad
pública y que, entre otros, podrían ser:
Configurarse como un medio de comunicación institucional,
que propicie nuevos canales de información entre administradores y
administrados.
Garantizar la objetividad, veracidad e imparcialidad.
Respetar el pluralismo político, religioso, social, cultural…
Separar entre informaciones y opiniones, identificando
siempre a quienes comuniquen estas últimas en su libre expresión con los límites
que marca el artículo 20 de la Constitución.
Proteger a la juventud y a la infancia, excluyendo a la
exaltación de la violencia y a la apología de los hechos y conductas
atentatorias contra la vida, la libertad y la igualdad…
En suma, que la emisora municipal (reglamentos existen para
dar y tomar) debe garantizar una información objetiva y pluralista, así como la
participación de cualquier fuerza política o asociación social o económica, no
pudiendo discriminar a nadie por razón alguna, condición o circunstancia personal
o social, por su ideología o creencia.
Nada, en fin, que no entre en los cálculos que la NORMALIDAD
exige. Por estos lares, sin embargo, se consiente por parte de Manuel
Domínguez, y sus adláteres, el insulto, la provocación y cuanto dislate pase
por la calenturienta imaginación del sujeto de la alcachofa. Apuesto otros 50
céntimos a que el (mi) alcalde seguirá con la disquisición ‘fabulosa’ de
Iriarte entre galgos y podencos.
Comience la siguiente traca. Pinchen unas perras de música. Y
felicidades por el pograma.
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